Tardé años en acercarme a conocer Proserpina, siempre yendo y viniendo a
Mérida, y dejando a derecha o izquierda de la N-630, el camino a la presa
romana. Hasta que una noche, de viaje en la capital, un compañero me acercó
hasta ella. Era ya anochecida de verano y paramos en el chiringuito de Chon. Apenas se intuía la presa y algo,
las aguas. Las luces eran, entonces, escasas. Tomamos algo y volvimos a la
ciudad. Solo conociere entonces que, de presa romana que abasteciere a Augusta
Emérita, había pasado a ser playa de la ciudad en verano, segunda residencia de
familias de la ciudad durante los fines de semana en las otras tres estaciones;
meta de la romería de san Isidro, verbenas en las noches de estío...
Nombre femenino de origen griego (la que desea aniquilar),
traduce en su naturaleza emotiva la perseverancia, el asentamiento; en la
expresiva, la insistencia. Proserpina
evocaba entonces en mí la escultura "El rapto de Proserpina", de Bernini (Nápoles, 1598; Roma, 1680),
que le encargare el cardenal Borghese,
quien, a su vez, se la cedió al cardenal Ludovico
Ludovisi, que la llevó a su villa, hasta que en 1908 el Estado italiano la
adquirió y la devolvió a la Galería
Borghese. La gran estatua de mármol compone un grupo escultórico que
representa a Proserpina --Perséfone en la mitología griega--,
raptada por Plutón, hermano de Hades y soberano de los infiernos. El
nombre de Perséfone es traducido por
los latinos como Proserpina y así la
conocemos en la obra de Bernini, que
cuenta el mítico episodio, donde la naturaleza queda marcada por las idas y
venidas de Proserpina: cuando ella
se va, las flores se marchitan; cuando vuelve, retorna la primavera. ¿Le
pondrían este nombre los arquitectos del Imperio en su recuerdo? Conocido como
Charca o Albuera de Carija, una lápida descubierta en el siglo XVIII, que invocaba
a la diosa hispanorromana Attaecina-Proserpina,
para que castigase a quienes le robaren la colada que tenía tendida, dio lugar
a que fuere conocido por este nombre desde entonces. Allí, en La Albuera, donde
Isabel la Católica dirimió a su
favor la disputa del trono de Castilla con Juana
"la Beltraneja"...
La presa de Proserpina,
realizada para el abastecimiento de Augusta Emerita, se sitúa a cuatro kilómetros de Mérida y forma un embalse en el
arroyo de Las Pardillas, a través del río Aljucén. Es el embalse artificial más
grande conocido en el mundo romano en sus territorios mediterráneos y, junto al
de Cornalvo (siglo II d. d. C.), es parte del Conjunto Arqueológico de Mérida,
declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1993. Era el mayor de los
embalses que surtía de agua a Augusta Emerita, mediante una conducción que
llegaba a la ciudad a través del acueducto de Los Milagros. Tras la caída del
Imperio Romano, el embalse de Proserpina
perdió su función de abastecimiento, por otros fines lúdicos y recreativos, que
le llevaron a convertirse en la playa de Mérida en verano y en un conjunto
residencial alrededor de la presa y del embalse. La presa tiene unos 425 metros
de longitud y 21 metros de altura y una capacidad de 6,5 hectómetros cúbicos. A
07/07/2015, albergaba 4 Hms. Se cree que su construcción data del año 130 d. d.
C.
En 1991, la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG),
de la que depende el embalse, acometió su vaciamiento, tras diecinueve siglos
de acumulación del vaso por sedimentos, vertidos incontrolados (aparecieron
hasta electrodomésticos en el fondo), incompatibles con los usos recreativos
del entorno. En 2010, realizó actuaciones de adecuación del lugar, como vías
para la circulación de vehículos y el uso peatonal, al tiempo que se
musealizaban las infraestructuras romanas, en el Centro de Interpretación del
Agua.
El vaciamiento del lago puso al descubierto casi siete
metros de la parte inferior de la estructura, hasta entonces desconocida. Proserpina es hoy una de las playas de
agua dulce mejor acondicionadas de la Comunidad. Allí, donde he vuelto en
tardes de otoño, y volveré para soñar con la gloria y monumentalidad del
Imperio, dejando a un lado el cruce de Mirandilla.