miércoles, 23 de julio de 2008

NO HAY SILENCIOS TRAS EL ADIÓS... DE IBARRA


Todos esperaban su adiós, porque le llegó la hora de pronunciarse. El adiós anunciado, prometido; el adiós por el que tantos escépticos, que desearon ignorarle porque no le conocen, suspiraban, pero dudaban..., hasta el viernes 18 de julio de 2008, en la hora y fecha de su último discurso, el postrero como secretario general, el adiós como político.

Hay un adiós que es un “hasta luego”; el que expresa el mejor deseo de los hombres de fe: “Que Dios le acompañe”; el de la buena suerte o aquel otro de “Buen día tenga usted”, y hay adioses definitivos. Los hay de retorno, cuando no se puede vivir sin volver la vista atrás, a la persona amada, al trabajo realizado, a las amistades perdidas y jamás halladas; pero no hay adioses definitivos mientras hay vida, como tampoco en ella falta la esperanza, lo último que se pierde cuando la fe no es bastante para creer. El último adiós solo se da con la muerte.

Todos creían que era su último adiós. Todo ya consumado: el relevo, el sucesor, la transición pilotada en la sombra. Solo faltaba la proclamación del que estaba por llegar y allí se encontraba; pero antes, su penúltima palabra de los adioses: “No me digas adiós/porque siempre estoy volviendo”, como en la vieja canción.

¿Acaso no se irá definitivamente como político? ¿No había anunciado su retirada? Cómo pensar eso de un hombre de palabra, que sólo tiene una palabra, pero que tiene detrás de sí 3.501 discursos, con el último del adiós definitivo. Cómo pensarlo de quien nunca se calló, ni otorgó, sino que llegó a profetizar el porvenir, ya fuere con la Sociedad de la Información o con la cesión del IRPF; de quien tiró del carro junto a otros dos compañeros en la larga travesía del desierto; de quien pilotó la nave que nunca naufragó....

En el discurso “más difícil de su vida”, Ibarra no solo dijo adiós, sino algo más: “Soy el futuro, aunque algunos se empeñen en situarme en el pasado”, porque su marcha no condiciona su palabra, ni enmudece su lengua, ni significa silencio. No acepta quien se va “que si no tienes sillón, no puedes hablar. Renuncio al poder, pero no a mi condición de ciudadano y ello me concede derecho a pensar y a hablar. No renuncio a la autoridad de más de treinta años en este partido, y más de veinticuatro al frente de la Junta, que me aportaron criterio y responsabilidad, y ello me obliga a decir lo que quiero”. Como lo dijo en el Congreso Federal celebrado en Madrid: habló cuando quiso y se calló cuando le vino en gana.

¡Se iba a callar él, que siempre habló claro y alto!; quien hubo de romper cristales para que la voz de Extremadura se oyera en toda España; quien no desea que la muerte le haga más bueno de lo que fue; quien pidió que “hay que venir llorados de casa”, porque no se puede estar hablando del pasado, sino del futuro, “haciéndolo futuro, creíble y emocionante”. Tal y como hizo el congreso: hablar de sí mismos, de los problemas de Extremadura y de los proyectos y retos del futuro. Nunca de los otros. Entonces, “no me digas adiós/porque siempre estoy volviendo”, como aviso a los descreídos de su memoria.

Hay adioses y otros adioses en política, en la forma y en el fondo, e Ibarra ha elegido el mejor: ante los suyos, ante quienes le eligieron, no por comunicado, ni carta, ni ante la prensa: ante quienes se debía; pero solo el adiós de su último cargo,

Ángel Acebes eligió el comunicado; Eduardo Zaplana, la prensa; José Piqué, por carta a su jefe y a los medios; José Bono anunció su adiós en 2006, pero volvió después: Jaume Matas y Joaquín Almunia, ante la prensa; Rafael Simancas, ante el Comité Federal; Felipe González, ante el XXXIV Congreso Federal, tras perder las elecciones de 2006; Ibarra, tras sufrir un infarto, lo anticipó primero a los suyos, y después a la prensa, pero no su dimisión, sino la de no repetir como candidato, y a los dos días tuvo sucesor, ya “in pectore”, refrendado por la Ejecutiva y el Comité Regional, y el 19 de julio, al fin, por quien debiera: el congreso regional.

Nunca hay un adiós definitivo para que siempre tuvo la palabra en Extremadura y en España, la voz de Extremadura en España. Quizá no le oigamos tanto, pero seguiremos escuchándole, porque queda la obra y permanece su palabra.

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