viernes, 28 de noviembre de 2008

MEMORIA Y OLVIDO

A Iñaki Rodríguez, en el día de su memoria


La memoria no excluye el olvido ni su descuido, aquélla. No distingue la memoria entre el bien y el mal, aunque se recuerde más el pasado bondadoso que los males retenidos en ella. La memoria es propiedad del alma; no trasciende el olvido perseguido ni un olvido eterno mientras se mantenga la facultad psíquica que enriquece el pasado. Puede morir la memoria de un sujeto con la muerte, pero nunca en quienes pretenden hacer olvidar el pasado a otros.

La memoria vivifica el olvido; no es fuente de rencor, ni lo busca ni lo pretende; porque el olvido es enemigo de la memoria. Puede descuidarse o cesar el olvido, pero nunca la memoria mientras la hubiere quien la encarna No hay autos capaces de borrar la memoria, más aún la sufrida, silenciada y apagada durante años. Ni las fuentes escritas, aun hechas desaparecer o ocultas al olvido de la memoria, pueden hacer cesar las otras fuentes de la memoria y de los sentidos a través de los cuales los percibimos.

Cómo aniquilar la memoria sufrida, silenciada, postergada, sin otra prueba pericial más que la de las armas, el acoso, la amenaza, el chantaje, el maltrato, la vejación ininterrumpida durante años. Cómo instar al olvido para justificar lo que nunca debe olvidarse para no repetirse. Cómo olvidar para siempre lo que hirió la memoria hasta la muerte. Cómo absolver, sin la penitencia requerida, los pecados cometidos en aras de una reconciliación que no podrá llegar sin la conciliación con la propia memoria y el propósito de enmienda sin la confesión ni el perdón obligados ni el arrepentimiento requerido.

La memoria no se mata con el olvido ni con el entierro a escondidas; ni la cesantía del olvido podrá dejar en paz ni a quienes lo solicitaren, porque no se han arrepentido, ni a quienes vivieren la memoria dolorida, porque no hay penitencia capaz de dar la paz a los unos y la tolerancia a quienes la hubieren por alma y corazón, pero no por olvido ni por falta de memoria.

La memoria no se aniquila; el olvido puede conducir al descuido de lo que siempre hubiere de tenerse presente; pero hacer olvidar, instar a olvidarse para siempre, es pretender absolver todos los pecados sin confesión, penitencia ni propósito de enmienda. Todo lo contrario de lo que predican unos y otros, que jamás podrán rescatar el olvido de la memoria.

El perdón no excluye el olvido ni el olvido la clemencia. El corazón humano tiende más al perdón que al olvido. Perdonamos como humanos. No olvidamos como seres inteligentes con memoria. La humanidad es más humana cuanto más perdona, porque nadie está libre de pecado; pero el perdón individual no excluye el colectivo. La víctima puede perdonar, pero no olvidar, aunque sí arrepentirse. La sociedad condena sin perdón, aun con atenuantes, para evitar el olvido y ejemplificar con la pena el yerro humano; pero a veces se olvida y repite la pena que antes intentó hacer expiar a otros. Olvidar la Historia es estar condenado a repetirla. Debemos perdonar, pero no olvidar. La clemencia es la virtud del justo; el olvido, el descuido de los desafortunados.

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