viernes, 14 de agosto de 2009

FIESTA DE LA ASUNCIÓN EN GRANADILLA

No hubiere otro mejor vínculo para expresar el patronazgo de la Asunción sobre Granadilla, la villa perdida y recuperada de sus cenizas, que los versos del Salmo 15, versos 10-11:


"Porque no me entregarás a la muerte.

Ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,

Me saciarás de gozo en tu presencia.

De alegría perpetua a tu derecha."

No podría entregarse a la tierra hasta su corrupción el cuerpo de la Madre que dijo "sí" y se hizo esclava de su Señor. El 1 de noviembre de 1950, el papa Pío XII proclama el dogma con estas palabras: "Proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial."

Las iglesias de Granadilla, Zarza de Granadilla, Ahigal, Villar de Plasencia, en Tierras de Granadilla, y la nueva catedral de Plasencia, la benéfica ciudad de acogida, están consagradas a la Asunción, que su obispo Amadeo nos ofreció un día como nuestro segundo templo.

Signa Granadilla con su patronazgo de la Asunción su propia finta a la muerte: aun corruptos los cuerpos, sobrevive su iglesia, la fiesta de su patronazgo, como un aldabonazo a quienes quisieron enterrarla en su propia tierra, quizá bajo el agua, con su iglesia, su castillo y sus casas, derruidos que fueren por el abandono y el tiempo, pero recuperados a tiempo para festejar este misterio glorioso: la Asunción.

Asume hoy la Granadilla desterrada dos convocatorias anuales: la fiesta de su patrona, la Asunción, o la vuelta a la vida; la festividad de Todos los Santos, o el reencuentro con la muerte que hubiere y continúa acogiendo en su poco de tierra, en su mucho de vida. La fiesta de la vida, para los descendientes que aún la conservan, para recordar la advocación de su iglesia; la fiesta de los muertos, para que sus deudos honren su memoria en medio de una romería de gentes, a quienes nadie dio vela en ese entierro, y que prostituye el sacrosanto recuerdo de quienes solo buscaren su memoria, algún rezo por sus almas y hablar de sus vidas y de las vidas de sus vidas nacidas ya en el destierro.

Aun renacida de sus cenizas, muchos no han querido volver, ni volverán jamás, al reencuentro con la vida y la muerte. Allí nacieron, se criaron y casaron; su templo de la Asunción fue testigo vivo de sus vidas, pero no lo será de sus exequias fúnebres tras su muerte. Tantas prisas hubieren los poncios del franquismo, y quienes no hubieren autoridad, ni les fuera dada, para que iniciásemos el camino del destierro, para después dejarse morir el pueblo entre 1965 y 1980, la Granada que lo fue todo como Señorío de Villa y Tierras... Desterrados sus fundadores, los árabes; desterrados los judíos; desterrados los cristianos; pero ni los reyes Alfonso IX, Sus Católicas Majestades ni el Generalísimo Franco, podrán jamás desterrar nuestro olvido, porque "la memoria es el único paraíso del que no podrán expulsarnos", en palabras del escritor alemán Jean Paul Richter. Como el último de los tres pueblos desterrados, por quienes un reverendo de la tierra, Gregorio Martín Miguel, oficia dos veces el sacrificio de la vida sobre la muerte, en la iglesia de la Asunción...; como cada año, el 15 de agosto y el 1 de noviembre.

Granadilla sobrevivió a la muerte, la memoria al destierro del paraíso de nuestra infancia perdida y hallada en el templo.



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