viernes, 13 de noviembre de 2009

EN TORNO A UN GESTO POLÍTICO

Escribía en estas páginas* el día 2 un artículo sobre el vejamen que suponía para los ascendientes de Granadilla el Día de Todos los Santos en su villa perdida. Sus antiguos habitantes y descendientes van a orar por sus difuntos, a reencontrarse con quienes ya ni se conocieren. Desean la paz que anhelan dos días al año; pero una turbamulta convertía la zona de respeto del conjunto histórico-artístico en lo contrario. Ofendía esa fiesta en la zona de respeto y en un día de respeto. Apelaba al Real Decreto y sus anexos; a la tutela del Estado que fijare aquel. Granadilla se convertía ese día en templo de los mercaderes, no en templo de oración. Era una ofensa más que sumar a las que ya recibieren antes de su destierro.


Hay un político del Estado en esta provincia, el subdelegado del Gobierno, que habrá repasado el texto legal. No se precipitó: hubo conversaciones con el alcalde, a cuyo término municipal se adscribió la orilla este del embalse, Zarza de Granadilla; con los representantes de Parques Nacionales de la ahora llamada “Finca de Granadilla”; repasaría los textos legales y las competencias de quienes las hubieren.


Ha sabido escuchar y proceder con rectitud, con la rectitud de quien es un representante del Estado que hubiere de velar por los derechos de todos y por los bienes de ese Estado. Ha buscado el fiel de la balanza. No ha perdido el equilibrio, virtud del político, ni la fortaleza del Estado al que representa.

En viaje de inspección de obras del Estado, se ha acercado hasta Zarza. Se ha reunido con su alcalde, con el jefe de Área de Recursos Patrimoniales del Ministerio de Medio Ambiente, y con responsables de la Guardia Civil de la zona, a quienes escucha pero advierte: hay que hacer cumplir la Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad en el entorno de esa villa, declarada conjunto histórico-artístico desde 1980.


Ha dado a conocer las mandas de esa ley: prohibición de la venta ambulante en cualquiera de sus formas, así como el establecimiento de servicios de comidas o bebidas, la prohibición de encender fuego y la utilización de megafonía…

Pronto llegarán los linces que antes se perseguían como alimañas y por cuya caza pagaba el ayuntamiento lo que hoy se trata de salvar. Como en Granadilla, gracias al hombre del Estado en la provincia: Fernando Solís, a quien nada de sus encomiendas le fueren ajenas en su predio, que es el de todos.

La fortaleza del Estado es tanto más grande cuanto más se haga cumplir la ley; la de un político, mantenerse en el equilibrio que, en el arte de la política, “consiste en ser entero o condescendiente, según los casos”, como recordara Azorín, en una actitud valiente, tan distinta a la de los gobernadores de “la gloriosa”, que no salían de sus despachos para no oír dicterios… y a quienes, encima, hubieren de levantárseles arcos de triunfo en las visitas a los pueblos como a los generales victoriosos que regresaren tras una batalla. Fernando es otra cosa distinta y distante.

* Artículo: "Mercaderes en el Templo de Granadilla", publicado en Cáceres24horas.com

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