sábado, 19 de diciembre de 2009

EL BARQUERO DE ALCONÉTAR

A diferencia de “Tomás el Barquero”, de Mérida, aún sin calle memorativa ni monumento en su ciudad, el “barquero de Alconétar” de Garrovillas era un hombre sencillo que hacía su trabajo como todos los hombres y mujeres sencillos: en silencio, trabajando para lo que le fuere encomendado. Quizá pasare en su barca a más vivos que a muertos recogiere sobre el río Tajo, bajo el puente de Alconétar; pero hubiere de sufrir en silencio durante la guerra y la posguerra las incidencias todas de su trabajo: los cadáveres que viere flotar sobre las aguas, o arrastrados hacia la orilla, cada mañana, al llegar a su trabajo, y a los que diere sepultura.

Apenas hablaría con su hijo que le acompañaba en su triste labor. Una mañana se atrevió a comentarle: “Hijo: temo llegar hasta la barca, porque no sé qué me encontraré.” Y el “barquero de Alconétar”, que día sí y otro no, hallare cuerpos flotando sobre las aguas del Tajo, encontró el de una mujer encinta con un tiro en la sién. No hablaría quizá nunca de este episodio de su vida, ni contaría a nadie lo que hubiere visto, por temor a ser él mismo y su familia carne de las represalias de la locura humana que desatare una guerra entre hermanos, y de la que él fuere víctima colateral en su trabajo, como tantos miles de españoles.

“Tomás el Barquero”, de Mérida, salvó más vidas en el Guadiana que cadáveres recogió en su barca. Desde 1986 se habló de ponerle un monumento o una calle en la ciudad, de cuyo río, alma y vida de la misma, recogió tantas vidas humanas. El tiempo pasa y la memoria es flaca…

Memoraba el episodio del barquero de Alconétar el actual alcalde de Garrovillas, Pedro Martín, y el historiador Julián Chaves. El secretario provincial del PSOE, Juan Ramón Ferreira, recordaba que es necesario “seguir recuperando la memoria y la ideología para seguir transformando la sociedad y que ésta, crezca”, mientras que Rafael Pacheco aludía a la canción de la banda italiana “Bassotti”, que decía: “Sin memoria no hay justicia/sin justicia no hay paz/sin paz no hay futuro”, en su disco “Así es mi vida”. Ocurría esto en la noche del pasado viernes en Casar de Cáceres durante el acto de entrega de los premios a la Memoria Histórica de JJ SS de Cáceres, que premian a personas, lugares, instituciones y colectivos que luchan por recuperarla.

“El barquero de Alconétar” de Garrovillas semeja la historia de Caronte, el barquero de Hades, encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte, que recoge la mitología griega, como se encargó de recordar el presentador del acto, Miguel Ángel Cortés.

Caronte era el encargado de transportar las almas de los muertos a través de la laguna Estigia, o río Aqueronte, hasta el reino del inframundo gobernado por Hades. Entre sus atribuciones se encontraba el rechazo de aquellos difuntos que no podían pagar el pasaje al no haber sido enterrados con una moneda en la boca (el famoso óbolo). Su figura se menciona por primera vez en la Grecia antigua hacia el año 500 a. d. C., en la Miníada, poema épico de Pausanias. Su tardía aparición se explica desde un punto de vista sociológico: si la aristocracia tenía sus propios guías al otro mundo, como Hipnos y Thanatos, Caronte lo era de los grupos populares y, al ganar éstos importancia en la consolidación de la democracia, su psicopompo (conductor de almas) comienza a aparecer en las representaciones iconográficas y literarias.

Caronte era el “barquero de Alconétar” que no hallare en “sus” difuntos otros óbolos para trasladarlos al más allá que las balas que les condujeron a la muerte. Con Caronte, ningún humano tenía permitido subir a su barca. Solo Hércules lo logró por la fuerza bruta; Orfeo, gracias al hechizo de su canto, y Eneas mostrando una rama de oro, salvoconducto divino que le proporcionare la sibila de Cumas. La Odisea narra que Hermes conducía al Hades (infierno) las almas de los muertos. Nuestros barqueros hubieren de conducir al cielo los cuerpos de los vivos, arrebatadas sus almas por la fuerza de los brutos.

“El barquero de Alconétar” de Garrovillas transportó a vivos, y difuntos que jamás deseare, en el Tajo, como “Tomás el Barquero” en el Guadiana” a su paso por Mérida; como Pedro y Avelino en el Alagón, de Granadilla, cubierta ya la hondonada del arroyo de Aldovara por las aguas del embalse de “Gabriel y Galán”, que cortaren el paso hacia Zarza de Granadilla a los vecinos que habitaren la villa durante los últimos años de su vida.

Barqueros todos que transportaren la memoria histórica de un pueblo, cuyo futuro quedó anclado en su memoria, proyectada al futuro, memoria de la derrota de todos en un mundo que empieza a recobrarla, aunque las fosas no puedan hallarse ni descubrir las miserias de una victoria que cantaren algunos, cuando la derrota nos alcanzó a todos, porque los vivos la tendrán mientras vivan.
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Artículo publicado en Extremaduaaldia.com

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