Suma y no restes. Si no sumas, no restarás ni multiplicarás ni dividirás. El sumando emerge hoy como primera fuente del estilo matemático. No vale el “divide y vencerás” (DYV), como paradigma del sistema algorítmico, método basado en la resolución recursiva de un problema dividiéndolo en dos o más subproblemas de igual tipo o similar. “Vencerás” es la propuesta para la subclase simple de problemas.
Las incógnitas de la ecuación residen hoy más en el sumando que en el minuendo. Cuando las administraciones públicas restan porque los ingresos disminuyen, no se puede multiplicar ni dividir. Si no hay sumandos, no hubiere multiplicandos ni dividendos; solo, minuendos.
Entre sumandos y minuendos, el primero emerge como solución recursiva del único problema con dos incógnitas: sumar para repartir lo mínimo a los más necesitados, porque no hubiere para multiplicar ni dividir entre todos. El método presupuestario no es hoy una regla de tres simple directa, ni inversa, sino más bien compuesta, en la que el problema involucra más de tres cantidades conocidas, además de las desconocidas; pero cuando no existe una relación de linealidad entre los valores de las variables que intervienen, hubiere de intervenir el sentido común o la experiencia.
¿Aplicamos el sentido común o la experiencia a un problema común que a todos afectare? Más bien pareciere que no existiere una norma de estilo, ni siquiera el estilo matemático preciso, para resolver las incógnitas de la ecuación. “Cuando uno no quiere, dos no riñen”; pero las pendencias ideológicas se superponen al estilo matemático, al sentido común, al interés general frente a los partidistas y particulares.
El sumando que se ansía no es el minuendo que deseamos, como el ahorro previsor no fuere el consumo apetecible. Entre sumandos y minuendos, ganan siempre los que más tienen y pierden los que menos hubieren. La banca siempre gana, aunque no todo lo que quisiere; los asalariados no ganan lo que desearen para pagar lo que se les exigiere; los ricos se enriquecen a costa de los pobres y no pagan lo que debieren.
En tiempos de vacas flacas, sobra la lírica y falta la épica. Lo reitera el Presidente Vara, el bondadoso; lo reafirma el Presidente de la Casa del Pueblo, el diplomático Ferreira. Lo dicen todos, menos el PP, que calla y otorga, como si el problema de Extremadura y de España no fuere con ellos; pero su silencio es todo habla: que lo resuelva el Gobierno, como si ellos, aspirantes a gobernar, no fueren también la solución al problema de todos. ¿O acaso no quieren, o no saben, resolver la ecuación que pretendieren despejar en todas sus incógnitas hasta que volvieren al poder? Saben, pero no quieren; callan porque no desean otorgar; encogen el ala para no mojarse; se amparan en sus poderes para minar los legítimos del adversario; utilizan, en fin, los nombres de Extremadura y España en vano, como si aún fueren propiedades suyas y no de todos, que construyeren día a día con su esfuerzo y sudor. Ellos son el minuendo que aspira a dividir los sumandos, aunque prediquen que son sumandos para favorecer los multiplicandos, porque los dividendos son exclusivos para ellos. Y, así, restan, pero no suman; predican, pero no dan ejemplo; vencerán, pero no convencerán, como dijere Unamuno… en una patria que solo quisieren para sí, como si fueren los únicos sumandos de un solo divisor común.
Las incógnitas de la ecuación residen hoy más en el sumando que en el minuendo. Cuando las administraciones públicas restan porque los ingresos disminuyen, no se puede multiplicar ni dividir. Si no hay sumandos, no hubiere multiplicandos ni dividendos; solo, minuendos.
Entre sumandos y minuendos, el primero emerge como solución recursiva del único problema con dos incógnitas: sumar para repartir lo mínimo a los más necesitados, porque no hubiere para multiplicar ni dividir entre todos. El método presupuestario no es hoy una regla de tres simple directa, ni inversa, sino más bien compuesta, en la que el problema involucra más de tres cantidades conocidas, además de las desconocidas; pero cuando no existe una relación de linealidad entre los valores de las variables que intervienen, hubiere de intervenir el sentido común o la experiencia.
¿Aplicamos el sentido común o la experiencia a un problema común que a todos afectare? Más bien pareciere que no existiere una norma de estilo, ni siquiera el estilo matemático preciso, para resolver las incógnitas de la ecuación. “Cuando uno no quiere, dos no riñen”; pero las pendencias ideológicas se superponen al estilo matemático, al sentido común, al interés general frente a los partidistas y particulares.
El sumando que se ansía no es el minuendo que deseamos, como el ahorro previsor no fuere el consumo apetecible. Entre sumandos y minuendos, ganan siempre los que más tienen y pierden los que menos hubieren. La banca siempre gana, aunque no todo lo que quisiere; los asalariados no ganan lo que desearen para pagar lo que se les exigiere; los ricos se enriquecen a costa de los pobres y no pagan lo que debieren.
En tiempos de vacas flacas, sobra la lírica y falta la épica. Lo reitera el Presidente Vara, el bondadoso; lo reafirma el Presidente de la Casa del Pueblo, el diplomático Ferreira. Lo dicen todos, menos el PP, que calla y otorga, como si el problema de Extremadura y de España no fuere con ellos; pero su silencio es todo habla: que lo resuelva el Gobierno, como si ellos, aspirantes a gobernar, no fueren también la solución al problema de todos. ¿O acaso no quieren, o no saben, resolver la ecuación que pretendieren despejar en todas sus incógnitas hasta que volvieren al poder? Saben, pero no quieren; callan porque no desean otorgar; encogen el ala para no mojarse; se amparan en sus poderes para minar los legítimos del adversario; utilizan, en fin, los nombres de Extremadura y España en vano, como si aún fueren propiedades suyas y no de todos, que construyeren día a día con su esfuerzo y sudor. Ellos son el minuendo que aspira a dividir los sumandos, aunque prediquen que son sumandos para favorecer los multiplicandos, porque los dividendos son exclusivos para ellos. Y, así, restan, pero no suman; predican, pero no dan ejemplo; vencerán, pero no convencerán, como dijere Unamuno… en una patria que solo quisieren para sí, como si fueren los únicos sumandos de un solo divisor común.
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