lunes, 25 de octubre de 2010

GEXTOS Y CONTEXTO

Todo gesto, como el texto, tiene un contexto. El gesto es la mímica del ánimo, Traduce sin palabras el afecto del corazón. Cuando no hay palabras, o sobran éstas, un gesto vale por mil. A veces, el gesto es más necesario que la palabra, más preciso y conveniente. Hay momentos en que el contexto exige el texto; otros en que la palabra debe prevalecer sobre el gesto. La palabra vacua ha eliminado el gesto como expresión del ánimo. Se habla a voces, y a la vez se gesticula, pero la palabra mata el gesto del agente al prevalecer sobre aquel. Solo, el gesto es tan expresivo como la palabra. Hemos perdido la cultura del gesto en la cultura de la comunicación-incomunicación, de la insolidaridad, del egoísmo. Solo percibimos los gestos interesados. Un gesto cariñoso nunca está fuera de contexto. Quienes están fuera de contexto son quienes rechazan un gesto amable que un día invocarán, aun de otros.

Zapatero y Del Bosque, en Madrid y Oviedo, han aunado gestos no por esperados, humanos y solidarios, que todo el mundo ha aplaudido y reconocido; sin embargo, el alcalde de Valladolid, el presidente de la federación asturiana de fútbol; y el del Dr. No en Cáceres, al desear enterrar en una bolsa de basura un proyecto frustrado de toda Extremadura, son reprobables porque están fuera de contexto. Los gestos son exclusivos de los grandes capitanes; el contexto está en la tropa que, reconociéndolos, los hace suyo. Solo así, gestos y contexto completan el maridaje perfecto del vino y los alimentos en una unión que dijere más que mil palabras porque, como la igualdad, nunca estará en la letra del boletín, sino en el alma y corazón humanos que, si no la hubieren, estaría fuera del texto, sin contexto ni maridaje para hacerla efectiva.

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