Hubimos un día un sueño, trocado en ilusión. Fue una esperanza cuyo cumplimiento parecía especialmente atractivo. La esperanza se hizo tarea; la tarea avivó el sueño, la ilusión de una comunidad, agigantada con el paso de los días. Día a día, el sueño, la ilusión y la esperanza se adueñaron de la comunidad mayor. Instituciones, asociaciones, de dentro y de fuera, firmaron adhesiones y declaraciones de amor a favor del “otoño dormido de la Edad Media”, una ciudad ya patrimonio de la Humanidad, que se había dado a conocer al mundo.
Vive la ciudad enseguida ese sueño; hace suya la ilusión y participa en la tarea. Una mañana, los balcones de la ciudad aparecen llenos de soles de colores, como recientemente de banderas nacionales. El sueño es ya más que un deseo, al que se le pone fecha. Principia la tarea. Es preciso hacer los sueños realidad porque, de lo contrario, sueños son. Los sueños se van como llegaron, en un abrir y cerrar de ojos; pero hay sueños dormidos y sueños despiertos. En la duermevela, el sueño es un trasunto del pensamiento, de la realidad acariciada o deseada. En la consciencia del despertar, los sueños son la realidad anhelada por los sentidos y, para hacerlos realidad, hay que trabajar por su cumplimiento.
Hay ilusiones y sueños individuales, que no trascienden a la persona, y los hay colectivos, que nos implican a todos. Cáceres ha tenido un sueño, una ilusión, una esperanza. Por primera vez, quizás, ese sueño no ha sido individual, sino colectivo de una región entera. Ha sido la ilusión de Cáceres, la fuerza de Extremadura; la lección del presente para el futuro. Una fecha que ha ahogado otras fechas; el sueño que ha avivado la esperanza; la ilusión de sabernos reconocidos cuando suponíamos que éramos los eternos olvidados.
“Cáceres 2016” es “una oportunidad para levantarse”, en palabras del presidente Vara; “pese a la desilusión, el sueño no está roto”, dice la alcaldesa Carmen Heras; la fuerza del abrazo sigue viva, parece decir Pizarro, coordinador del proyecto…
Se ha debilitado la ilusión, pero no se ha quebrado el sueño. Fue tan grande la complacencia que la ilusión perdida no quiebra el sueño colectivo. Queda la marca, la esperanza colectiva, más de un millón de nombres tras él, la fuerza toda que hace posibles los sueños, porque las ilusiones perdidas no son sueños quebrados, si acaso el fuego no tan avivado.
Vive la ciudad enseguida ese sueño; hace suya la ilusión y participa en la tarea. Una mañana, los balcones de la ciudad aparecen llenos de soles de colores, como recientemente de banderas nacionales. El sueño es ya más que un deseo, al que se le pone fecha. Principia la tarea. Es preciso hacer los sueños realidad porque, de lo contrario, sueños son. Los sueños se van como llegaron, en un abrir y cerrar de ojos; pero hay sueños dormidos y sueños despiertos. En la duermevela, el sueño es un trasunto del pensamiento, de la realidad acariciada o deseada. En la consciencia del despertar, los sueños son la realidad anhelada por los sentidos y, para hacerlos realidad, hay que trabajar por su cumplimiento.
Hay ilusiones y sueños individuales, que no trascienden a la persona, y los hay colectivos, que nos implican a todos. Cáceres ha tenido un sueño, una ilusión, una esperanza. Por primera vez, quizás, ese sueño no ha sido individual, sino colectivo de una región entera. Ha sido la ilusión de Cáceres, la fuerza de Extremadura; la lección del presente para el futuro. Una fecha que ha ahogado otras fechas; el sueño que ha avivado la esperanza; la ilusión de sabernos reconocidos cuando suponíamos que éramos los eternos olvidados.
“Cáceres 2016” es “una oportunidad para levantarse”, en palabras del presidente Vara; “pese a la desilusión, el sueño no está roto”, dice la alcaldesa Carmen Heras; la fuerza del abrazo sigue viva, parece decir Pizarro, coordinador del proyecto…
Se ha debilitado la ilusión, pero no se ha quebrado el sueño. Fue tan grande la complacencia que la ilusión perdida no quiebra el sueño colectivo. Queda la marca, la esperanza colectiva, más de un millón de nombres tras él, la fuerza toda que hace posibles los sueños, porque las ilusiones perdidas no son sueños quebrados, si acaso el fuego no tan avivado.
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