domingo, 3 de abril de 2011

LENGUAJES HUMANOS, LENGUAJES DEL ALMA

Una sola lengua y dos lenguajes distintos: el de la claridad y el de la imprecisión; el matemático y el filosófico; el abstracto y lo concreto; el barroco y el ramplón…, el del corazón y el del alma. ¿Cómo entenderse en la divergencia expresiva de una sola lengua con dos lenguajes distintos? El emisor comunica y el receptor asume el lenguaje porque habla la misma lengua y entiende su significado. El lenguaje matemático nos enseña a discurrir, a pensar con claridad; nos abre a la lógica científica de otro lenguaje. Con otro lenguaje, el filosófico, discurrimos para buscar la verdad mediante la lógica de la razón y la razón de la lógica. El matemático es la certeza de lo exacto; el filosófico, la incerteza de la verdad. ¿Mezclaría un hablante los dos lenguajes? Los científicos aplican un estilo matemático al diálogo de la lengua; los filósofos desarrollan el esquema de sus pensamientos en la síntesis conceptual de sus vivencias comprimidas. El lenguaje matemático no da solución a nuestras incógnitas vitales; el filosófico nos abre el cielo hacia una aproximación de la respuesta anhelada que buscamos. Hay lenguajes humanos y lenguajes del alma; pero la lengua no es sola herramienta única de comunicación. El lenguaje simbólico, el de las bellas artes, el lenguaje de la mirada, los gestos, la mímica, un apretón de manos, el beso, la caricia, el abrazo, comunican tanto como la lengua. El metalenguaje se expresa en sí mismo sin necesidad coloquial. No es un monólogo que solo cuenta historias de sí mismo o reflexiones sobre hechos vividos. Para monólogos, “Cinco horas con Mario”, de Delibes, interpretado por Lola Herrera y posteriormente por Natalia Millán, recreadoras como nadie del pensamiento de Carmen Sotillo, en la hora en que la otra voz de su mundo se había apagado y el diálogo de la lengua, quebrado. Hay una voz universal de quienes nunca hablan, a la espera: la voz del voto como expresión y deseo de futuro, la voz soberana que señalará el camino de nuestras vidas entre dos concepciones distintas de entenderla, entre pasado y futuro, una sola voz, ya escrita en la papeleta, que extrapola el monólogo como voz perdida y hecha diálogo junto a otras buscadoras de un mismo destino. Hablará entonces la humana voz de nuestra alma, sin logaritmos inescrutables en los estadios del lenguaje. Como ella, que prefería el lenguaje del alma y del corazón al lenguaje político, matemático o filosófico, en su distante expresividad lingüística…

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