No fue su condición femenina un freno a sus aspiraciones de gestión y mejora para Cáceres. Hasta última hora, “para que Cáceres gane”, luchando contra su condición de cuna y origen. Quienes negaron la evidencia, negaban las facultades; pero a una catedrática, aun mujer, ni se le puede negar ni lo uno constitucionalmente ni lo otro intelectualmente.
La primera alcaldesa de Cáceres pasará a la historia por algo más que por su condición femenina: por ser la primera mujer regidora de una ciudad que, por condición machista, reclamaba en la oposición la pureza de raza de pecado original antes que la pasión y el trabajo por mejorar una ciudad adormecida, adeudada, en la que ser “catovi” (cacereño de toda la vida) se demostrare solo con el carné de identidad, pero no con el trabajo de cada día por mejorar sus expectativas de destino.
No hubiere vacaciones quien, tras tomar el mando, hubo de ser ingresada en el hospital por entregarse a la ciudad más de lo que pudiere; no hubiere horario quien hubiere de lidiar con una tropa que, aun siendo cacereña, pareciere que no fuere de su ciudad y lidiare contra sus intereses; quien perdiere a su marido en el camino y siguiere el suyo que le marcare la ciudad; quien hubiere de romper un pacto, a su pesar, por quienes prometieron sostenerlo y le retiraron sus apoyos; por quien quiso resolver, y lo hizo, más de lo que pudiere y quisiere; por quien se forjare más en la oposición que en el propio gobierno; porque demostró más amor a Cáceres que muchos cacereños de nacencia; porque hizo camino al andar, aunque no lo terminare; porque sentó las bases del mañana, aunque no se lo reconozcan; porque fue, en fin, la primera mujer alcaldesa, que, solo por eso, fue vilipendiada en el amanecer de un nuevo futuro en que, ahora, otra mujer le sucediere, en el camino abierto por ella. Carmen, la primera de Cáceres; la primera que fuiste gobernadora de hombres en una ciudad en la que, al fin, reinaren las mujeres, por el camino que tú abriste. Como te reconoció un ministro del Gobierno de España, Ramón Jáuregui, en el mejor discurso que hiciste en tu defensa del Cáceres soñado, un día no lejano, Carmen, en el que solo los tuyos te reconocieren.
La primera alcaldesa de Cáceres pasará a la historia por algo más que por su condición femenina: por ser la primera mujer regidora de una ciudad que, por condición machista, reclamaba en la oposición la pureza de raza de pecado original antes que la pasión y el trabajo por mejorar una ciudad adormecida, adeudada, en la que ser “catovi” (cacereño de toda la vida) se demostrare solo con el carné de identidad, pero no con el trabajo de cada día por mejorar sus expectativas de destino.
No hubiere vacaciones quien, tras tomar el mando, hubo de ser ingresada en el hospital por entregarse a la ciudad más de lo que pudiere; no hubiere horario quien hubiere de lidiar con una tropa que, aun siendo cacereña, pareciere que no fuere de su ciudad y lidiare contra sus intereses; quien perdiere a su marido en el camino y siguiere el suyo que le marcare la ciudad; quien hubiere de romper un pacto, a su pesar, por quienes prometieron sostenerlo y le retiraron sus apoyos; por quien quiso resolver, y lo hizo, más de lo que pudiere y quisiere; por quien se forjare más en la oposición que en el propio gobierno; porque demostró más amor a Cáceres que muchos cacereños de nacencia; porque hizo camino al andar, aunque no lo terminare; porque sentó las bases del mañana, aunque no se lo reconozcan; porque fue, en fin, la primera mujer alcaldesa, que, solo por eso, fue vilipendiada en el amanecer de un nuevo futuro en que, ahora, otra mujer le sucediere, en el camino abierto por ella. Carmen, la primera de Cáceres; la primera que fuiste gobernadora de hombres en una ciudad en la que, al fin, reinaren las mujeres, por el camino que tú abriste. Como te reconoció un ministro del Gobierno de España, Ramón Jáuregui, en el mejor discurso que hiciste en tu defensa del Cáceres soñado, un día no lejano, Carmen, en el que solo los tuyos te reconocieren.
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