martes, 1 de mayo de 2012

“SECAD VUESTRAS LÁGRIMAS LOS QUE SUFRÍS”

          
           Ha llegado la lluvia mansa, débil, tenuamente, como las lágrimas escondidas de tantos hombres y mujeres que las derraman en soledad. La crisis no llega sola: viene acompañada de la resignación, de la sequía, de la falta de agua y pastos, tributarios de la depresión, del egoísmo, de la separación de parejas unidas durante años, emigraciones no deseadas, del retorno a la casa del padre en busca del pan perdido…

            El 1 de mayo es, desde hace más de un siglo, la Fiesta del Trabajo, pero no una fiesta puente, sino una jornada de lucha y reivindicación, signo de la dignidad de la clase trabajadora. La masiva huelga de trabajadores de 1886 en Chicago solo demandaba “ocho horas de trabajo, ocho de reposo y ocho de recreación”. Sus líderes fueron ahorcados. Han pasado 125 años y aquella jornada histórica para el mundo obrero parece ya tan solo un día festivo, en la que el ideal del cambio de la clase trabajadora parece haberse anclado en el tiempo, cuando son más los que hacen fiesta que los que acuden a las manifestaciones y cuando los lemas de estas parecen repetirse en el tiempo y en el espacio, clamando derechos y dignidad para todos frente a quienes los ostentan en exclusividad y se los recortaren al resto.

            Uno de los conocidos “Mártires de Chicago”, Fischer, escribió en  la Redacción de su periódico una proclama, que después sería pieza principal de la acusación en el proceso que terminó con su ahorcamiento. Decía al final: “¡Secad vuestras lágrimas los que sufrís…!”

            Estamos muy lejos en el tiempo y en el espacio de aquella situación, que dio lugar al logro de la conquista de las ocho horas diarias. Entonces, antes del 1 de Mayo de 1886,  muchos trabajaban trece y catorce horas diarias. Partían al trabajo a las 4 de la madrugada y regresaban a las 19:00 o 20:00 de la noche. Dormían en construcciones semiderruidas, en las que se hacinaban las familias. Decenas de obreros dejaron su vida por conquistar los ideales del 1 de Mayo. El 20 de agosto de 1886, siete de los ocho “Mártires de Chicago” fueron condenados a muerte y el octavo, Oscar W. Neebe, a quince años de trabajos forzados.

            No parece que estemos tan lejos de aquella fecha. Los derechos conquistados son anulados; la jornada laboral se amplía; los derechos sociales, educativos y sanitarios, se recortan; el Estado del Bienestar se desmorona. Muchos dieron sus vidas por ellos y ahora secan sus lágrimas en soledad. No se atreven a salir a la calle por vergüenza, la que les da el Estado que ayudaron a construir y que, entre unos y otros, han contribuido a desmantelar. No hubieren lágrimas para secar ni voces para reclamar derechos y libertades, día a día recortados, anulados, hasta que el tiempo escampe o todos seamos víctimas del egoísmo que enriquece a unos y envilece a otros.  El 1 de Mayo sigue vivo, porque hay derechos que mueren y lágrimas por enjugar.



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