Las selecciones de fútbol de Polonia y Grecia abren este viernes 8 de junio por la tarde el partido inaugural de la decimocuarta edición del torneo continental conocido por Eurocopa de selecciones de fútbol, que se alargará hasta el 1 de julio, y que arbitrará el español Carlos Velasco Carballo. Coanfitriona junto a Ucrania, intentará hacer valer su condición como tal para obtener su primera victoria para pasar a la segunda ronda, en una primera fase en la que se encuadra junto a Grecia, Rusia y República Checa. Grecia pone su acento en el recuerdo de la Eurocopa de 2004 de Portugal, en la que, inesperadamente, consiguió alzarse con el trofeo, en el que debutare precisamente con una victoria frente a Polonia.
Ya ha advertido el seleccionador español, Vicente del Bosque, sobre el “optimismo desmesurado” y la presión que reina sobre el combinado español desde todos los ámbitos, “porque no hay dos sin tres”, tras la petición lanzada por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de que nos diera “una alegría” en estos “tiempos tan difíciles” y le ha respondido que, “aunque ganemos, la Eurocopa , no es la solución a los problemas de España”.
El fútbol es una pasión, a veces incontrolada, que se convierte en calvario, y en el que la victoria puede resultar tan solo un bálsamo que, aun dulcificando la vida cuarenta y ocho horas, nos devuelve a la triste realidad cotidiana que hemos de seguir viviendo, en la victoria o en la derrota. Ya tras la recordada victoria ante Malta por 12-1, el 21 de diciembre de 1983, que nos clasificare para la fase final de la Europa de Francia del 84, el entonces presidente del Gobierno, Felipe González, llamó a los vestuarios del “Benito Villamarín” para felicitar al seleccionador, Miguel Muñoz, a quien le dijere: “Miguel, enhorabuena porque el país estaba necesitado de una victoria como esta.” En efecto: ese diciembre lluvioso había enlutado el país con casi trescientos muertos en dos accidentes en Barajas; en la discoteca “Alcalá 20” de la capital murieron setenta y ocho jóvenes… En medio de la tristeza generalizada, la alegría inesperada. Fútbol y política, fútbol y literatura, han ido siempre unidos de la mano como una pasión y calvario que uniere a espectadores de excepción, hinchas furibundos y simples aficionados que lo consideraren, por encima de todo, un pasatiempo entre una lucha “inter pares”.
El dramaturgo extremeño Manuel Martínez Mediero calificó el fútbol como “calvario” en su discurso de aceptación de la Medalla de Extremadura en septiembre de 1999: “Soy –dijo-- socio de pago del Club Deportivo Badajoz, porque algún calvario tiene que tener uno en esta vida.”
Kipling inició en 1880 una mala relación entre fútbol y política, al hablar de esas “almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan.” Jorge Luis Borges lo definió como “civilización y barbarie”; pero, gracias a la televisión, el fútbol, como los toros, y su utilización por intereses políticos, no pasaron a mejor vida, sino que fueron espejo de la vida misma: la pasión y el calvario.
Memorable fue la “Oda a Platko”, de Rafael Alberti, dedicada al portero del Barcelona, el húngaro Platko, quien, en 1928, asistió como espectador al primer partido de los tres de la final de la Copa de España que daría la victoria a los catalanes frente a la Real Sociedad , en tiempos en que los partidos no se resolvían por penaltis, sino al mejor de tres. “Cuando la Real estaba achuchando la portería catalana, su delantero centro Cholín, en una posición envidiable, avanzó hasta la portería. Cuando el gol parecía inevitable, el guardameta Platko realizó una gran estirada y se arrojó sobre el pie del jugador donostiarra conteniendo así el tiro, pero a cambio de recibir en la cabeza el golpe destinado al balón. La patada fue brutal. Platko quedó conmocionado y tuvieron que retirarle del campo para aplicarle seis puntos de sutura en la herida ensangrentada”, según un cronista de la época. Alberti, emocionado, escribió su célebre oda:
“Ni el mar
Que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
Rubio Platko de sangre,
Guardameta en el polvo,
Pararrayos…”
Rafael Celaya, hincha del equipo donostiarra, lo vio de manera diferente y lo contó en su “Contraoda del poeta de la Real Sociedad ”, convencido de que el triunfo barcelonista se había producido gracias a la ayuda del árbitro. A su muerte, en 1991, los jugadores de la Real , llevaron brazaletes negros durante un partido contra el Atletic de Bilbao. Decía así su “Contraoda”:
“Y recuerdo también nuestra triple derrota
En aquellos partidos frente al Barcelona
Que si nos ganó, no fue gracias a Platko
Sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
Al aire, felices, como pájaros libres,
Asaltaban la meta defendida con furia
Y nada pudo entonces toda la inteligencia
Y el despliegue de los donostiarras
Que luchaban entonces contra la rabia ciega
Y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado…”
La vida sigue y, como no hay dos sin tres, el fútbol llora hoy la muerte de Manolo Preciado, el ex entrenador del Sporting, que mañana viernes se disponía a tomar posesión del Villareal. Todo pasa: el triunfo, la derrota, la pasión y el calvario del fútbol como pasión. La vida no perdona ni a las jóvenes promesas de jugadores y entrenadores, porque el fútbol puede ser una pasión, pero nunca un calvario que nos lleve hacia ella.
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