Hay un tiempo para la vida y otro tiempo para la muerte. La vida es una carrera con obstáculos hacia la muerte. Nada puede parar esa maratón, aunque intentemos impedirlo. Cada día de vida es un día menos para la muerte. Los segundos, los minutos, los días que pasan, no volverán a ser los mismos ya vividos. Y en este tráfago de la vida, en este discurrir inexorable del tiempo, mueren hasta quienes cantaban la vida, hasta quienes luchaban contra la muerte.
Jesús Pascual (58 años) había elegido la vida antes que la muerte; prefirió la vida a la muerte y dejó de ser alcalde de Albalá para oponerse al almacén nuclear de su pueblo, locomotora de muerte y no luz de vida. Ejercía la medicina en Cáceres. Hacía tiempo que hubiéremos notado su ausencia en el Centro de Salud, junto a quienes hacen de su profesión una vocación entregada a dar más vida a los demás, como Juan Alcázar, en Medicina de Atención Primaria, o Pedro Martín, Sagrario y Emilia, en Fisioterapia, en quienes la profesionalidad culmina. Un día preguntamos por él, y nada pudieron respondernos; le habrán trasladado, supusimos. La vida que defendió se lo ha llevado a temprana edad.
Luis Regidor (64 años) había ejercido de profesor toda su vida. Enseñaba francés, la lengua culta y refinada de nuestro tiempo. Enseñó a sus alumnos, además de esa lengua, el mundo en el que habitare la lengua misma. Cantó a la vida, cantó al amor. Premio “María Antonia Fuertes” a su dedicación a la enseñanza hace apenas una semana, le vimos rodeado de la gratitud de las jóvenes vidas de sus alumnos, y la vida, que no sabe de edades, se lo ha llevado.
Agustín Villar Ledesma (68 años) veló por la pulcritud en las relaciones laborales. Fue dieciocho años delegado de Trabajo de la Administración Central en Cáceres; pero también poeta. Hubimos más de un encuentro para hablar de trabajo y también de literatura. Se fue sin hacer ruido, cuando acababa de estrenar despacho.
Rafael García-Plata Quirós (71 años) confió la densidad de su tiempo a los libros extremeños y a su trabajo. Lejos de Extremadura, estaba en ella permanentemente y a ella volvieron sus cenizas hace pocos días. Nada tan importante como la vida para vivirla, atesorando el pasado de los libros, pensativo de los remedios para sostener la vida.
“Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a amargas dificultades”, decía Cervantes. Constreñidos por las dificultades de nuestro tiempo, no reparamos en la vida, en la fugacidad del tiempo. “Partimos cuando nacemos/andamos mientras vivimos/y llegamos/ al tiempo que fenecemos/ así que cuando morimos/ descansamos”, cantaba Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre.
El tiempo es vida y vivimos el tiempo sin la consciencia de vivirla; es oro el tiempo y se nos escurre entre los dedos sin aprehenderlo. Nos acomodamos con el tiempo, conformistas de la ocasión, y perdemos el tiempo, el tiempo perdido, sin sacar provecho al tiempo, Nos sobra tiempo y buscamos tiempo para el tiempo, Solicitamos tiempos muertos cuando estamos en plena posesión del tiempo, y el tiempo es vida. Damos tiempo al tiempo y no nos llega el tiempo. Dejamos las cosas al tiempo y el tiempo nos devuelve a la realidad del tiempo. Jugamos con el tiempo y el tiempo nos deja fuera de tiempo. Anhelamos tiempo para matar el tiempo y nos mata el tiempo en su devenir. Tiempo sin vida, vida sin tiempo, para vivir el tiempo que nos da la vida…, tiempo de nuestras vidas, vidas de nuestro tiempo, que nos dais la vida y no os damos el tiempo…, al azar de la rosa de los tiempos, norte del tiempo, sur de la vida, cuando el tiempo concluye y la luz se hace otro tiempo más allá del túnel de la vida…
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