Nunca hubiere podido imaginar José Villalonga, el
seleccionador español de fútbol que ganare a la URSS la primera Eurocopa de
Fútbol en 1966, con los célebres goles de Pereda y Marcelino, que, cuando
decía, en vísperas de la concentración, que "tenemos que ver cómo están
los italianos" (se refería a los dos de Helenio Herrera en el Inter: Luis
Suárez y Peiró, y a Luis del Sol, que jugó primero en la Juventus y después en
la Roma), que en el inicio de la Liga 2013-2014, no solo tres, sino hasta 300
jugadores españoles de fútbol militaren en equipos de los cinco continentes y
que 14 entrenadores dirigiesen los destinos de otros tantos equipos, entre
ellos los de tres selecciones extranjeras: Enrique Llena, en Nicaragua; López
Caro, de Arabia Saudí; y Benito Floro, de Canadá.
Es cierto
que el fútbol como deporte colectivo y de figuras individuales, es una marca de
España en el mundo. Los éxitos de "la Roja", tras el triplete europeo
de 2008, el Mundial de 2010 y el último Europeo de 2012, más los éxitos de las
selecciones inferiores --los cuatro campeonatos europeos de la Sub 21; el
campeonato mundial de la Sub 20 en el 99 y los dos subcampeonatos en el 85 y en
2003-- han añadido un plus que el fútbol
español mereciere, más allá de la medalla de plata de 1920, en la Olimpiada de
Amberes; el cuarto puesto en el Mundial del 50 en Brasil o el primer Europeo de
Selecciones de 1966. El fútbol español era mucho más que eso, aunque los triunfos
que ahora llegaren, entonces se le negaren. Baste recordar que solo un
futbolista español de origen --Luis Suárez, entonces en el Barcelona-- ha sido
el único Balón de Oro en 1960--, aunque sea preciso añadir que Di Stefano, ya
nacionalizado español, aunque argentino de origen, lo fuere también en 1957 y 1959, para subrayar que España no
contare para casi nada hasta ahora en el planeta del deporte rey, que de la
llamada Liga de las estrellas ha pasado a ser una Liga en venta, como subraya hoy en su crónica
titulada "La Liga del éxodo" el diario "El País".
Si la
juventud española huye a otros países europeos en busca del pan que en su país
se le negare, los futbolistas lo hacen por razones bien distintas: porque ganan
más; porque sus clubes se ven obligados a vender su principales activos para
reducir una deuda tan asombrosa como injustificada, ante la que ahora se
empieza a hacer frente tras los años de bonanza, obligados por el Consejo
Superior de Deportes; porque aspiran a subir a lo más alto en una profesión que
tiene una meta prefijada por la edad; y, en fin, porque la Liga de las
estrellas es cosa de dos: del actual campeón y del subcampeón, el Barça y el
Real Madrid, no solo por presupuestos y estrellas, sino porque se llevan la
mayor parte de una tarta --los derechos televisivos--, que ahora también se
trata de reducir.
Mientras
que, en los últimos siete años, se ha quintuplicado el número de los
jóvenes españoles que emigran, según denunciaba hace unos días UGT, con motivo del Día
Internacional de la Juventud, las causas son bien distintas a las de los
jóvenes futbolistas que han brillado en la Liga de las estrellas: la falta de
empleo y las malas condiciones laborales, aunque no encuentren el paraíso prometido
por la precariedad endémica europea, no son razones suficientes para que los
poderes públicos contribuyan a dejar escapar las generaciones mejor preparadas,
no mejorando el sistema educativo y adaptándolo a las necesidades del sistema
productivo. No pueden ser unos las Perseidas de san Lorenzo y los más, los
condenados de un sistema que no valora por igual méritos tan distintos y
distantes, que paga por fichar a un
suplente de primera lo mismo que el presupuesto de un club de la misma
categoría, y que, además, debe dinero a Hacienda y a la Seguridad Social. Un
futbolista es una inversión de presente, mientras que un joven formado, un
investigador o un becario del CSIC, lo fueren de futuro. Ya lo decía nuestra campeona
mundialista en natación, Mireia Belmonte, cuando afirmaba días pasados que, a
pesar de ser la primera mujer en bajar de los ocho minutos en la historia de la
natación, es más importante el rumor de un
fichaje o el color de pelo de Sergio Ramos, en referencia a su record de los ochocientos libres
en piscina corta, en los recientes Campeonatos del Mundo de Berlín, y a las
ayudas que reciben los futbolistas frente a las que se dan a los atletas.
El
reciente "caso Falcao", al que, según parece, ya no le interesa estar
en el Mónaco, porque hay que pagar impuestos a Francia, sería similar en España
si la mano dura para unos fuere igual para todos; y los que unos tienen de más,
a otros se les hurtare. Parece que no basta con la lección aprendida de
históricos del fútbol español desaparecidos por las deudas que no pudieren
pagar: el Salamanca, el Linares Deportivo, el Granada 74, el CP Mérida (actual
Mérida UD, en Tercera), el CD Logroñés, el Club Deportivo Malacitano (actual
Málaga CF), el CF Extremadura (actual Extremadura UD, hoy en Tercera), o el
Club Deportivo Badajoz (actual Badajoz 1905, ahora en Regional Preferente). O
mano dura para todos, o la Liga de las estrellas será pronto otra burbuja, que
estallará aquí y se marchará al exilio, como los otros jóvenes españoles de
hoy...
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