No hubiere habido quizás
otro presidente de una Cámara legislativa en democracia que tuviere más
paciencia que Manuel Marín, presidente del Congreso de los Diputados
(2004-2008), en la segunda legislatura de Zapatero. Hubo de aguantar burlas,
chanzas, zapatazos, risotadas... de la bancada popular, sin que su ánimo
--templado en las largas negociaciones de Bruselas antes de la entrada de
España en la Unión Europea- se alterase más allá de la prudencia de quien
ostenta la potestas, además de la auctoritas, que se le supone.
Sin embargo, el diputado popular hoy por Murcia, y en
aquella legislatura por Valencia, Vicente Martínez Pujalte, famoso por sus
broncas durante la última legislatura del gobierno socialista, acabó con la
paciencia del presidente Marín. Durante un debate sobre Afganistán, Pujalte
protagonizó tal algarada con insultos y pataleos, que el presidente de la
Cámara hubo de expulsarle. El diputado abandonó el hemiciclo haciendo
reverencias burlonas al presidente y a la bancada socialista. Se da la
circunstancia de que el diputado popular es numerario del Opus, cuyos miembros tienen
votos de pobreza, castidad y obediencia, y se vio obligado a abandonar su vida
de castidad para poder casarse con la secretaria de Estado de Turismo desde el
31 de diciembre de 2011. Pujalte pasó a la historia por ser el
primer diputado expulsado del Parlamento por su comportamiento
y no por afeitarse el bigote para contraer nupcias. Un mal ejemplo y estigma
para su señoría que, a su condición de representante del pueblo, unía la de ser
miembro de una Obra que le compromete todavía más en la ejemplaridad que
también se les supone.
No sabemos si el diputado socialista Antonio Rodríguez
Osuna, habrá tenido el honor de ser el primer expulsado en la historia de la
Cámara regional. Lo que sí está claro es que los anteriores presidentes tenían
más paciencia y aguante, más auctoritas,
que el actual presidente popular, quien, en apenas dos minutos y medio, le
expulsó tras darle dos `advertencias´ e instarle a la tercera a "abandonar
el hemiciclo"..., por lo que consideró un gesto ofensivo hacia él, al
reprocharle que se había tocado la cara con la mano y señalarle con el dedo
índice, como diciendo "vaya
jeta tiene la presidencia", según su propia
explicación, y que negaba a continuación con expresivos gestos el diputado.
El presidente de la Cámara regional, Fernando Manzano,
mezcla y confunde, más veces de lo que fuere deseable, su papel institucional
como presidente de la institución --la potestas,
que le asiste en plenitud por elección-- con su rol político como hombre de
partido (es el secretario regional del PP) y tal circunstancia le hace perder
la auctoritas que se le supusiere.
De otro lado, en el mismo pleno se iba a votar una
propuesta de rechazo al proyecto de ley del aborto, que contaba con los votos a
favor del PSOE, IU y PREX-CREX, con lo que se produciría el resultado de 33 a
favor y 32 en contra. Cuando por segunda vez la izquierda hubiera podido ganar
una votación en la actual legislatura (recordemos la votación de noviembre de
2012, cuando un diputado socialista se equivocó en la votación a favor de
suprimir la paga extra a los funcionarios, que se ganó por 33 votos a favor
--los 32 del PP más el del diputado socialista- y 32 votos en contra, los 29
del PSOE más los 3 de IU), muchos han sospechado en la rapidez del presidente
en expulsar a un diputado socialista para no perder la votación antes que en su
auctoritas para mantener el orden en
el hemiciclo. En la pasada legislatura, algunos de los suyos, hoy en cargos
institucionales, hacían más gestos y reproches con las manos y con la voz a los
portavoces socialistas en la tribuna, y nada pasare...
En el Derecho Romano se entiende por auctoritas una cierta legitimación socialmente reconocida, que
procede de un saber y que se otorga a una serie de ciudadanos. La auctoritas la ostenta aquella
personalidad o institución, que tiene capacidad moral para emitir una opinión
cualificada sobre una decisión. Si bien dicha decisión no es vinculante
legalmente, ni puede ser impuesta, tiene un valor de índole moral muy fuerte.
El concepto de auctoritas se
contrapone al de potestas, o poder socialmente
reconocido.
Cómo entender, pues, la potestas. El mismo Derecho Romano entiende por tal el poder
socialmente reconocido, que ostenta la autoridad que tiene capacidad para hacer
cumplir una decisión. ¿Qué línea divisoria delimita ambos términos? Para
algunos autores, como Mikel Agirregabiria, el matiz distintivo estriba en que
la auctoritas se ejerce con
flexibilidad, diálogo y contando con las opiniones de los demás. Rafael Domingo,
recuerda la precisión de Álvaro D' Ors, entre auctoritas como saber socialmente reconocido, y potestas como poder socialmente
reconocido.
Para otros autores, como David Devesa, de la Universidad de
Navarra, la auctoritas era una forma
de legitimación social que procedía del saber, de la valía, una capacidad moral
para emitir opiniones cualificadas que eran valoradas por la comunidad y que,
aunque carecían de valor vinculante legalmente, su fuerza moral era innegable.
La potestas, sin embargo, hace
referencia a la capacidad legal para tomar decisiones; al cargo, al liderazgo
formal. Lo idóneo, según este autor, es que para el ejercicio de cualquier
liderazgo o cargo, sea precisa la concurrencia de auctoritas y potestas,
aunque, en ocasiones, se hacen visibles dos estilos diferenciados de liderazgo.
No puede haber un liderazgo basado solo en la potestas sin la concurrencia de la auctoritas, que es lo que le pasa a Manzano, que deja hacer a los
suyos, mientras a los demás no les pasa ni una. Sencillamente, porque no une potestas con auctoritas. La primera se le supone; la segunda se pone en cuestión
en casos como el citado.
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