María Aguado tiene 17
años; es de Socuéllamos (Ciudad Real); aspira a ir a la universidad. Su padre y
su hermano mayor, de 22 años, están en paro; su madre es ama de casa. Cuida de
ellos. María está preocupada por su presente y futuro, como casi el millón de
españoles que nada tienen para vivir, pero a quienes aún les queda dignidad y
más amor a su país que el de los políticos que nos esquilman y nos llevan a la
ruina, fueren del signo que fueren.
María ha tenido un atrevimiento: escribir al presidente
del Gobierno, de
tú a tú, de persona a persona, porque piensa que lo
es. Cuando se supo su intención, se rieron de ella, porque la carta nunca
llegaría a sus manos; y ella les contestaba: "Sólo está perdido el que
deja de luchar; el no ya lo tengo." No pertenece a ningún partido,
"porque ninguno ha cumplido su palabra ni ha hecho que crea en
ellos". María solo tiene un sueño: seguir formándose para poder trabajar
en lo que desea, para ayudar a las personas y lograr sus metas. Y para
conseguir eso, cree que lo más importante en esta vida es la salud y la
educación, "casualmente, lo que más se está recortando", y le
recuerda a Mariano que, en este último campo, retrocedemos a la antigüedad, en
la que solamente podían estudiar los hijos de los ricos. Recuerda la nota de
corte impuesta por el ministro Wert para lograr una beca: un 6,5, y le hace
notar que él no logró esa nota de media.
No entiende María cómo gracias a las política de su
antecesor, Zapatero, como a las de Mariano Rajoy, "los ricos han visto
crecer su fortuna y los pobres, su miseria", convirtiendo a nuestro país
en uno de los mayores con más desigualdades de la tierra, con 3 millones de
españoles con pobreza severa, y mientras los políticos hablan de derechos, los
únicos que se ven son los suyos, porque "no todos somos iguales ante la
ley", y se pregunta: "¿No entiendes que necesitamos un gobierno que
luche contra la pobreza, no contra los pobres?"
María le dice a Mariano que hay distintas formas de
matar: quitar el pan, no curar a los enfermos, meter a alguien en una mala
vivienda, torturar hasta la muerte... "Vivimos --le dice al presidente del
Gobierno-- en una democracia basada en leyes dictatoriales debido a la mayoría
absoluta que tenéis." Va aún más allá: se atreve a pedirle una cita,
porque seguramente no leerá su carta, y le ruega a quien lo haga por él que le
haga llegar sus palabras. ¿Qué pretende María?: aclarar algunas asuntos con él
para entender lo que está pasando. Sus sueños son tantos que no caben en la
urna. "Por favor, dadme la oportunidad de hablar contigo, con Mariano Rajoy,
no de ciudadano a presidente, sino de persona a persona." Le anuncia que
el día 18 por la mañana visitará el Congreso; le da sus datos personales; le
pide respuesta y lo que otros jóvenes pidieron en su día a su predecesor:
"No me falles, por favor", porque no se considera "una niña
cualquiera. Déjame demostrártelo".
Ha removido María las conciencias en las redes sociales.
La mayoría aplaude su madurez y atrevimiento y se muestra de acuerdo con ella.
No conocemos otra respuesta de Mariano más que la que ofreció el domingo en
Valladolid: "Los españoles nos hemos ganado un fundado derecho a la
esperanza..." ¿Dónde?, se pregunta María y los 4,8 millones de parados,
cuando el año se estrena con la destrucción
de 184.000 puestos de trabajo, incluidos su padre y
su hermano. ¿La llamará Mariano, hablará con ella de tú a tú, la convencerá, le
aclarará sus asuntos en un mundo de confusión, resignado, no esperanzado, pese
a las palabras con que cada día nos obsequia la casta privilegiada...?
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