La estabilidad de
España, seña de la institución monárquica, encarnada por el Príncipe de Asturias, ha sido uno de
los motivos esgrimidos por el Rey
para dar cuenta a los españoles que le han movido a comunicarles su abdicación.
No hay por qué buscar otros, aunque se propalen, que él no
haya dicho. Ya ha asegurado que, al cumplir 76 años el pasado 5 de enero,
"consideré llegado el momento de preparar en unos meses el relevo para
dejar paso a quien se encuentra en inmejorables condiciones de asegurar esa
estabilidad". Ni su salud, pues, ni los resultados electorales de las
elecciones europeas del 25 de mayo --no extrapolables en ningún caso a las
legislativas, autonómicas y locales--, ni la bajada de su popularidad, pueden
considerarse motivos para la abdicación tras treinta y ocho años y casi siete
meses de reinado. El monarca ha dejado claro que, "guiado por el
convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles y una vez
recuperado tanto físicamente como en mi actividad institucional, "he
decidido poner fin a mi reinado y abdicar la Corona de España, de manera que
por el Gobierno y las Cortes Generales se provea a la efectividad de la
sucesión conforme a las previsiones constitucionales".
El rey Juan Carlos
ha subrayado que el Príncipe de Asturias
"tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad
necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del Estado y abrir una
nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el
impulso de una nueva generación", en el que contará con el apoyo de la
princesa Letizia, como ha indicado.
En la forja del futuro por venir, tras recordar la crisis y
sus secuelas en el tejido social, el Rey ha hecho hincapié en la nueva
generación "que reclama con justa causa el papel protagonista, el mismo
que correspondió en una coyuntura crucial de nuestra historia a la generación a
la que pertenezco". Ha defendido el derecho de esa generación "a pasar
a la primera línea..., con nuevas energías, decidida a emprender con
determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está
demandando y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del
mañana".
No ha olvidado Don
Juan Carlos manifestar su "orgullo y gratitud" a todos los españoles por el
apoyo recibido y "por lo mucho y bueno que me habéis dado"; al pueblo
y a todos cuantos le han ayudado a cumplir sus funciones; así como a la Reina, "cuya colaboración y
generoso apoyo no me han faltado nunca".
Tampoco ha pasado inadvertido el escenario del que se ha
rodeado para su intervención: sentado a la mesa de su despacho, con las
banderas nacional y europea a su derecha y, a su izquierda, dos retratos
significativos: el primero, él con los dos herederos: el Príncipe de Asturias y la infanta Leonor; y el segundo, con su
padre, D. Juan de Borbón --el heredero desheredado por el Generalísimo Franco--. de quien heredó, tras la convocatoria de las
primeras elecciones democráticas de 1977, el legado de la Monarquía española.
Según la Constitución Española de 1978, "la forma
política del Estado español es la Monarquía parlamentaria" (artículo 1.3).
Sin embargo, ya en 1947 Franco
promulgó la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, que se refería a su
sucesión, y en la que se establecía España como Reino, y que el sucesor sería
propuesto por él mismo y tendría que ser aprobado por las Cortes. La citada ley
fue aprobada en referéndum el 6 de julio de 1947 con el 93 por ciento de votos
a favor. Franco propuso a Don Juan Carlos sucesor a título de rey
a las Cortes el 22 de julio de 1969, saltándose el orden sucesorio natural que
correspondía a su padre. En 1976, la Ley para la Reforma Política (1/1977, de 4
de enero), aprobada el 18 de noviembre de 1976, es sometida a referéndum el 15
de diciembre del mismo año y aprobada por el 94,17 por ciento de votos a favor.
Esta ley será la que permita articular la transición española de un régimen
dictatorial a la monarquía parlamentaria declarada en la Constitución, aprobada
también en referéndum, el 6 de diciembre de 1978, con el 81 por ciento de los
votos a favor.
El primer paso, la abdicación, lo ha dado el Rey esta
mañana; el segundo lo propone mañana el Consejo de Ministros al aprobar una ley
orgánica que hará llegar a las Cortes, de acuerdo con lo establecido en el
artículo 57.5 de la Constitución: "Las abdicaciones y renuncias y
cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la
Corona se resolverán por una ley orgánica", aún no aprobada, y que lo
sería en breve por el procedimiento de urgencia. El Príncipe se convertirá en
rey una vez se haga efectiva la abdicación y, según el artículo 61.1 de la Constitución,
"El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento
de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución
y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades
Autónomas". En el momento en que Felipe
VI se convierta en rey, la infanta Leonor
pasará a ser automáticamente Princesa de Asturias. Quedan por definir el
régimen jurídico del Rey y la Reina, sus tratamientos, e incluso el orden
sucesorio, en el caso de que el nuevo rey tuviere un hijo varón..., aunque los
juristas discrepan en este caso, ya que la infanta Leonor sería la heredera, de acuerdo con el artículo 57.1 de la
Constitución.
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