jueves, 29 de enero de 2015

SIN LIBERTAD NO HAY DIGNIDAD

 
           Hay muchos pobres, pero dignos; muchos ricos son pobres de espíritu: hubieren riquezas, mas no dignidad.  ¿Qué es antes: la libertad o la dignidad? Sin la primera no es posible la segunda. Hay que ser libres para hacer posible la dignidad. La libertad es consustancial al hombre, como la dignidad o la igualdad; empero, estas no residen muchas veces en nuestra voluntad, sino solo en boca de los predicadores que la anuncian, pero la restringen. La crisis nos ha robado la dignidad, aunque no la libertad. Nos roban la dignidad cuando no se hacen efectivos los derechos humanos y constitucionales: la vivienda, la educación, la salud, la igualdad..., sinónimos todos de la libertad.
          La gente clama cada día por derechos secuestrados durante décadas, que creían poseer, pero que ahora no tienen. Les han robado la dignidad; solo les queda la libertad, y con ella no se come. La libertad encarna la soberanía nacional; la dignidad, la persona. La primera se defiende con el voto delegado, responsable, que se entrega a personas honradas para que la hagan posible. No se delega la soberanía con la abstención pasiva (no ir a votar) o activa (voto nulo o en blanco); ni con votos entregados al albur del descontento, porque son todos votos perdidos, como fragmentos tirados al aire de nuestra propia libertad, que, quizá, la pueden enterrar cuando aquella hubiere vida por bandera.
          Para recuperar la dignidad pisoteada, hay que ser libres para reclamarla y defenderla. Nada se nos he dado solo por nuestra condición humana --aunque hubiéremos derecho--,  como el maná que nos llueve, pero que no alimenta. La persona es libre si es digna. El derecho a la vida es un río para la libertad y, tras ella, los derechos emanados de la propia condición humana, de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre que, en su artículo 1, dice: "Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros." ¡Qué bonita es la letra sin música! Libres e iguales, con razón y conciencia, pero sin libertad, pisoteada, enjaulada, aprisionada por leyes injustas redactadas por hombres que no hubieren ni conciencia ni razón, esas que nos abren el camino de la libertad e igualdad, y el resto de los derechos humanos, constitucionales, injustamente pisoteados, olvidados, quebrados, aunque nunca olvidados.
          La libertad hace posible el resto de derechos; pero los recortes a los humildes y necesitados, a las clases menos pudientes, ahoga la propia libertad humana. Sin trabajo no hay riqueza ni vida ni, por tanto, dignidad. Para qué te quiero, entonces, libertad, si no haces posible mi propia dignidad de ser humano, con sus derechos consustanciales... La libertad puede ser la razón y la conciencia, el alma y el corazón que nos distinguen como personas; pero sin dignidad, qué somos: todos, nacidos iguales... Tan solo la vida y la muerte nos igualan; pero en este tránsito vital, olvidamos algo importante: no es posible la libertad sin dignidad. Fragmentamos la democracia, la vaciamos de contenido, si no ejercemos nuestra libertad, condenados en vida a vivir como seres indignos, aun con nuestra íntegra libertad: sin casa, sin salud, sin educación, sin igualdad..., recortada donde más duele, para que la libertad no sea posible, porque nos han robado la dignidad. ¿Dónde está, patria nuestra, que "nuestro Estado propugna como valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político" (art. 1.1 CE) o aquel que reza: "La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social." (art. 10.1 de la CE). La dignidad, como los derechos, son inherentes al ser humano; universales, inalienables, inviolables, imprescriptibles..., pero no sin libertad.
 

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