domingo, 26 de abril de 2015

TRÁNSFUGAS, PRÓFUGOS Y DESERTORES

 
           Es tránsfuga o tránsfugo (voz admitida por la Academia), la persona que pasa de una ideología o actividad a otra; la persona que con un cargo público no abandona este al separarse del partido que lo presentó como candidato; el militar que cambia de bando en tiempo de conflicto; la persona que huye de un lugar a otro..., definiciones todas contempladas en el Diccionario. Hay una sinonimia similar en todos los sustantivos, que parece unirles en el significado y significante; es decir, fonemas o secuencia de ellos que, asociados con un significado, constituyen un signo lingüístico.
              Un prófugo es un fugitivo, un desertor, un evadido, un tránsfuga, una persona oculta o perseguida. Un desertor, en la sinonimia militar, es un traidor, un prófugo, fugitivo, desleal o infiel... Sin embargo, hay otras acepciones que se oponen frontalmente al significado exclusivo que los hablantes desean dar al vocablo tránsfuga o tránsfugo; es decir, se oponen en contraste de sentido en lo que entendemos como primera y única acepción. Si bien en el vocabulario militar,  las acepciones todas del vocablo casan más con lo que entendemos por tránsfuga, no siempre ha sido así. Hay significados que no valen ya para expresar lo que antes se quería decir. Eras prófugo si no te presentabas a filas, o te tallabas cuando fueres llamado por tu ayuntamiento para ello. No obstante, a raíz de la Constitución Española de 1978, la Ley 22/1998, reguladora de la objeción de conciencia y de la Prestación Social Sustitutoria (BOE, 07/07/1988) --que sustituía a la Ley 48/1984, de 26 de diciembre, por las críticas de numerosos sectores juveniles-- nos indujo a confundir los vocablos objetor e insumiso, como si fueren sinónimos. Muchos llamados a filas eran considerados como tales y sufrieron penas de cárcel, de acuerdo con las leyes del antiguo régimen. La  nueva ley vino a regular, con las debidas garantías, la objeción de conciencia, reconocida en el artículo 30 de la Constitución. Otra cosa es la insumisión, la rebeldía, la desobediencia a una ley con la que no estuviéremos de acuerdo o que nos pareciere injusta. El objetor es reconocido; el insumiso es proscrito socialmente.
              Hubo objetores e insumisos a la mili y hay, en estos tiempos, insumisos constitucionales. La objeción de conciencia, la insumisión, nacen hoy no solo en la juventud rebelde por naturaleza, sino en los padres de los poderes públicos que, en las Cámaras regionales o en las Cortes Generales, hacen caso omiso, tras jurar o prometer la Constitución y las leyes, de declarar expresamente su lealtad al Rey, porque hubieren otra ideología, o bien de no cumplir leyes aprobadas, o cambiarlas por los medios legales, sino de ignorarlas o desobedecerlas, ya sea la independencia de su Comunidad de la nación española, la ley de educación o el aumento de la velocidad permitida en autovías o carreteras nacionales, incluso las sentencias judiciales. Los ejemplos serían múltiples... Cómo llamar a estos padres de la Patria: tránsfugas, prófugos o desertores... ¿No fuere tránsfuga quien, elegido candidato por un lobby de presión del partido, se pasare después al jefe de filas de turno, abandonando al oficial que le designare a dedo en listas de legislaturas anteriores? ¿O aquellos militantes que tan solo sirvieren a sus partidos para ser interventores de mesa o se dignaren trabajar solamente en campaña para que se les tenga en cuenta tras un presunto triunfo electoral de los suyos? No son tránsfugas los desahuciados de su casa por los bancos a causa de la crisis o por carencia de trabajo. Sí lo son los canallas, o personas despreciables, y de precedentes carentes de moral, y a veces delictivos. No todos son tránsfugas, y aquel que no lo fuere, que tire la primera piedra.
              Hay múltiples circunstancias, casos y casuísticas por los que unos son considerados tránsfugas o prófugos. Sí es un tránsfuga el que se aparta de una ideología o actividad a otra; el cargo público que no lo abandona al pasarse a otro partido; quienes lo hacen por cambiar de signo un gobierno para el que no fueren elegidos; los coaligados que abandonan a sus padrinos en mitad de la travesía para caminar solos, cuando antes, a la sombra del paraguas político que les cobijó, lo hubieren todo sin dar casi nada... Son simplemente traidores a la causa que abrazaron; los que ven la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio... No son tránsfugas ni desertores, sino prófugos, los que huyen de la justicia o quienes piden asilo político por ser perseguidos a causa de sus ideas políticas o religiosas en su país de origen; si acaso fugitivos, huidos...
              Desde la restauración de la democracia, España ha evidenciado hasta la fecha numerosos casos sonados de transfuguismo político en casi todas las fuerzas, partidos y coaliciones. Ni la Ley Orgánica 03/2011, de 28 de enero, por la que se modifica la Ley Orgánica 05/1985, de 19 de junio, de Régimen Electoral General, ni el pacto suscrito por los principales partidos de la nación --PSOE y PP-- ha surtido los efectos perseguidos ni a nivel nacional ni autonómico. Cada uno ha ido por su lado, como peatones por aceras contrarias. Por recordar, baste hacerlo con los nombres de Rosa Díez, militante del PSOE entre 1997 y 2007, cabeza de lista al Parlamento Europeo en 1999 y número 2 en 2004, que permaneció en la Eurocámara hasta su abandono del partido. Competidora por la Secretaría General del PSOE en 2000, se separó del PSOE por su actitud en el proceso de paz con el terrorismo vasco y fundó Unión Progreso y Democracia (UPyD), de la que es portavoz desde 2009. En 2003, en la Comunidad de Madrid, dos diputados del PSOE impidieron el acceso al poder de su compañero Rafael Simancas y provocaron la disolución anticipada de la Asamblea, que abrió paso a la popular Esperanza Aguirre. En 1993 triunfa en Aragón una moción de censura contra el presidente Emilio Airoa (PAR), que gobernaba con el apoyo del PP, gracias al apoyo del PSOE, e IU y un tránsfuga del PP. En la Comunidad Valenciana, en 1991, el ex presidente de la Generalidad Valenciana, Eduardo Zaplana, del PP, llegó a la alcaldía de Benidorm gracias al voto de un tránsfuga socialista. En 1999, en Ceuta, la deserción de una diputada socialista permitió el acceso del GIL al gobierno de la Ciudad Autónoma. El economista Ramón Tamames (PCE) fue primer teniente de alcalde de Madrid con el profesor Tierno Galván entre 1979 y 1981, gracias al pacto entre PSOE e IU. Participa en la creación de IU en 1986 con su Federación Progresista (FP), por la que es elegido diputado. En 1987 abandona su FP e ingresa en el CDS, aunque lo abandonó tiempo después. Podríamos seguir..., porque en todos los partidos, comunidades y pueblos, cuecen habas.
 

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