El mundo del cine y el
teatro --que es decir una parte importante del mundo de la cultura-- aprovecha
de unos años a esta parte sus galas o ceremonias de clausura de festivales,
para exponer sus reivindicaciones. Si lo hacen todos los colectivos sociales,
por qué razón no habrían de hacerlo quienes, en sus interpretaciones diarias,
nos dan a conocer la recreación del gran teatro del mundo, con sus problemas y
preocupaciones, afanes y miserias, de hombres y mujeres, que parecen perdurar a
lo largo del tiempo, como si este se hubiere detenido, en lugar de su
inexorable recorrido hacia la hora final.
No hacía falta, pues, trasladarse otros dos mil años
hacia adelante --si es que la humanidad perdura hasta entonces-- para efectuar
un viaje por el tiempo desde el origen del teatro y subrayar su subsistencia a
través de la historia (Carlos Sobera,
presentador de la gala de los premios Ceres 2015). El teatro subsume per se la humanidad toda que, no por
alejada en el tiempo y en edades, recrea sobre la escena las pasiones y
frustraciones de una humanidad que parece no haber cambiado desde los tiempos
en que los primeros autores teatrales (Esquilo,
Sófocles, Eurípides o Aristófanes...)
llevaren a ella la tragedia o la comedia, los mitos y leyendas, los antiguos
rituales religiosos, las guerras, las fiestas asociadas a ritos religiosos
--desde las dionisíacas hasta las didascalias-, en las que los problemas, la
moralidad y las acciones alcanzan el primer plano de las preocupaciones de los
dramaturgos.
La gala que ayer noche puso punto final al LXI Festival
Internacional de Teatro Clásico de Mérida 2015 con la entrega de los premios
Ceres, concitó en su escena, y fuera del recinto, dos reivindicaciones
distintas y distantes. De un lado, dentro se reivindica la memoria histórica y
la cultura, y al propio teatro que nos acoge, como signo de la justicia que le
fuere propia, contra una política cultural que tiende a cercenarlo. El IVA
cultural, contra el que ya se pronuncia desde su implantación el mundo del cine
en la gala de los Goya, fue aquí nunca mejor teatralizado por José Sacristán, premio a toda una
carrera de la mano de su predecesora, Concha
Velasco. Sacristán remedó a Camus en su frase "La necesidad es
homicida", transformándola por "La necedad es culturicida"; es
decir, ambas matan, en un claro aviso a la política cultural del Gobierno de la
nación, que tantas empresas ha cerrado en este campo, como también se recordó.
El dramaturgo Alberto
Conejero reivindicó "la memoria como un espacio de justicia",
además de la memoria histórica al recordar a "esos españoles que siguen
buscando a sus familias en las cunetas". (Véase elmundo.es/cultura, de 28/08/2015).
Aunque estemos en el Año Internacional de la Luz, y la
gala estuviere adornada por mappings (aplicación
de las nuevas tecnologías a la expresión artística) que representaban el origen
del mundo hasta el 4015 (dentro de dos mil años, otros dos mil más de los que
hubiere el teatro, aun largo tiempo hibernado), que hacían desaparecer la
escena para elevarla de nuevo sobre su lugar original, y las apelaciones a la
continuidad del teatro a pesar de las dificultades, incluida la gratitud al
Presidente Vara por haberles dado
continuidad, por parte del presidente
del jurado, Antonio Resines, estaba
de más que el propio presentador viajara en el tiempo en un desdoblamiento del
personaje para reafirmar la continuidad del teatro. (¿Vivirá él en el 4015 para
presentarla?).
Por lo demás, lo mejor fue esa combinación de palabra,
sonido y luz; el recuerdo a los actores fallecidos, con especial mención a la
última, Lina Morgan; las
presentaciones que actores y actrices hicieren con vestuario original y
recreación de pasajes de autores clásicos para llamar a los premiados; y
especialmente, esa integración del público con el teatro romano cuando el
presentador y José Mercé invitaron a
cantar el estribillo de la canción "Al alba" de Eduardo Aute: "Presiento que tras la noche/ vendrá la noche
más larga,/ quiero que no me abandones/ amor mío, al alba.". No faltó Luz Casal --quien pensare hace unos
años que no volvería a hacerlo, y allí estaba-- con su "Almas
gemelas" (2013).
Fuera del teatro, los activistas de los Campamentos
Dignidad y otros colectivos de izquierda protestaban contra lo que consideran
un derroche de dinero público en detrimento de otras necesidades más
imperiosas. Ya el presidente de la Comunidad, Fernández Vara, ha dicho que su continuidad dependerá de la financiación
privada, como la secretaria general de Cultura, Miriam García Cabezas, manifestó el lunes en la presentación del
acto que esta será la última edición de los galardones en la que su financiación
"salga únicamente de las arcas públicas" (véase meridacomarca.com, de 24/08/2015), porque la actual estaba ya presupuestada por el
gobierno anterior.
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