El Rey concluye el
próximo martes la segunda ronda de consultas para proponer candidato a la
Presidencia del Gobierno tras recibir por la mañana a Pedro Sánchez (PSOE) y, en último lugar, al presidente del Gobierno
en funciones y líder del PP, Mariano
Rajoy. Tras esta segunda ronda de negociaciones, es posible que el Rey
designe de nuevo a Rajoy, siguiendo
la lógica de dar el encargo a la lista más votada o bien, si este, al no contar
con apoyos, renunciara por segunda vez a formar gobierno, y se lo encargara a Sánchez, que no rechazaría la
propuesta, e intentaría formar su gobierno progresista. Aunque tanto uno como
otro han mostrado su disposición a aplazar las negociaciones hasta que no
finalicen las audiencias, es posible que el monarca se tome su tiempo e incluso
abra una nueva ronda, una vez que el martes se dilucide una nueva propuesta y
comience la cuenta atrás con las dos primeras votaciones.
El rey Juan Carlos
no tuvo problema alguno en efectuarla tras cada ocasión que hubiere; pero la
aritmética electoral salida de las urnas el 20-D y el enrocamiento de unos y
otros a pactar, alienta un panorama de difícil salida que no fuere el de otra
convocatoria electoral, que certificaría
el fracaso de los partidos, y no el del cuerpo electoral. Nada ha aclarado el
previsto Comité Federal socialista de ayer
que no fuere la elección en primarias de su secretario general el 8 de mayo y
la ratificación de su nombramiento por el congreso del partido dos semanas
después (el 22); pero lo más urgente --la política de pactos, aunque anticipada
en el Comité Federal del 28 de diciembre-- se la saltó a la torera el
secretario general con su anuncio de consultas a las bases y al propio comité,
que deberían aprobarlas. Se lava, así, las manos ante su éxito o fracaso.
Aunque para unos el resultado sería vinculante, la última palabra siempre la
tendrán los órganos del partido, con lo que volvemos al punto de partida y Sánchez queda exonerado de un posible
fracaso.
Bajo el título "Tres alternativas y un
fracaso", Rafa de Miguel
analizaba el pasado viernes en El País
las cuatro alternativas posibles sobre la mesa: un gobierno del PP, con la
abstención del PSOE y Ciudadanos, imposible, porque no lo apoya el PSOE; un
gobierno del PSOE con el apoyo de Ciudadanos y la abstención del PP, que no acepta el ganador de las elecciones; un tercer
frente es el gobierno progresista auspiciado por Sánchez: Podemos, IU y PNV, que no apoyaría Rivera, ni incondicionalmente el PNV, y no está nada clara una
posible abstención o la incomparecencia de ERC y Democràcia y Llibertad, que, además,
han transmitido al Rey su "no" a la coalición PSOE-Podemos. Eso es lo que más preocupaba ayer en el Comité
Federal; sin embargo, esta última alternativa colisiona con la resolución del
28 de diciembre de
no pactar con fuerzas que propugnen la autodeterminación, el separatismo y las
consultas, que consideró innegociables. (Véase psoe.es.media, de 28/12/2005) El Comité
de ayer reiteró
serías objeciones a pactar con Podemos y un profundo rechazo a aceptar el apoyo
de los independentistas. (Véase politica.elpais.com, de ayer). Al pasar la pelota a los militantes, Sánchez se salva a sí mismo ante sus
críticos y asume la estructura asamblearia propia de los independentistas.
España no tiene cultura de pactos, como Alemania, Italia
o Francia. El Pacto de El Pardo, firmado el 24 de noviembre de 1885,
establecido entre dos amigos, pero ideológicamente opuestos, Antonio Cánovas del Castillo, líder del
Partido Conservador, y Práxedes Mateos
Sagasta, líder del Partido Liberal, permitió superar situaciones difíciles,
por la alternancia en el poder de los dos grandes partidos, y consolidar la
Constitución de 1876, que convirtió al país en una Monarquía Parlamentaria y
refrendó el bipartidismo y la alternancia propugnadas por Cánovas. La alternancia se cumplió rigurosamente hasta el asesinato
de Cánovas por el anarquista
italiano Michelle Angiolillo en
1897. Sagasta fue presidente entre
1881 y 1883 y sucedió a Cánovas en
los períodos 1885-1890 y 1901-1902. Cánovas
presidió el Consejo entre 1890-1892 y 1895-1897, y podría haber durado más, ya
que Sagasta ha sido uno de los
mayores ejemplos de supervivencia política de España, al ser reelegido en 1901,
tras ser el responsable del gobierno del Desastre del 98.
Morgan C. Hall,
historiador y diplomático, preceptor de Historia Contemporánea de la
Universidad de Columbia, y autor de diversos trabajos sobre Alfonso XIII y la Monarquía española, se
refiere en su trabajo "Alfonso XIII y la monarquía constitucional
española. 1902-1923", a los precedentes de las consultas del rey para la
formación del gobierno. Afirma que, "aunque quedan pocos rastros de las
consultas, la práctica instituida por la Reina Madre --María Cristina de Habsburgo-Lorena (1858-1929), madre de Alfonso
XIII, conocida como tal desde 1906 hasta su muerte--, de obligar a cada
prohombre a entregar su consulta por escrito, no fue mantenida por su hijo. En
algunas ocasiones, el rey llamó a consultas a uno o dos prohombres en lugar de
los cinco o seis de costumbre."
Sin embargo,
conviene precisar que la Constitución de 1876-1923, en su artículo 54.9, dice
que corresponde "al rey nombrar y separar libremente a los ministros".
La Corona tiene, pues, poder ejecutivo y
puede nombrar al jefe del Gobierno y los ministros. La Constitución de la II
República Española (1931-1939) dice en el
Título V, dedicado a la Presidencia de la República, y en su artículo 75, que
"el presidente de la República nombrará y separará libremente al
Presidente del Gobierno, y, a propuesta de este, a los Ministros. Habrá de
separarlos necesariamente en el caso de que las Cortes les negaren de modo
explícito su confianza". ¿Cuándo, pues, comienzan las consultas del Rey
para la formación del Gobierno? La Constitución Española de 1978, especifica en
el Título IV, Del Gobierno y de la Administración, artículo 99, en sus cinco puntos, las
consultas del Rey, tras cada renovación del Congreso de
los Diputados, para proponer un candidato a la Presidencia del Gobierno. (Véase
congreso.es/consti/constitución). Y en
esas estamos... Sin presidente del Consejo de Ministros --como se le conociere desde
la aprobación del Estatuto Real de 1834 hasta la Dictadura de Franco, cuando la
denominación cambió a la de presidente del Gobierno (con Carrero Blanco en 1973), término establecido oficialmente por la
Constitución de 1978, excepto en la II República, en que fuere conocido como
presidente del Poder Ejecutivo-- ni presidente del Gobierno... Veremos el
martes.
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