jueves, 11 de febrero de 2016

MÉRIDA EN "LA FAZ DE ESPAÑA", DE GERALD BRENAN

 
          Gerald Brenan publica en 1950 "La faz de España", uno de tantos libros de viajes en el que narra el que su esposa y él hicieron por el centro y sur de España en 1949. En doce capítulos --uno de ellos dedicado por completo a Mérida-- Brenan desentraña esa "faz de España" que tanto le atraía y donde quiso vivir y morir.
            El impenitente viajero inglés había visitado Mérida quince años antes (en 1934). "Era una tarde de verano -comienza diciendo--; el sol se ponía; una pálida luz rojiza caía sobre las murallas romanas y las torrecillas erizadas de nidos de cigüeñas. Tuve la impresión de una ciudad perdida, alejada de la civilización, en el remoto y desértico oeste." El segundo viaje comienza una mañana del 7 de abril de 1949, procedente de Badajoz. "El efecto fue totalmente distinto. Era primavera, esa estación irreal cuando la Naturaleza pone sobre esas tierras calcinadas por el sol un breve acertijo, de tal modo que los vívidos verdes de las acacias, los plátanos, las higueras y los olmos parecen no tener las habituales hojas, sino gallardetes colgando para decorar un carnaval."
            Brenan comienza su itinerario emeritense por la plaza del mercado, "atestada de gente del campo y, cuando bajamos a la calle principal, nos encontramos con nuevos tipos de gente, hombres altos moldeados por el clima con anchos sombreros sobre sus cabezas y largos látigos en sus manos y hermosas gitanas de lentos andares que nos dijeron que nos hallábamos en la región de España que había dado a México sus vaqueros y a Argentina sus gauchos. Las ruinas de Emérita Augusta, capital de la Lusitania romana, puede que estuvieran por allí, pero Mérida no era más que una pequeña ciudad provinciana, dedicada a la cría de ganado", observa. Visita el puente sobre el Guadiana, que "reptaba como un amarronado ciempiés sobre el lecho del río, apoyado en sus sesenta y cuatro arcos de granito". Observa desde él la ciudad y se encuentra con el "amigo policía periodista de Badajoz", que le habla del matadero, "el mejor de toda España", que "ha hecho que el nombre de Mérida sea conocido de un extremo a otro del país". Se pregunta Brenan si su amigo de Badajoz es un "espía de la policía" y se responde a sí mismo que "es un miembro de ese ejército de expósitos flotantes que se gana la vida de la manera más variada. Uno no necesita recurrir al pasado árabe para verlo como un país de nómadas, vendedores de loterías ambulantes y limpiabotas, vendedores callejeros y corredores de apuestas, contrabandistas y agentes a comisión, cesantes que tan pronto tienen trabajo como no." Como se ve, Brenan no solo anota lo que ve, sino que trasciende su visión preguntándose el porqué de las cosas y, en este sentido, apunta que "el sistema económico español es como un juego de las sillas vacías, en el cual solamente hay la mitad de sillas que de jugadores".
            Tras la comida, se dirige a visitar la basílica de Santa Eulalia, "una espléndida iglesia del siglo XIII con un techo artesonado". El párroco se la enseña. Cuenta la historia de la Mártir, sus tormentos y cómo tras morir, "una paloma blanca  (su alma)  surgió volando de su boca y ascendió a los cielos"... De la basílica se dirige al museo, "alojado en una iglesia cupulada del siglo XVIII". Subraya el visitante que "el auténtico tesoro de este museo reside en su colección de escultura visigoda, extraída de iglesias desaparecidas" y acentúa su impresión de que, "aunque España no es un país de ideas o descubrimientos atrevidos, existe sin embargo una sorprendente cantidad de talento artístico durmiendo en las distintas regiones"...
            Ahora, el visitante se sienta en la terraza de un café, instalada bajo un toldo, en medio de la plaza plantada con acacias. Observa desde allí "uno de los grandes rasgos de Mérida: las cigüeñas, que anidan en los muros  romanos, acueductos y pilares, "pero cuando no encuentran ninguno condescienden en hacerlo en la torre de una iglesia o en alguna porción sobresaliente del edificio de un convento, actitudes graves y dignas"...
            Para el viajero e historiador inglés, de los restos romanos que llenan desordenadamente Mérida, el más famoso es el teatro, que "ha sido inteligentemente restaurado", pero resalta que "más hermoso es el alcázar o fortaleza, que se alza escarpado sobre el río con sus corroídas piedras de granito y sus altos contrafuertes".
            Se pregunta Brenan por qué los romanos "crearon una ciudad de este tamaño e importancia en un lugar así" y responde con la tesis de Mrs. Isobel Henderson, una experta en la España romana, quien se lo hubiere explicado. "Mérida --dice--  fue construida por Augusto para ser su capital y centro administrativo... La Lusitania, la provincia que comprendía Portugal, Extremadura y la franja occidental de Castilla, había sido sojuzgada pero no asimilada; es decir, le faltaban ciudades y su economía era más ganadera que agrícola... Su propósito inmediato era proporcionar hogares y pensiones para veteranos y, a más largo plazo, desarrollar toda la región y educarla en las artes de la paz y la civilización. Su actual posición fue determinada por hallarse en la gran ruta hacia el norte, el Camino de la Plata, que iba de Sevilla a Astorga..."
            "Don Gerardo", como fuere conocido en la Alpujarras granadinas, "cansado de tanta contemplación, se va a caminar por el puente romano. Detiene su mirada en los hombres y mujeres, mulas y asnos, que regresan a la ciudad desde la otra orilla. Observa a las mujeres lavando ropa en los remansos y extendiéndola a secar; "al ganado indolentemente quieto, moviendo sus colas, y jinetes a lomos de caballos y mulas dejando beber a sus monturas... Uno nunca se cansa de la belleza de la luz y los escenarios de España..." Observa Brenan un paseo entre amigos, ese mirarse a la cara, tan distinto al comportamiento inglés, en el que dos hablan sin mirarse. "Los españoles son incapaces de conversar, como hacen los ingleses, sin mirarse... Todo es calor y amistad: las palmadas en la espalda, esos toques en el brazo, sirven para reafirmar."
            ¿Qué le queda al viajero por visitar? "Puesto que la mañana era más bien cálida, cruzamos la plaza en dirección a la iglesia parroquial de Santa María (hoy, concatedral del recuperado arzobispado que hubiere Mérida, cuyo metropolitano comparte su cátedra pacense con esta de la ciudad). "Es una iglesia medieval, iniciada en el siglo XIII, y ampliada en el XV con una corta y ancha nave y dos alas, en las que se abren las habituales capillas atestadas con el brillo de los sobrecargados ornamentos barrocos". Observa el visitante las ventanas, situadas justo debajo del techo, "de tal modo que la luz, entrando desde arriba, revela la configuración general de las paredes y bóvedas, pero deja abajo una penumbra que satisface a los sentidos". Le sorprende como la más hermosa que haya visto en este viaje, "a excepción tan solo de la Mezquita de Córdoba". Queda extasiado con las capillas, con su retablos tallados y dorados, sus extáticos Cristos y Madonas, sus complicadas volutas de yeso y apenas entrevistas pinturas  ennegrecidas por el humo. "Es en iglesias como esta, no relacionada por la Baedeker y a menudo desconocidas para cualquier otra guía, donde se descubren las principales alegrías y sorpresas de un viaje por España."
            Y después de comer, Brenan toma un taxi para visitar el denominado Lago de Proserpina, la represa romana que se halla a unos cinco kilómetros en las afueras de la ciudad y de una extensión de terreno ondulado, cubierto con rocas, hierbas, asfódelos y unos cuantos álamos dispersos. "Este es el principio de la gran región de cría de ovejas y ganado de Extremadura. Abajo, en una hondonada, hay un lago azul, de unos ochocientos metros de diámetro..." Habla del dique que bloqueaba el valle, "un largo muro de piedra finamente tallada, sostenido por fuertes puntales: un espléndido ejemplo del arte de los constructores, mostrando la belleza que puede conseguir la construcción sencilla". Habla con el taxista, hijo de un pastor, educado en medio de una gran pobreza, que le dice:
            --Mire la España de hoy. El trabajador se está muriendo de hambre, las clases medias apenas pueden resistirlo. Nos estamos acercando a un completo desastre. Y todo el mundo sabe la razón...¡Pobre España! ¡En qué estado se encuentra! Todo abandonado, todo abandonado...
 

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