miércoles, 27 de septiembre de 2017

BRAVO MURILLO, EL POLÍTICO EXTREMEÑO DEL XIX


           Juan Bravo Murillo (Fregenal de la Sierra, Badajoz, 1803; Madrid, 1873) ha sido, sin duda, el político extremeño más destacado durante el siglo XIX. Entre 1815 y 1820 concluyó en la Universidad de Sevilla los estudios de Filosofía y Teología, e inició los de Derecho. En 1820 se trasladó a la Universidad de Salamanca, por la que se licenció en 1825. Al concluir sus estudios, obtuvo la cátedra de Filosofía en la Universidad de Sevilla, en la que permaneció hasta 1834, a la que par que abría bufete de abogados en la ciudad.
            En 1834, tras la muerte de Fernando VII, fue nombrado fiscal de la Audiencia Provincial de Cáceres, en la que permaneció hasta 1835, en el que el ministro de Gracia y Justicia, el cacereño Gómez Becerra, decidió trasladarle a la Audiencia de Oviedo, de menor rango que la de Cáceres, por lo que presentó su dimisión y decidió trasladarse a Madrid. Una vez en la capital de España, abre un nuevo bufete de abogados y en 1836 funda, junto a Joaquín Francisco Pacheco,  el Boletín de Jurisprudencia y Legislación, que publicaba, junto a trabajos doctrinales sobre las distintas ramas del Derecho, la legislación y las resoluciones judiciales. Tras la caída del gobierno de Mendizábal, se creó un gobierno presidido por  Francisco Javier Istúriz,  del que formó parte su antiguo profesor en la Universidad de Salamanca,  Barrio Ayuso, que le ofreció un cargo oficial, que aceptó, y supuso su entrada en la vida política. Istúriz, que buscaba la mayoría en el Congreso de los Diputados, logró de la reina regente María Cristina, la firma del decreto de disolución de las Cortes, convocándose elecciones en 1837, en las que Bravo Murillo se presentó como candidato del Partido Moderado por Sevilla, aunque no llegó a ocupar su puesto, ya que la reina se vio obligada a destituir el gabinete de  Istúriz por el motín de La Graja y a poner en vigor de nuevo la Constitución de 1812. El también extremeño José María de Calatrava, convocó Cortes Constituyentes con la intención de renovar la Constitución de 1812. Bravo Murillo se retira de la vida política, y vuelve a su profesión de abogado. En 1837 vuelven a reunirse las Cortes y Bravo Murillo ocupa su escaño por Sevilla. en sustitución del duque de Osuna. Bravo Murillo  estuvo a punto de ser nombrado ministro de Gracia y Justicia en el gobierno presidido por el conde de Ofalia. En 1838 le volvió a ser ofrecido el puesto por el duque de Frías, que rechazó de nuevo, por la hostilidad del general Espartero. En 1840 resultó elegido diputado a Cortes por Ávila para favorecer el poder de los progresistas. El final de la regencia de Espartero en 1840, le obligó a apartarse de nuevo de la primera línea política para dedicarse de nuevo a la abogacía, profesión con la que estrechó lazos con los personajes más relevantes de la aristocracia madrileña. Con la caída de Espartero, en julio de 1843, comienza la Década Moderada (1844-1854). Las Cortes aprueban la mayoría de edad de Isabel II, se convocan nuevas elecciones, y Bravo Murillo es elegido por la circunscripción de Badajoz, siendo reelegido en las elecciones de 1850, 1851 y 1853 por el distrito de Fregenal de la Sierra, gracias a los cambios efectuados en la ley electoral que creó el distrito uninominal en lugar de la circunscripción provincial. A partir de 1847 comienza la verdadera carrera política de Bravo Murillo. Martínez de Irujo le elige ese mismo año ministro de Gracia y Justicia. En noviembre de 1847 es nombrado ministro de Comercio, Instrucción y Obras Públicas en el gobierno presidido por Narváez, puesto que ocupó casi dos años. En 1849, el mismo Narváez le nombra ministro de Hacienda, cargo en el que permanece hasta octubre de 1849. La caída de Narváez impulsa a Bravo Murillo a la presidencia del Consejo de Ministros con el apoyo de la mayoría del Partido Moderado, donde permanece desde enero de 1851 hasta diciembre de 1852. En 1857 se había refugiado en París tras la caída de su gobierno; pero llamado a Madrid por la reina, fue elegido presidente del Congreso de los Diputados (enero-mayo 1858). Abandonó la carrera política en 1858, tras veintidós años de servicio al país. Falleció en Madrid el 10 de mayo de 1873 y sus restos descansan en la iglesia de Santa Ana de Fregenal de la Sierra. Escribió sus memoria políticas (1858-1873) bajo el nombre de Opúsculos, en seis volúmenes.
            El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura, Fernando Sánchez Marroyo, afirma en su biografía sobre Personajes Extremeños [1]  que, en su etapa al frente del Gobierno, tres asuntos merecieron una especial atención, "que contribuyeron tanto a consolidar su fama de hombre público como a labrar su ruina política": el arreglo de la deuda; la firma del Concordato de 1851 con la Santa Sede, que puso fin a los enfrentamientos con  la Iglesia a raíz de la desamortización de los bienes eclesiásticos; y la reforma constitucional, "su gran obra frustrada, que le granjeó la animadversión generalizada". Además, fundó el Boletín Oficial del Estado, inició las obras del Canal de Isabel II para dotar de agua a Madrid y promulgó de la Ley de Puertos Francos de Canarias y creó la Dirección General de lo Contencioso [2].



[1] Vid.: Sánchez Marroyo, Fernando: Bravo Murillo. Colección Personajes Extremeños, núm. 19. Edit. Hoy, Diario de Extremadura, 1996, págs.10-11.
 
[2] Vid.: htps:// Extremeños ilustres.wikispaces.com/Bravo Murillo.
 

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