El origen y la
historia de Mohedas de Granadilla[1] es
el objetivo de la obra escrita por este hijo del pueblo (Mohedas, 1943) que, en
su bodas de oro sacerdotales, --dedicada en su mayor parte a servir en la
milicia: fue vicario castrense en la región militar sur (Andalucía y Murcia) y,
en la actualidad, coronel capellán párroco del CEFOT número 1 de Cáceres-- aceptó
la invitación del alcalde de su pueblo, Isidro
Arrojo Batuecas, para "acercar la historia de su localidad, sus
vivencias, la suya y la de sus vecinos, con un lenguaje coloquial, a sus
paisanos, a las nuevas generaciones de mohedanos", como recuerda en el
prólogo la archivera diocesana de Coria-Cáceres, María del Carmen Fuentes, que memora que "ha estructurado el
libro en cinco capítulos: la época histórica, la situación geográfica y la
vivida por la población hasta finales del XX".
El autor comienza subrayando el apogeo de la localidad
tras la concesión de la ciudadanía romana por el emperador Vespasiano (74 d. C.), a todas las entidades urbanas de la época de
Augusto, lo que le convirtió en
municipio romano de pleno derecho, época a la que pertenecen las grandes obras
realizadas en Cáparra: el arco tetrápilo, el símbolo más emblemático; el
anfiteatro, sus termas y el foro.
El origen de Mohedas es la consecuencia, según el autor,
de la política repobladora aplicada por los monarcas leoneses durante los
primeros años de la conquista de la Trasierra, donde se sitúa Mohedas. Hasta
finales del siglo XII no habrá asentamientos cristianos estables y definitivos.
La repoblación se consolidó a medida que se fue repoblando el término concedido
a la villa de Granadilla, entre ellas Mohedas, por la subordinación económica
que esta imponía a través de las propiedades comunales, como el dominio fiscal,
judicial y militar que ejercía sobre la tierra. Muchas de estas aldeas o
asentamientos fueron el origen de la red básica y orgánica desde principios del
siglo XIII y han permanecido hasta hoy con escasas modificaciones, aunque
algunas han desaparecido.
La ocupación cristiana de este territorio se produce de
forma espontánea, al margen de cualquier iniciativa. La actividad repobladora,
iniciada a finales del XII, queda sujeta a la modalidad de presuras como única
opción, consistente en el otorgamiento de la propiedad de la tierra a aquellos
colonos que ocuparan las tierras abandonadas e iniciaran su puesta en
producción. Alfonso IX, último rey
de León (1188-1230), fue el que colonizó la Trasierra para consolidar las
conquistas efectuadas en el territorio por su padre, Fernando II. Tras la conquista de Coria por Alfonso VII, y el nombramiento del obispo Navarrón para su sede, el rey le dota de la tercera parte de la
ciudad y el tercio de las ventas reales, con lo que la Iglesia se convierte de
ese modo en foco colonizador, que Fernando
II le confirma en 1184.
El Fuero concedido por Alfonso IX en 1227 a Coria sería el que marcase el derecho público
y privado también en Granadilla, fuero que permaneció vigente hasta el año
1534, cuando el Duque de Alba dio
unas nuevas ordenanzas a la ciudad. El Fuero de Coria comprendía más detalladamente la organización municipal sobre todo su alfoz (antigua división administrativa y judicial del reino de Castilla), que es el que afectaba a
Granadilla y también a Mohedas, tiene su fuente originaria en el Fuero de
Ciudad Rodrigo, de donde nacen los siete Fueros de la Extremadura leonesa. El
Fuero de Coria ofrece una valiosa información sobre la ocupación y modo de vida
del hombre en aquellos siglos, que reflejan las diferencias sociales entre los
habitantes de la Trasierra.
La Comunidad de la Villa y Tierra de Granadilla, que
estuvo favorecida por los Fueros en el inicio de la repoblación, volverá a su
estado natural según se aleja la frontera de la reconquista y va quedando en
una posición de retaguardia. El territorio sufre una fuerte inestabilidad por
el cambio tanto regio, como por parte de los nobles o señores que tenían
dominio sobre la Trasierra y Tierras de Granadilla. En la segunda mitad del
siglo XIV se cambian las tornas y sobresale el fortalecimiento de la nobleza,
teniendo mucho que ver en la situación las conocidas mercedes enriqueñas, tras
el triunfo de Enrique II de Trastámara
sobre su hermanastro y legítimo rey Pedro
I el Cruel.
La familia de la Casa de Alba jugó un papel destacado en
la tierra que nos ocupa, ya que estuvieron en su posesión desde 1444 hasta
finales del siglo XIX, cuando se abolieron los señoríos. Los Alba ejercieron un señorío completo
quedando bajo su control los asuntos solariegos y jurisdiccionales de una forma
absoluta, desde 1465, en que la Corona les confirmó su posesión. Los nuevos
propietarios van a confiar las relaciones con sus vasallos a un delegado
investido de amplios poderes, el alcalde mayor o corregidor, que presidirá las
deliberaciones del concejo, lo que hará resentirse gravemente a la autonomía
municipal al ser transferidas al señor y a su corregidor las facultades y
potestades que antes fueron soberanía de los reyes y del Concejo. Surge,
entonces, una instancia media entre el señor y el corregidor, denominada
Consejo, a imitación del Consejo Real.
La visión de Mohedas en los siglos XVII-XVIII las recoge
el autor de los interrogatorios de la Real Audiencia de Extremadura (1791) y de
Tomás López (1798). El primero
señala, entre otros aspectos, que Mohedas pertenecía al señor duque de Alba que
era dueño de nombrar escribano y preceptor de los diezmos del pueblo. El pueblo
tenía ciento treinta vecinos y dos eclesiásticos. Se recogían en el pueblo mil
ochocientas fanegas de trigo, seiscientas de centeno, mil arrobas de aceite,
ochenta de vino, ocho de miel y arroba y media de cera. El segundo define a
Mohedas como una aldea de la Villa de Granada, su capital; señorío del Duque de
Alba, con una población de 150 vecinos, todos labradores de profesión, que
estaba situada a una legua de distancia de la villa. El aceite era muy
apreciado y cada año se recogían 2.000 cántaros.
El monumento más emblemático de Mohedas es la iglesia
parroquial, cuyo titular es San Ildefonso. Construida durante los siglos XVII y
XVIII, es el principal activo de su patrimonio. En la documentación histórica
del Archivo Diocesano, consta que en la localidad había cofradías de la Vera
Cruz, Santísimo Sacramento, Nuestra Señora del Carmen, Nuestra Señora de los
Ángeles, Nuestra Señora del Rosario y San Marcos, A finales del XVIII solo
existían las cofradías de la Vera Cruz y las Benditas Ánimas del Purgatorio.
El autor dedica los últimos capítulos a la situación de la localidad durante los
siglos XIX y XX, e incluye dos apéndices: documental y fotográfico.
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[1] Vid.: Batuecas Puertas, José María: Mohedas de Granadilla en el alfoz de
Granadilla. Origen e historia. Edit.: Diputación Provincial de Cáceres,
Cáceres, julio 2018, 92 págs.
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