Diego
Muñoz-Torrero y Rodríguez-Moyano (Cabeza del Buey,
Badajoz, 21/01/1761; Oeiras e São Julião da Barra, Portugal, 16/03/1829),
sacerdote, catedrático y político español, "alma mater" de la
Constitución Española de 1812, artífice del fin de la Inquisición española,
defensor de la libertad de prensa, de la soberanía nacional que reside en el
pueblo, de la separación de poderes del Estado, de la inviolabilidad de los
diputados..., ha regresado al Congreso de los Diputados que no conociere,
gracias a la obra del escultor Ricardo
García Lozano, por iniciativa de Amigos del Camino Real de Guadalupe y la
Federación de Asociaciones Extremeñas en la Comunidad de Madrid.[1]
Han tenido que pasar 208 años, desde el 24 de septiembre
de 1810, en la jornada inaugural de las Cortes de Cádiz, en la sesión en que él
fuera el primero en intervenir, para que su busto ocupe en el Congreso de los
Diputados el lugar que se merece junto a otros ilustres diputados y reyes que
jalonan la historia del constitucionalismo español. Muñoz-Torrero, que fuere
catedrático de Teología y Filosofía y rector de la Universidad de Salamanca en
1787, fue diputado a Cortes por Extremadura en la legislatura 1810-1813, tras el
alzamiento nacional contra José
Bonaparte. El 02/03/1811 fue nombrado presidente de la comisión redactora
de la Constitución, aprobada el 19/03/1812, conocida por ello como "La Pepa". Hablaría el político
extremeño aquel día en la casa-teatro de la Real Villa de la Isla de León,
"primer edificio español que en el siglo XIX dio acogida a la convocatoria
de Cortes Generales, a la que por sus servicios en relación con este episodio
se le daría luego el título de Ciudad de San Fernando..., que abandonaría después
su vulgar nombre de Teatro Cómico para llamarse desde entonces Teatro de San
Fernando y luego, Teatro de las Cortes." [2] En
el teatro de la Isla se celebraron las primeras sesiones hasta el 20 de febrero
de 1811 en que, por distintos motivos, las Cortes se trasladaron a Cádiz para
continuar sus tareas en el Oratorio de San Felipe Neri, que fue el marco
general en el que se desarrollaron las sesiones de las Cortes extraordinarias,
que dieron como fruto la Constitución de 1812, y cuyas reuniones finalizaron el
14 de septiembre de 1813. Cuando se iniciaron las sesiones ordinarias al mes
siguiente, las condiciones sanitarias de Cádiz hicieron que las Cortes se
trasladasen de nuevo a la Isla de León, aunque el arquitecto mayor de los
Reales Palacios, Isidro Velázquez,
que se encontraba allí, aconsejó que resultaba más apropiada la iglesia del
Convento de los Carmelitas Descalzos, hasta que las circunstancias bélicas y
políticas permitieron su traslado a la capital del Reino en diciembre de 1813,
donde ocupó varios edificios hasta la inauguración oficial del Palacio del
Congreso en 1850, obra del arquitecto Francisco
Pascual y Colomer.[3]
La entrega del busto de Muñoz-Torrero, donado por las diputaciones provinciales de Cáceres
y Badajoz,[4] tuvo
lugar el pasado lunes con asistencia de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, del presidente de la Junta
de Extremadura, Guillermo Fernández Vara,
y miembros de la Mesa de la Cámara, representaciones de las diputaciones,
Asamblea regional, diputados y otras autoridades.
Si bien es verdad que el padre de la Constitución de
Cádiz de 1812 ha llegado al Congreso por vez primera en el busto de su
escultor, la institución ha conservado durante 150 años la llamada Bandera de Muñoz Torrero, hasta que
recientemente ha sido restaurada e instalada en el Patio de Operaciones del
antiguo Banco Exterior, sede actual de
la tercera ampliación del Congreso de los Diputados. Esta bandera fue regalada
por el político extremeño al batallón de la Milicia Nacional de su pueblo natal
(Cabeza del Buey, Badajoz) el 21 de enero de 1761. La bandera llegó al actual
Palacio del Congreso el 10 de junio de 1837. En la sesión del día se dio
lectura a una exposición de Isidora Mora
de San Joaquín, religiosa exclaustrada del convento de la Concepción de
Cabeza del Buey, remitiendo a las Cortes la bandera regalada por don Diego Muñoz-Torrero. En la misma carta, comunica que la bandera estuvo a
punto de ser quemada en 1823, "por no atreverse nadie á conservarla en su
poder y ella fue la que la custodió sola y se atrevió a arrostrar el peligro
que podía tener el guardarla; é hizo el sacrificio de su seguridad á los
respetos que se debían á una prenda patriótica tan apreciable de aquel insigne
varón" y a través de la exposición, la ofrece al Congreso de los Diputados
"para que se digne mandarla colocar donde sea más conveniente y
decoroso". Por Real Orden de 3 de diciembre de 1837 se otorga una Medalla
de Honor a doña Isidora Mora de San
Joaquín y, en la siguiente legislatura (1837-1838) se le concede una
pensión anual de tres reales diarios.[5]
Hasta ahora, la obra escultórica más conocida del
Congreso, además de los leones que guardan la puerta principal, es el busto de Julián Besteiro, presidente de las
Cortes Constituyentes de la II República Española, regalo de los diputados,
obra en bronce de Gabriel Borrás Abella,
y que está situado a la derecha, según le vemos de frente, en el pasillo que
conduce a las diversas salas de reuniones de los ministros y grupos
parlamentarios y que da acceso al hemiciclo, que tantas veces observamos en
televisión a la entrada de los diputados. El busto de Muñoz-Torrero estará colocado en el vestíbulo de columnas del
Congreso, en el edificio nuevo.[6]
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[1] Vid.: Muñoz Torrero, un cura liberal con una bandera que no era facha, en
El País, de 09/10/2018, y Wikipedia.
[2] Vid.:
Varios autores: El Congreso de los
Diputados, Departamento de Publicaciones del Congreso, Madrid, 1988, pág.
165, 397 págs.
[3] Vid.: Navascués Palacio, Pedro: El Palacio. Las sedes del Congreso
anteriores a 1850, en Ob. cit. págs. 164-168.
[4] Vid.: El Congreso rinde homenaje al
extremeño Muñoz-Torrero, presidente de las Cortes de Cádiz, en eldiarioex, del 08/10/2018.
[5] Vid.: Web del Congreso de los Diputados. Constitución,
en http://www.congreso.es/portal/page/portal/Congreso/Congreso/Hist_Normas/PapHist/Regen/RegMCris/elec18361002/docs02101836.
[6] Vid.: Ob. cit. de El País.
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