Botija ocupó un lugar principal en el siglo IV a. C. por la ceca de Tamusia (taller monetario), que se enmarca en el contexto del castro vetón de Villasviejas de Tamuja, en la II Edad del Hierro, cuyos restos arqueológicos se encuentran a dos kilómetros al noroeste de la localidad, afirma el alcalde, Juan Rentero de la Morena, en el prólogo a esta obra sobre La villa de Botija [1], de la que son autores el cronista oficial de la villa, Marcelino Moreno Morales, licenciado en Letras y autor de otras publicaciones sobre la zona, y el cronista oficial de Trujillo e historiador del arte, José Antonio Ramos Rubio
Botija es un municipio de la provincia de Cáceres situado
al sureste de la capital de la provincia, perteneciente al partido judicial de
Trujillo, en la penillanura del río Salor, que limita con los términos de
Torremocha, Valdefuentes, Benquerencia y Salvatierra de Santiago, atravesada
por el río Tamuja de sur a norte, cuyo curso es Espacio Natural Protegido. El municipio creció durante los primeros
treinta años del siglo XX, a pesar del retroceso experimentado por la gripe de
1918. A partir de los 50 del siglo XX comenzó una incesante emigración que se
prolongó hasta los 70, que incidió en el envejecimiento de la población. La
mayoría de los vecinos se dedican al sector agrario, con la explotación directa
por parte del propietario, seguida del arrendamiento y la aparcería. Su
arquitectura popular se caracteriza por el pragmatismo de su adaptación a las
condiciones del medio, con las peculiaridades y materiales propios de la zona.
La Casa Consistorial se construyó en 1958. Entre los puentes del término
municipal destacan: el Puente Viejo de
Botija, en la dehesa boyal, de los siglos XVI-XVII; el Verraco, de mediados del XIX. Y entre las cruces de término y
cruceros, hay que señalar la Cruz del Humilladero, del siglo XVII; la cruz de
término situada en el antiguo camino de Montánchez; la Cruz de las Candelas,
por el camino así llamado desde Botija a Torremocha; el crucero en el
denominado Puente del Verraco, sobre el río Tamuja, del siglo XIX. Y,
finalmente, entre los pozos y fuentes, pueden citarse el Pozo Real, el Pozo
Nuevo y el Pozuelo.
En el entorno de la población de Botija se han
descubierto varios yacimientos, pertenecientes a la Protohistoria. Las primeras
aglomeraciones humanas en tierras de la penillanura trujillano-cacereña datan
del Neolítico. El ejemplo más representativo es el Cerro de la Horca,
descubierto tras los trabajos realizados en los años 1984 y 1988. Las profesoras
Martín Bravo, Galán y Hernández Hernández
han llegado a reconocer hasta once castros en el perímetro de Villasviejas de
Tamuja, En 2016, el Gobierno declaró Bien de Interés Cultural el yacimiento
arqueológico de Vilasviejas del Tamuja y las necrópolis de El Mercadillo, El
Romazal I y El Romazal II, situados en los términos de Botija, Plasenzuela y
Cáceres, con categoría de Zona Arqueológica.
Los restos de Villasviejas del Tamuja han sido identificados en la ciudad
vetona de Tamusia, siguiendo la
evidencia proporcionada por el actual hidrónimo Tamuja. Por las excavaciones llevadas a cabo, se deduce un periodo
de vigencia que va desde el siglo IV a. C. hasta el siglo I a. C. En este
paraje cercano a Botija destaca el castro-ciudadela de la Edad del Hierro.
Villasviejas del Tamuja está considerado como uno de los grandes núcleos
habitados de la Prehistoria reciente cacereña, implicado en las guerras de los
romanos por el control de la Lusitania. El castro tiene dos recintos
amurallados independientes, situados cada uno en un pequeño promontorio, enmarcados
por los meandros encajonados en el río Tamuja. El poblado se vio afectado por
las guerras lusitanas contra los romanos a mediados del siglo II a. C. y por
las guerras civiles sertorianas (entre Sertorio
y Cecilio Metello) a comienzos
del siglo I a. C. Villasviejas cuenta
con varios elementos destacados: viviendas, muros defensivos, restos de
torreones, fosos artificiales, construidos con pizarra de la zona y granito. La
zona llegó a tener incluso una ceca de monedas propias y unas explotaciones de
galena argentífera, correspondiente con la única ceca emisora de moneda de la
Protohistoria de la actual Extremadura.. De otro lado, los trabajos de Guerra señalan la existencia real de
metales en Extremadura desde los siglos XVI al XVIII, en los que se conocían
167 yacimientos: sesenta y tres de oro, setenta y cinco de plata, veinte de
cobre, seis de plomo, dos de estaño y uno de hierro. En la primera mitad del
XIX, en la Baja Extremadura, el mismo autor señala 259 yacimientos. Botija tuvo
importancia durante el maestrazgo de don Diego
Muñiz, vigésimo maestre de la Orden de Santiago. El territorio en el que se
encuentra Botija se reconquista a partir de 1230 y en 1236 recibe el privilegio
de población la Villa de Montánchez y su Tierra, entre cuyos pueblos figura
Botija. De los catorce pueblos que componían la Encomienda de Montánchez, cinco
de ellos (Salvatierra, Botija, Benquerencia, Torremocha y Zarza) pasan a
pertenecer a la diócesis de Coria y el resto a la de Badajoz. Las Cortes de
Cádiz suprimieron en 1811 los señoríos y los corregidores y establecieron en
cada ayuntamiento alcaldes, regidores y procuradores síndicos, elegidos por la
población. A la caída del Antiguo Régimen, Botija se constituye en municipio
constitucional de Extremadura, integrado en el partido judicial de Montánchez
desde 1934. La villa perteneció a la Orden de Santiago hasta su desaparición en
el siglo XX.
La más importante manifestación artística de la villa es
la iglesia parroquial de la Magdalena, que pertenece a la diócesis de Coria-Cáceres,
en su mayor parte del siglo XVII, que sufrió los efectos del terremoto de Lisboa
en noviembre de 1755. Entre las ermitas, se conservan los restos de la ermita
de San Sebastián, derruida ya a mediados del XIX; la ermita del Cristo Resucitado
a orillas del Tamuja, construida en 1983 a expensas de los vecinos. Entre las
fiestas y tradiciones populares, se tiene constancia de una ermita dedicada a los Santos Mártires,
considerados por la Iglesia como intercesores contra la peste, cuya fiesta se celebraba
el 20 de enero. Las Candelas, bastante celebrada hasta mediados del XX, tenía
lugar el 2 de febrero. La romería del Cristo resucitado se celebra el domingo
de Resurrección. La Magdalena, patrona de la localidad, tiene lugar el 22 de
julio. El 23 de noviembre de 1904 se fundó la Congregación de los Sagrados
Corazones, cuya fiesta tenía lugar el primer domingo de septiembre.
En el epílogo, firmado por José Antonio Pérez Rubio,
profesor de Sociología de la Universidad de Extremadura y cronista
oficial de Valdefuentes, titulado "Botija: Otro mundo es posible", afirma
que "este libro contribuye a dar señas de identidad y a fomentar la motivación
en el compromiso de los lugareños y los comarcanos a sentirse comprometidos con
su medio en defensa de los intereses comunitarios a partir de la herencia
delegada por los antepasados".
[1]
Vid.: Moreno Morales, Marcelino y Ramos Rubio, José Antonio: La villa de Botija, Diputación
Provincial de Cáceres, 2019, 336 págs.
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