Todos le llaman coronavirus; pero
no hay uno solo. El virus que nos invade es uno, sí, no uno más y cualquiera,
sino el SARS-CoV-2 (covid-19), el que nos afecta. Nacido en la ciudad china de
Wuhan en diciembre pasado, fuere hoy una pandemia que a todos pudiere afectar.
Conocemos los síntomas, pero no hay vacuna aún, aunque hubiere remedios para
él. A 09/05/2020, en todo el mundo sumaban 3.940.000 personas contagiadas de
187 países y 275.000 muertos; y en España, 223.578 contagiados y 26.488 fallecidos.
Y los contagiados y fallecimientos prosiguen…
¿Qué
hubiere de ver esto con la discapacidad?: el estilo y el lenguaje. Así como ignoramos
las especificidades y nomenclaturas del virus, así obramos sin querer con la
discapacidad en el lenguaje escrito y oral. Al referirnos a la discapacidad, utilizamos también
vocablos como discapacitado, minusválido, retrasado, oligofrénico, loco, trastornado, en lugar de persona
con discapacidad; es decir, dicho de una persona que padece una disminución
física, sensorial o psíquica que la incapacita, total o parcialmente, para el
trabajo o para otras tareas ordinarias de la vida. Nos referimos a la dependencia y lo confundimos con integración, dependientes, personas
dependientes, cuando debiéremos hablar de inclusión, personas en
situación de dependencia…, o la situación de una persona que no puede
valerse por sí misma. Escribimos ceguera
o discapacidad visual y utilizamos vocablos como invidente, lenguaje braille, lengua
braille o idioma braille, en vez de persona
con discapacidad visual, ciego, ciega o sistema
braille, o el sistema de escritura para ciegos que consiste en signos
dibujados en relieve para leer con los dedos… Aludimos a la sordera o discapacidad auditiva y lo traducimos por sordomudo, sordomuda, lenguaje de señas, lenguaje de signos, sonotone,
traductor de lengua de signos, en lugar de emplear audífonos, implante coclear, intérprete de lengua de signos. Qué
decir si citamos la discapacidad física y sugerimos enano, enana…, en vez de persona de talla baja, persona con acondroplasia… Y si
mencionamos enfermedad mental aludiéremos
a personas en silla de ruedas, ingreso
psiquiátrico o brote, en lugar de
referirnos a persona usuaria de silla de
ruedas, ingreso hospitalario o descompensación, o la alteración de tipo
emocional, cognitivo o del comportamiento en que se ven afectados procesos
psicológicos básicos, tales como la emoción, la motivación, la cognición, la
conciencia, la conducta, la percepción, el lenguaje… Percibimos pero erramos,
más de lo conveniente, tanto que la Federación de Asociaciones de la Prensa de
España (FAPE) y la Academia de Televisión nos invitan a repasar su Guía de estilo sobre discapacidad para profesionales de los medios de comunicación,
presentada el 5 de septiembre de 2019 como si fuere un prefacio del
coronavirus, que nadie sabe cómo vino, porque solo conocemos sus síntomas. El
lenguaje y el estilo son también síntomas de percepciones extrañas que nos
llevan, en ocasiones, a utilizar voces de mundos desconocidos, de tiempos
pretéritos, con lenguajes distintos y distantes de la realidad que nos
ocupa, como cuando el extinto INP
fichaba como subnormal a
discapacitados de distinto signo, como a Jesús
Vidal, premio Goya al mejor actor revelación 2019 por Campeones.
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Vid.:
Guía de estilo sobre discapacidad para
profesionales de los medios de comunicación (Real Patronato de Discapacidad,
FAPE y Fundación A la Par); el pais.com,
de 09/05/2020; Diccionario de la RAE;
y as.com, de 28/03/2020.
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