En España hay más de 100.000 bares. Siempre hubo
tabernas; después llegaron las cafeterías, no solo el café de la mañana, sino
los de la tarde, con sus partidas de naipes y charlas, donde los clientes
hablan entre sí de todo: del tiempo, de las cosechas, de política; ahora de la
familia, del virus que nos maltrae. La gente asocia los bares con la amistad y
la socialización. En casa convivimos con la familia; en el bar, con los del
barrio. El bar es el parlamento de la calle; el ocio de las largas tardes de
invierno, entre largas partidas de cartas y dominós de los pueblos; ver junto a
otros un partido de fútbol que disputan nuestros equipos predilectos. La barra
del bar es para el diálogo; las mesas fueron antes para los escritores. En todo
caso, un lugar para celebrar la amistad. Ahora, apenas quedan cafés para los
escritores. La música ha dominado el ambiente de los bares: primero, la música
enlatada; después, Los 40 principales;
luego la música latina; ahora, la música seleccionada por la tele… El ruido no
nos permite escuchar al vecino. Si el español habla a voces, mucho más en el
bar.
El hispanista Ian
Gibson me hablaba en una entrevista de lo aburridas que eran ciudades en
las que vivió (Dublín, Londres), donde, después de todo un día de trabajo, no
se podía tomar uno un whisky porque cerraban a los ocho de la tarde-noche… El
pasado año decía otra cosa: “Me encanta la democracia de los bares. Sin los
bares, España no sería España. Tomas una copa y una tapa y es genial…” Ya con
81 años, “cuando escribo, madrugo tanto que queda excluida la vida nocturna.
Recupero el tono al anochecer, pero ya no puedo escribir.”
Los bares representan un tipo de encuentro, para leer el
periódico y ver el fútbol, para jugar a las cartas o el dominó, o conectarse a
internet; sirven de lugares de tertulia, inspiración de escritores y pintores
o, simplemente, para ir a tomarte algo y estar tranquilo, viendo pasar a la
gente, viendo pasar el tiempo… Tierra adentro, la cultura de la barra del bar;
en la playa, el chiringuito, para alimentos y bebidas, popularizado por Georgie Dann en su canción de 1988. Los
bares que aportan el 3% del PIB y la hostelería, el 7%, de capa caída por el
covid-19.
Cultura
de barra que Hemingway la asociaba
siempre fría y en jarra grande; a Gloria
Fuertes le sabía a bálsamo; Gómez de
la Serna nadaba en su espuma; y Ava
Gardner la mezclaba con whisky cada noche. Cultura de barra, una de las
muchas propuestas con las que una marca de cerveza celebró hace cuatro años su
125 aniversario.
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