Estamos a 11 de junio y el cambio climático y las persistentes agresiones del hombre a la naturaleza han provocado las subidas de las temperaturas, los incendios forestales por la sequedad del terreno y los pastos secos, tea de las llamas, que queman nuestros montes y se cobran daños humanos y materiales. El cuarenta de mayo ya pasó y estamos inmersos en una ola de calor impropia de este tiempo, cuando ni el verano hubiere llegado.
“Hasta el cuarenta de mayo
No te quites el sayo;
Y si vuelve a llover,
Vuélvetelo a poner.” [1]
El autor lo registra junto a otras dos variantes: “Hasta el cuarenta de mayo/ no te quites el sayo;/ y si el tiempo es importuno,/ hasta el cuarenta de junio;/ y si junio es ruin,/ hasta su fin.”
A este refrán, compendio de la filosofía castellana del pueblo, parece oponerse este otro recogido por Luis Junceda: “Nueve meses de invierno y tres de infierno”; es decir, referido al clima de Castilla: extremadamente frío en invierno y excesivamente cálido en verano. [2]
Es rico nuestro refranero en la meteorología. El pueblo sabio no necesitare partes meteorológicos, ni tan largos como los diere Carlos Benito en Canal Extremadura TV ni tan breves como los de Roberto Brasero en Antena 3 TV. Los agricultores abrían al amanecer, o aun antes, las jambas de sus ventanas y, ya por las nubes, ya por el viento, supieren a qué atenerse y el tiempo que les brindare el día.
Así, “El mal año entra nadando”, o mal augurio meteorológico; en el mes de enero, entra el sol, en cada reguero; (es decir, en cada arroyo); febrero corto, el peor de todos (mal tiempo); cuando marzo vuelve el rabo, no queda oveja con pelleja, ni pastor deszarramado (porque los últimos días de este mes, el rabo, suelen ser muy crudos); a quince de marzo da el sol a la sombra y canta la alondra (da el sol en lo que hasta poco era umbría); en abril, aguas mil (lluvia); abril concluido, invierno ido (cambio de tiempo); agua por San Juan, quita vino y no da pan (24 de junio, alude al mal augurio de las cosechas). Véase Rodríguez Marín.
El refranero popular extremeño es muy rico en la meteorología. Así lo recoge Emilio Díaz en su Refranero [3]: Enero, frío o templado, pásalo arropado (consejos de abrigo); agua en febrero, mata al usurero (buen augurio); el agua de marzo riega y la de mayo, quema (referido a la lluvia); bienvenido sea abril, que trae las llaves del toril (buen tiempo); en mayo pasa la mosca de la vaca al caballo (buen tiempo para los animales de pastoreo); tarde o temprano, por san Juan ya es verano (buen tiempo por san Juan, en junio); julio normal seca el manantial (tiempo seco); en verano, todos al pantano (calor) el día del Cristo, fuera siesta y abanico (14 de septiembre, tiempo fresco).
Luis Junceda nos ofrece también un amplio repertorio de meteorología [4]: Heladas de enero, nieves de febrero, mollina de marzo, lluvias de abril, aires de mayo, sacan hermoso el año (tal sería el tiempo deseable en estos meses del año para que la cosecha diera buenos y abundantes frutos); si en enero canta el grillo, en agosto poco triguillo (porque ello es signo de temperaturas anómalas, que afectarán negativamente a la cosecha. Y es que ya se sabe que enero caliente, el diablo trae en el vientre); sol de marzo, que parece que sale y da mazada (al igual que los que le preceden, este refrán consiste en condenar ahora, por dañino, el tibio sol de marzo); en abril, cada gota vale por mil (Se dice porque en este mes la lluvia favorece decisivamente el crecimiento de los sembrados); abril y mayo, las llaves de todo el año (porque durante estos meses fructifica el campo, de tal manera que las cosechas, buenas o malas, vienen determinadas por el tiempo atmosférico); en junio, hoz de puño (en un antiguo refrán propio de las culturas mediterráneas, donde los cereales, sobre todo el trigo, eran la base de la alimentación, se dice que en este mes es cuando se siega el cereal); la lluvia de julio hace madera (existe la creencia de que las lluvias caídas este mes favorecen el desarrollo de los árboles); cuando llueve en agosto, llueve miel y mosto (cuando la lluvia en ese mes cae con moderación es muy beneficiosa para las vides y, por lo tanto, para la cosecha de mosto); en otoño, la mano al moño (dícese en alusión a los fuertes vientos que suelen soplar en esta estación); en invierno no hay mejor amigo que la capa (se atribuye a Sócrates el origen de este refrán. Sin que nadie lo advirtiese, el filósofo había pasado aquel invierno desprovisto de capa, y como quiera que, entrado ya el verano, uno de los discípulos diese en ponderar el número de amistades que tenía el maestro, este ironizó: “Así parece; pero desengáñate: en invierno no hay mejor amigo que una capa”); noviembre tronado, malo para el pastor y peor para el ganado (porque cuando empiezan las tormentas de invierno, el pastor ha de limpiar los corrales para resguardar su rebaño y protegerlo del frío).
[1] Vid.: Rodríguez Marín, Francisco: Los refranes del almanaque, Imprenta de
Francisco D. Díaz, Sevilla, 1896, pág. 108.
[3] Vid.: Díaz Díaz, Emilio: Refranero popular extremeño,
Universitas, Badajoz, 1991.
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