Foto. Unsplash. Fabrizio Azzarri |
Los robos a personas vulnerables han aumentado considerablemente en España, ahora más en casa que en la calle. De paseo, por lo general están acompañados. En casa, su soledad les hace presas fáciles para los ladrones. Una de cada diez sufre algún robo o hurto en su domicilio. Algunos de los mayores que viven solos padecen algún tipo de demencia o discapacidad. Cuanto más vulnerables, mejores blancos. Más de 8 millones de personas mayores de 65 años viven solas en España. Cada día vemos a ancianos acompañados por jóvenes para salir a pasear. Evitan, de este modo, las posibles caídas; los robos y, lo que es más importante, charlan sobre la vida y unos aprenden de otros. Tornan a su casa y se sienten más felices en su vulnerabilidad; más acompañados en su indefensión, menos solos en su soledad.
De nada valen los consejos de la Policía o de los allegados. Los ancianos vulnerables confían en quienes no debieren: meten en sus casas como cuidadores a personas que no conocen. Son víctimas de robos de dinero y de sus joyas. Hasta en las residencias les roban.
Recientemente, la directora de una residencia cacereña fue detenida por el hurto de joyas a una residente fallecida. En Fuente de Cantos, robaron a una pareja de ancianos haciéndose pasar por técnicos de la Ley de la Dependencia: se llevaron más de 4.000 euros. En Fuenlabrada de los Montes (Badajoz) la Guardia Civil detuvo a dos personas por supuestos delitos de sustracción y estafa a un vecino de 77 años. En Trujillo, fue detenido un trabajador de mantenimiento de una residencia de ancianos como supuesto autor de un hurto de joyas y otro de estafa bancaria a un nonagenario. En otra ocasión, tres mujeres estafaron casi 150.000 euros que un anciano se disponía a depositar en su cuenta… Los casos se multiplican aquí y allá.
No pueden ni deben estar solos los ancianos. Los hijos no pueden atenderles por su trabajo, quizá porque no vivan en sus mismos lugares. Vuelan del nido cuando más les necesitan. Por eso, cada día vemos más chicas jóvenes que les acompañan en las calles.
Hay, empero, una necesidad presencial acuciante para aquellos que viven solos y son más dependientes que por su propia vulnerabilidad. Nada pueden hacer solos sin un asistente. Los hijos, las instituciones públicas o algunas empresas les proporcionan esta necesaria servidumbre que necesitaren hasta que les llegue su hora.
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