miércoles, 22 de noviembre de 2023

JACINTO GARCÍA-MONGE, HISTORIA DE UN MAGISTRADO EXTREMEÑO


Jacinto García-Monge y Martín (Pozuelo de Zarzón, Cáceres, 20/09/1898; Madrid, 16/03/1982) fue un juez extremeño que llegó a magistrado del Tribunal Supremo, nacido en las turbulencias de la derrota del año de su nacimiento, en que España perdió sus últimas tierras en el continente americano, además de Filipinas, que tanto influyó en una generación de escritores y poetas.

    Su padre, Jacinto García-Monge Moreno, fue farmacéutico y químico, natural de Garrovillas, que ejerció en Pozuelo de Zarzón tras contraer matrimonio con Magdalena Martín Delgado, natural de la localidad. Tuvieron tres hijos: Antonio, que ejercería cono médico; Federico, que falleció a edad temprana, y Jacinto, el protagonista de la historia. El padre falleció poco antes de su nacimiento, por lo que su madre se hizo cargo de la farmacia junto a sucesivos regentes.

    El historiador y cronista oficial de Trujillo, José Antonio Ramos Rubio, académico correspondiente de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes y de la Historia, recrea en una nueva obra [1], junto a la ayuda de sus hijos, la peripecia vital de su padre, que dejó escrito su Diario, así como sus poemas, en los que fue volcando sus recuerdos en los que dejó entrever su sensibilidad, su amor y nostalgia por su familia y su tierra, además de su sentido de la Justicia, que aplicó al dictado de su conciencia, con humanidad, honestidad y sensibilidad.

    Cursa sus estudios primarios en la única escuela del pueblo y comienza a escribir poemas desde muy temprana edad. En 1910 Jacinto se marcha a estudiar a Cáceres y más tarde se traslada a Plasencia, donde cursó dos años, que convirtió en tres cursos. Los dos últimos cursos de Bachiller los hizo en Cáceres, donde vivió en el Palacio de La Isla. Después se marchó a Salamanca, en cuya universidad comenzó Derecho, donde realizó las asignaturas del Preparatorio y del primer curso. Decide continuar Derecho en Madrid, donde se licencia a los 21 años.

    Vuelve a Cáceres a prepararse las oposiciones de Notaría para ejercer en el despacho de su tío, Juan Moreno, fiscal de la Audiencia. Mientras tanto se presenta y gana las oposiciones a Judicatura, que aprueba sin plaza, situación que el Ministerio de Justicia palía ofreciéndole con carácter interino la de registrador de la Propiedad de Valladolid. Posteriormente ejercería en Burgo de Osma. Allí conoce a María Dolores Redondo, natural de la localidad, que convierte en su compañera de su vida y madre de sus hijos. Aprueba la oposición a Judicatura y se casa con Lola, como la conocían familiarmente, en la catedral de Valladolid. No pudo realizar la luna de miel a Italia, porque es trasladado al juzgado de Barco de Ávila, elegido por Jacinto por proximidad a su tierra. Era el año 1926. Allí pasa un año escaso, inicia su vida matrimonial y nace su primer hijo, Federico. Es trasladado al juzgado de Almazán, en Soria, donde el matrimonio tiene una hija a los seis meses de gestación. Magdalena no sale adelante, provocando en sus padres el primer latigazo de la vida. Poco después nacería José Antonio. La familia García-Monge se traslada posteriormente a Calatayud. La Guerra Civil le sorprende cuando se encontraba veraneando en Santander. En el sanatorio de Valdecilla nace su nueva hija, María Teresa.

    Tras la guerra, vuelve a Aranda de Duero y después se incorpora a Calatayud y, por añadidura, despacha el juzgado de Ateca. Un día recibe un telegrama comunicándole que se le militariza como capitán honorífico jurídico militar, se presenta al auditor, quien le designa juez militar de la plaza. Más tarde solicita ser juez militar en lugar de miembro del Consejo de Guerra. Es trasladado a Alicante con otros jurídicos y, tras curarse de un proceso gripal, le destinan a Castellón, donde le sorprende el final de la guerra. Allí nace su hijo Luis Jacinto el 14 de junio de 1940.

    Luis Jacinto seguía militarizado. Solicita al auditor volver cuanto antes a su función jurídica, quien le pide que le busque a un oficial jurídico militar, que halla en un registrador de la Propiedad militarizado, que acepta.  Pasados unos años, le llega la notificación de su traslado al Juzgado de Burgos. Pasa las mañanas en el juzgado y por las tardes, tras resolver los pleitos, lo dedica a sus aficiones: poesía, literatura, música, arte… La mayor parte de sus poemas los incluye en su obra “Evocación”, en el que plasma la nostalgia por su tierra extremeña. En el libro “Poetas extremeños del siglo XX”, del conde de Canilleros, aparecen dos poemas suyos.

    Tiempo después era nombrado magistrado de la Audiencia Provincial donde, tras una corta estancia, al dividirse esta en dos secciones, es designado presidente de la segunda. Tras nueve años en Burgos, es trasladado a Zaragoza. El 3 de octubre de 1952, Jacinto García-Monge es nombrado presidente de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Zaragoza. Después es designado juez del número veinte de Madrid, donde “alguien más arriba que me conocía y estimaba”, le sorprende un día al verse condecorado con la Cruz Distinguida de Primera Clase de San Raimundo de Peñafort, en enero de 1965. No pasó mucho tiempo en ser nombrado miembro de la Sala Primera de lo Civil de la Audiencia. Llevaba poco más de un año en la Audiencia cuando su nombre aparece en una terna que se había formado para una plaza en el Supremo. Avalado por sus relevantes méritos, fue designado magistrado de la Sala Primera de lo Civil del Tribunal Supremo el 14 de noviembre de 1963, donde pasó los diez últimos años de su vida, demostrando su rectitud al emitir el juicio.

    Sus tres hijos varones se inclinaron por la carrera de Derecho y su hija, por la de Farmacia, como su abuelo. Jacinto García-Monge, el padre, magistrado del Supremo, juez impecable, falleció el 16 de marzo de 1982, a los 82 años, y fue enterrado en su pueblo natal, Pozuelo de Zarzón, cumpliéndose así su voluntad.

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[1] Vid.: Ramos Rubio, José Antonio:  Entre luces y sombras. Historia de un magistrado extremeño, TAU Editores, Cáceres, 2023, 119 págs.  Prólogo de José Luis Pérez Mena, jurista y escritor.


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