miércoles, 20 de diciembre de 2023

ENTREVISTA CON J. J. BARRIGA BRAVO: “LOS VALORES DE LA TRANSICIÓN ESTÁN EN RIESGO DE PERDERSE”



Testigo clave de la Transición española, el periodista y académico extremeño José Julián Barriga Bravo, autor del libro “En defensa de la Transición. Memoria de un testigo afortunado”, subraya en esta entrevista que los valores que hicieron posible la Transición “están en riesgo de perderse y de olvidarse”. Sostiene que la Constitución del 78 ha sido la etapa más floreciente, de mayor progreso y libertad de la historia de España. Cita como sus valores principales: la concordia, el consenso, el diálogo y la convivencia con respeto y libertad. Se teme, como Ramón Carande, que “hemos vuelto a la etapa de los retrocesos”, aunque se muestra tranquilo por la pertenencia a la UE y la OTAN, porque, de lo contrario, “estaríamos escuchando ruido de sables”. Los artífices de la Transición fueron, para el periodista y testigo de su época, cinco: Torcuato Fernández-Miranda, Adolfo Suárez, Santiago Carrillo, Felipe González y Manuel Fraga, sin olvidar al cardenal Tarancón, Marcelino Camacho, al general Gutiérrez Mellado, y al rey don Juan Carlos, “que fue el motor de la democracia parlamentaria” y que el 23-F “nos evitó el regreso a la dictadura”.

Valores en riesgo de perderse

Pregunta:--¿Qué le ha movido a escribir este libro: la defensa de la Transición o la evocación de una época ya olvidada para las nuevas generaciones?

Respuesta:--Sin duda la razón que, al final, me ha movido a publicar este libro con los contenidos dispersos que ya había utilizado en conferencias, charlas o mesas redondas en las que he intervenido en los últimos veinte años, ha sido la convicción de que los valores que hicieron posible la Transición están en riesgo de perderse y de olvidarse. Yo soy de los que piensan que la Transición y la Constitución del 78 ha sido la etapa más floreciente, de mayor progreso y de más libertad de la historia de España. Y subrayo lo de la historia de España. Y, además, creo que nuestra generación, la generación de la Transición, ha tenido la suerte de vivir, presenciar e incluso protagonizar esa época prodigiosa e incomparable. Como, por otra parte, he tenido la fortuna y el privilegio de haber presenciado en primera fila todos y cada uno de los acontecimientos más importantes de la Transición, he creído oportuno dar testimonio de lo que vi y presencié durante más de cuarenta años de periodismo político.

P:--¿Qué valores hicieron posible la Transición?

R:--Muy sencillo, pero, por lo que veo, difícil de que se repitan: el valor de la concordia, del consenso, del dialogo sincero y, en definitiva, de convivir con respeto y prosperidad.

P:--¿Cree que hoy no sería posible abordar otra Transición desde aquellos valores que la hicieron posible?

R:--Me temo que no lo es. Hemos vuelto, siguiendo la tesis de nuestro medio paisano don Ramón Carande, a la etapa de los “retrocesos”. Efectivamente, nuestra historia es también la historia de los grandes “retrocesos” en la convivencia entre los españoles. Uno de los historiadores de mayor prestigio, Santos Juliá, poco antes de morir dejó escrito en un libro que la situación política de España (se refería al problema catalán) nos retrotraía a otro “gran retroceso”. Mi querido amigo, estamos en plena “marcha atrás”.

P:--¿Ve en peligro, actualmente, las luces que la alumbraron?

R:--En peligro cierto. Nos hemos instalado en un ambiente de “tribalismo” ideológico, una polarización que emana de la clase política y que ha contagiado todos los ambientes sociales, ciudadanos y hasta ha puesto en riesgo las relaciones familiares. Para los que somos aficionados a la Historia, lo que escuchamos en el Congreso de los Diputados, en los discursos y comparecencias de la clase política, nos recuerda mucho a las trifulcas dialécticas de la II República. Ya veremos cómo salimos de ésta…Si yo estoy tranquilo de que nada gravísimo nos sucederá, es por dos de las grandes soluciones aportadas por y desde la Transición y la Constitución del 78: nuestra pertenencia a la Unión Europea y nuestra presencia en la OTAN. De lo contrario hoy día estaríamos escuchando de nuevo “ruidos de sables”.

Artífices de la Transición

P:--¿Quiénes fueron los artífices de la Transición y qué papel le otorga a cada uno?

R:--En mi libro los describo y los acompaño de anécdotas de mi relación con ellos, especialmente con Adolfo Suárez y con Torcuato Fernández-Miranda. Los héroes de la Transición fueron cinco, por orden de intervención: Fernández-Miranda, Suárez, Carrillo, Felipe González y Manuel Fraga. Y hubo otros actores secundarios, pero necesarios. Yo me detengo en señalar a monseñor Enrique y Tarancón y al general Gutiérrez Mellado, y también a Marcelino Camacho. Y usted se preguntará que dónde sitúo al rey Juan Carlos. Por supuesto, en el primer tramo de la Transición, en un primerísimo plano. Pero a punto ha estado de tirar por la borda todo su legado…Nada nuevo, por otra parte, en la historia. A lo largo de los siglos han existido personajes que crearon imperios o grandes instituciones y terminaron por arruinarlas… 

P:--Fue testigo de la dimisión del presidente Suárez.  ¿Se fue, como dijo el 29 de enero de 1981, porque su “marcha era más beneficiosa para España que mi permanencia en la Presidencia”, o hubo otras razones ocultas?

R:--Sería largo de explicar y en el libro trato de ofrecer mi opinión de forma documentada y en base a mi experiencia de lo que vi, escuché o presencié. Suárez se marchó para evitar que alguien y algunos incumplieran la Constitución. El 23-F nació o, mejor dicho, tuvo origen como un complot para echar a Suárez de la Presidencia del Gobierno. Y a algunos “se les fue la mano”. Nuestro paisano Javier Cercas fue más clarividente o mejor intérprete que los propios historiadores cuando escribió “Anatomía de un instante”.

P:--¿Supo usted con anterioridad a la grabación del discurso que iba a ser el anuncio de su dimisión y por qué?

R:--No trato de adornarme porque yo solo fui, durante más de cuarenta años, un periodista de información política, con la única excepción de los tres años y medio que pasé en Moncloa en los servicios de información y comunicación del Gobierno de Adolfo Suárez. Muy modestamente, pero sí intervine en la redacción del discurso de despedida de Suárez. Y guardé el secreto durante más tiempo del previsto.

P:--¿Por qué cree que no fue posible la supervivencia del centrismo tras la caída y fuga de UCD?

R:--Uno de mis libros de cabecera en materia de historia contemporánea es el de “las dos Españas” de Juliá. También los de Álvarez Junco. Y también los de nuestro vecino y admirado, el profesor Moradiellos. España ha padecido, y padece ahora de forma contumaz, una especial propensión a los extremos, como si fuera un impulso que nos obligara a reproducir permanentemente los esquemas de las “dos Españas”: la España de los absolutistas y de los liberales, la de los progresistas y la de los conservadores…Por eso fue tan excepcional la Transición, porque nunca como entonces se diluyeron tanto las fronteras entre las “dos Españas” y se construyeron “pasarelas” para transitar cómodamente entre ellas…


Enseñanzas de la Transición

P:--¿Qué nos dejó la Transición como enseñanza para este presente y para el futuro?

R:--Nos dejó el periodo de mayor progreso de nuestra historia. La Transición dio solución a tres de los más graves problemas de nuestra historia: el problema social, el problema militar y el problema religioso. ¿Le parece poco? Efectivamente, no pudo solucionar el problema territorial. No contábamos con la deslealtad de alguno de los agentes que la propiciaron. Y la Transición fue muy ingenua al no haber impuesto con mayor rigor la norma sobre la división de poderes que, mire usted por dónde, es el problema principal de la crisis política en la que estamos instalados.

P:-- Si el espíritu de la Transición se rompe, ¿volveríamos a retroceder en nuestra historia, como sostiene en su libro?

R:--Cada generación, en un sentido amplio, es dueña de elegir su destino. Nosotros elegimos el camino de la moderación y de la concordia y también el del progreso consensuado. Los jóvenes son dueños de su futuro. También, dueños de destruir los valores de las Constitución del 78. Pasarían a la historia como destructores de la mejor Constitución de España. Serían protagonistas de un “nuevo retroceso”. Por eso también me sorprende que muchos de nuestros políticos prefieran ser “nietos de la Guerra Civil” que “hijos de la Transición”.

La erosión constante de la Constitución

P:--Defiende usted que la Transición nos dio la Constitución más consensuada de nuestra historia y el período de mayor libertad y progreso conocido hasta ahora… ¿Lo ve acaso en peligro por la fragmentación parlamentaria actual y las miras de algunos partidos?

R:--Hay muchas formas de erosionar la Constitución, y no es por culpa de la fragmentación parlamentaria. La Constitución del 78, que por cierto dentro de poco más de un año pasará a ser la Constitución más duradera de nuestra historia, es el resultado del consenso de las “dos Españas” para servirse de una herramienta de convivencia y de progreso.  Parecía claro que cualquier reforma que se introdujera debía ser el resultado de nuevos acuerdos consensuados. Ese espíritu de entendimiento en lo sustancial está desagradecidamente roto. Y más parece que vivimos tiempos de “desconstrucción” constitucional, y la erosión de la Constitución es constante. Pero el problema no es solo la falta de respeto al espíritu e incluso a la letra de la Constitución, sino la calidad de la clase política actual. Con los dirigentes actuales no habría habido ni Transición ni consenso constitucional. Con los dirigentes del 78 estoy seguro que se habría evitado la Guerra Civil.

P:--¿Qué papel desempeñó Su Majestad el rey don Juan Carlos en este proceso histórico que ahora parece negársele…?

R:--El rey don Juan Carlos fue el motor de la democracia parlamentaria. Y en la madrugada del 23-F nos evitó el regreso a la Dictadura. Cuestión diferente han sido sus comportamientos éticos y alguna de sus actuaciones en la víspera del 23-F. Nadie puede negar el hecho trascendental de su reinado: heredó una Dictadura y legó a su hijo una democracia parlamentaria. Es un hecho objetivo que, por lo demás, la mayoría de la sociedad española se lo reconoció. 

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