lunes, 12 de febrero de 2024

ISABEL MIJARES, MÉRIDA Y EL VINO



    “Donde termina el vino, termina la cultura. Por eso, es con vino con lo que quiero honrar a mi tierra. Brindo con una copa imaginaria de vinos de España, de Extremadura y del mundo; brindo por Mérida, por su presente y por su futuro, por sus luces y sus sombras, con el amor y el respeto de una hija predilecta.”

    La enóloga emeritense Isabel Mijares y García-Pelayo (Mérida, 1942; Madrid, 11/02/2024), fallecida ayer en Madrid a los 81 años, pronunciaba estas palabras en el salón de plenos del Ayuntamiento de su ciudad natal el 21 de abril de 2017 al recibir el título de Hija Predilecta.

    Licenciada en Ciencias Químicas, máster en Enología por la Universidad de Burdeos, diplomada en Análisis Sensorial de Vinos y Alimentos, Medalla de Oro de la Federación Española de Enólogos, vicepresidenta honoraria de la Asociación de Sumilleres y miembro de la Asociación Española de Científicos, distinguida con el Mérito Agrícola del Gobierno de Francia y el Mérito Vitivinícola del Gobierno de Chile y miembro de la Real Academia Española de Gastronomía, entre otros muchos honores y distinciones, dedicó gran parte de su vida a promocionar su tierra y su ciudad por todo el mundo, donde su prestigio como enóloga internacional posibilitó en los mercados internacionales la potenciación de la región y de su ciudad, por lo que también fue nombrada embajadora de la Capital Iberoamericana de la Cultura Gastronómica que Mérida ostentó durante 2016, recordaba el instructor del expediente, el concejal Pedro Blas Vadillo Martínez. Y después, el alcalde, Antonio Rodríguez Osuna, hizo una extensa relación de tus méritos.

    Con la emoción contenida, Isabel Mijares pronunció un discurso de gratitud al alcalde, a la Corporación Municipal, al instructor y al secretario; a los amigos del alma, a la familia muy próxima y menos próxima, pero muy querida… “Hoy, tras la semblanza que acaban de hacer de mi persona, poco tengo ya que contaros sobre mi vida personal y profesional, ya realmente larga y, en mi opinión, feliz y plena, gracias al vino y su mundo y a todos y cada uno de vosotros que lo habéis compartido conmigo; vosotros los que estáis aquí y todos esos amigos, compañeros e incluso alumnos de muchos países que hoy, no pudiendo estar aquí, han enviado tantas palabras de cariño, que me han emocionado.”

    “Ya lo sabéis todo sobre mí, nacida ya hace muchos años en esta Mérida histórica, árabe, judía y cristiana, y sobre todo romana, bimilenaria y patrimonio de la humanidad. Hoy solo quiero, y me lo vais a permitir, limitarme a utilizar ampliamente dos palabras de nuestro Diccionario de la Lengua, no suficientemente empleadas, quizá porque, por sencillas, las hayamos minusvalorado y por eso no las repitamos como debíamos hacerlo. Esas dos palabras son: gracias, os quiero.”

    ¿Y a quién diste las gracias, Isabel, aquel día, el más preciado de tu vida? “A Dios, por ser creyente, católica y practicante, por todo lo hermoso que hoy me está ocurriendo; a la vida, que me ha permitido llegar al día de hoy para vivir este momento. Gracias a Mérida, mi Mérida, la Mérida de muchos de vosotros, mi ciudad, que hoy, a través de sus máximos representantes, la Corporación Municipal, me dice que soy hija suya predilecta, sin que yo vea más razón para ello que haber querido a Mérida, a esa ciudad mágica y eterna y haberme sentido tan orgullosa de ser emeritense y por ello hablar de Mérida y sus encantos en mi caminar por el mundo. Gracias a la química, al vino y a la gastronomía, que han sido el eje y motor de mi trabajo y el responsable de haber tenido una vida intensa y apasionante y a tantos amigos aquí presentes.”

    No olvidaste a nadie, Isabel: a tu marido Yves, Vivi, que trajiste a Mérida en 1967, desde su Francia de origen, para que conociera Mérida; a tu única hija, Coco; a tu yerno Eduardo, hijos ambos y amigos, e incluso fans, que te dieron la alegría de venir a casarse a Mérida, y que ese día dejaron Cantabria con sus hijos, Eduardo Yves y Rodrigo, para acompañarte en ese día tan hermoso y feliz; a tus nietos, que te aportaron una nueva faceta de la vida y querían a tu ciudad, que honraba a su abuela.

    Recordaste que tu hija se bautizó en el campo de sus abuelos, en Mérida; de ahí venía tu vinculación con La Nava de Santiago y Aljucén. También diste las gracias a tus hermanos y cuñadas, a todos los que compartían contigo ese día único, aunque sintieras que el trabajo de tus tres hermanos (José Antonio, Mariano y Fernando) les impidiera estar contigo, pero los tuviste en el recuerdo. Evocaste el paso del tiempo y las vivencias de “esta emeritense dichosa”, porque el inicio de todo había empezado hace 75 años.

    Cómo no recordar, Isabel, a tus abuelos y padres, que te inculcaron los principios que rigieron tu vida y te enseñaron a valorar el esfuerzo y el trabajo, el ser y el deber ser; que te hicieron sentir orgullosa de haber nacido en Mérida, el amor a tu ciudad y a tu región, “dándome a la vez un sentido sin fronteras de mis orígenes, reforzado por mi padre, castellano-leonés, que vivió en Mérida tantos años" y te enseñó que no hay límites ni fronteras en los sentimientos ni en la comprensión, en un país como España”.

    No pudiste olvidar a tus monjas Escolapias de Mérida y después de Madrid, “por su educación estricta, su formación, sus enseñanzas…y su inmensa paciencia, “el colegio, mi colegio y el internado”, que formaban parte de tus mejores recuerdos y tenían tu más profundo reconocimiento y cariño, y que te enseñaron a trabajar con dedicación y disciplina.

    ¡Ay, Isabel!, cómo no recordar a tu “tata”, extremeña también, que os dedicó su vida, junto a Juan Juanillo, el padre de Pepe Nones; a Ramón, Manuela, María y a tantos otros imposibles de nombrar, a los que expresaste tu agradecimiento, personificado en Mari Tere, con la que seguías yendo a la procesión de la Soledad. Gratitud a tu equipo de trabajo; a Luz, que lograba que tus ausencias en casa se notaran menos; a tus compañeras de colegio que estuvieron contigo; a las Méridas del mundo, a los enólogos, a los periodistas y escritores del vino, tus compañeros, y a las mujeres sumilleres.

    “Gracias, mil gracias a todos vosotros; a los bodegueros de España y gente de mi querido vino…, os quiero a todos. Quiero recordar a los anteriores hijos predilectos de Mérida, a los que me uno de corazón.” Declaraste tu amor a Mérida, grande, rica e histórica, “cuya historia te enseñó nuestro gran escritor Jesús Sánchez Adalid; a esa Mérida que hoy me abre sus brazos y me recibe como hija, lo que he sentido siempre…”

    Por ti, Isabel; por Mérida; por la ciudad y el vino que nos unió, un brindis de corazón.

 

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