Portada del libro sobre la obra de Lencero |
El título nace de las respuestas que el poeta y escultor
concedió al diario madrileño “Pueblo” el 23 de febrero de 1971, con las que el
autor prefacia su obra:
Pregunta:--“Luis, ¿cuándo a empezaste a trabajar el
hierro?”
Respuesta: “A los 14 años, en una herrería.”
P.: --“¿Cuándo fuiste poeta?”
R.: --“A los 14 años, en una herrería.”
P.:--“¿Cuándo pintor?”
R.:--A los 14 años, en una herrería.”
Respuesta: “A los 14 años, en una herrería.”
P.: --“¿Cuándo fuiste poeta?”
R.: --“A los 14 años, en una herrería.”
P.:--“¿Cuándo pintor?”
R.:--A los 14 años, en una herrería.”
De este modo tan personal, señala Viudas en su primer capítulo (“1937. Lencero. 14 años. Badajoz. Aprendiz de forja, poeta y escultor”) contestó a la citada entrevista que, con motivo de su éxito como escultor en la galería Círculo 2, donde expuso entre enero y febrero de 1971 una muestra de 32 esculturas, le realizara Martín Prieto.
En su segundo capítulo –“1971. Lencero. 47 años y 6
meses. Madrid. Escultor del hierro”--, el autor señala la respuesta que dio a
la entrevista citada sobre cuándo se hizo escultor del hierro: “Aquí, en
Madrid, a los cuarenta y tantos años. A punto de doblar el terrible cabo del
medio siglo. Aquí con esta exposición mía, con el ánimo y aliento de cuantos
vienen a visitarla, con diez obras vendidas, siento la necesidad de volver, muy
de prisa, a mi tierra y continuar trabajando.” En efecto, señala el autor, tras
publicar su libro Hombre (1961) y del
éxito de El surco de la sangre (1953)
y Sobre la piel de una lágrima
(1963), muy conocedor de la pintura y la escultura abstracta en un Badajoz
culto de la República, guerra civil y primera posguerra, instala en los bajos
de su recién estrenado chalé (Virgen del Perpetuo Socorro, 14) de Badajoz,
donde reside, un improvisado taller de forja.
“1953. Lencero. Dibujo. Dedicatoria a Rafael Jaume”, es
el tercer capítulo de la obra, en la que el académico se refiere al dibujo de
la dedicatoria manuscrita En la tierra
del cáncer, que remiten Manuel Pacheco y Luis Álvarez Lencero a Rafael
Jaume, director de la revista DABO, de Palma de Mallorca (Biblioteca Archivo de
la Diputación de Cáceres). Los dos poetas amigos se lo envían a Jaume que
intercambia su revista de Mallorca con la pacense Gévora.
En el capítulo
cuarto –“1954. Lencero ilustra Embriaguez
de mi pulso de Jean Aristeguieta”— alude a la ilustración de la citada
obra, número 6, de la colección de Doña
Endrina, dirigida por el poeta y pintor surrealista Antonio Fernández
Molina, creador de la revista del mismo nombre, y reproduce la portada del
libro y varios dibujos del autor.
“1971. Lencero. Monumento a la amistad” es el título del
capítulo quinto que el académico Viudas dedica al poeta, del que dice que su
vida está muy unida a la amistad en 1971. Cree y siente la necesidad de los
amigos, aunque reconoce que no ha tenido una vida fácil. “He tenido mucha
hambre en mi vida y no me avergüenzo, de pan y de hambre de la otra, la que
hiere y te rebela”, confesaba en la citada entrevista de Martín Prieto. En la
mencionada exposición estuvo arropado por excelentes amigos, como Hugo Emilio
Pedemonte, que vino de Uruguay para conocer personalmente a los tertulianos que
en 1952 guiaron la revista Gévora, y
otros muchos. Por este calor humano que necesita, declara que lo que le
gustaría hacer es un monumento a la
amistad. Lencero se manifiesta autodidacto (sic), admira a muchos
escritores y escultores sin imitar a nadie y se clasifica en una escultura
expresionista y abstracta.
Por último, el profesor Viudas aborda en su último
capítulo, “2023. Lencero. La forja de la palabra”, la exposición así titulada,
clausurada hace unos días, con selectas imágenes de la vida y obra del autor
superrealista-existencial, del hombre pintor y escultor que, en plena guerra
civil, se ganó el pan en el taller de forja de Badajoz.
Finalmente, Viudas dialoga con el autor sobre sus nueve
libros publicados en vida: El surco de la
sangre, Sobre la piel de una lágrima
(dos ediciones), Hombre, Tierra dormida, Juan Pueblo (dos ediciones), Canciones
en carne viva, la carpeta Homenaje a
Extremadura, Poemas para hablar con Dios y Humano. Y deja para otra ocasión su Antología poética (1980) por él seleccionada, los poemas dispersos
y el inventario de su obra inédita dispersa.
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