Ni la ficción ni la memoria pueden resolverse a tiros, ni olvidarse aun con las cenizas calientes, mientras la obra y la memoria perduren en el tiempo. Hay cazadores de ficción, que no cazan en terreno propio, y cazadores de la memoria, que desearen destruirla para siempre, aún la memoria viva, como aves carroñeras que no tuvieran con qué alimentarse más que con la destrucción por la destrucción misma.
Los sucesos ocurridos en El Torno (Cáceres) no son, por insólitos en nuestro tiempo, novedosos en la historia de la humanidad. Cuatro figuras humanas de tamaño natural, tres hombres y una mujer, agrupadas en “El mirador de la memoria”, fueron tiroteadas tras ser inauguradas. Representa ese conjunto a una mujer, un hombre, un anciano y un niño víctimas de la represión franquista, y es obra del escultor toledano Francisco Cadenilla. Son figuras de hormigón, de unos 300 kilos cada una, situadas en un paraje propiedad del consistorio, con mirador al Valle del Jerte, a cuyo acto de inauguración asistieron el sábado unas 70 personas.
La historia se repite. Las autoridades acababan de inaugurar el monumento y se fueron a comer. Poco después, unos vecinos, alarmados, les avisaron de que habían oído ráfagas de fusil, tiros de escopeta y gritos. Todos se fueron al lugar y comprobaron que tres de las figuras habían sido tiroteadas. Cedenilla, el escultor, prefiere no reparar los daños porque se da más significado al homenaje, porque “es impactante –ha dicho-- que a las figuras que representan a los fusilados de la contienda, alguien haya querido volver a fusilarlas”. Les han matado dos veces, como a la patera de Aldeacentenera, quemada por unos desalmados con nocturnidad y alevosía, hace pocos meses.
Evoca este hecho de los carroñeros de la memoria el acaecido durante la guerra civil en el Cerro de los Ángeles, cuando el 28 de julio de 1936, un grupo de milicianos de la República fusiló, entre blasfemias, el monumento al Corazón de Jesús, levantado por suscripción popular en el centro geográfico de España e inaugurado por el rey Alfonso XIII el 30 de mayo de 1919. Lo fusilaron y lo dinamitaron, pero no lograron alcanzar su enorme corazón. Uno de los milicianos, arrepentido de su “heroica” acción, pido al juez trabajar en una iglesia, aunque no le conmutasen la pena, para expiar la ofensa de haber fusilado la imagen.
El Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles fue reconstruido tras la guerra. A la reinauguración, el 15 de julio de 1965, acudió el Generalísimo Franco con todo su gobierno en pleno y la corporación municipal en traje de gala. Fue televisado a todo el país en directo. Se trataba de reparar la ofensa de una España católica, que entonces y hoy, no tan creyente, pero más tolerante, guarda todas las memorias, sin desear herir la de nadie, y menos, como entonces, a tiros. Porque no matarán, como dice el alcalde, Julián Elizo, a un pueblo tranquilo como El Torno, famoso por su paisaje y cerezo en flor, pero nunca por la obra de “unos descerebrados”. Como la de mi tío Dionisio, muerto allí, en el Cerro de los Ángeles, según mi madre, en defensa de la causa nacional que sirviere, pero cuyos restos ignoramos dónde están. Aún hoy, todavía a tiros, como entonces, como ahora, en un intento de aplastar la memoria cautiva de la Historia que nadie podrá matar, ni menos aún enterrar, porque la memoria de los muertos sigue viva entre los vivos.
Pie de foto:
Un grupo de milicianos de la República durante el fusilamiento al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles el 28 de julio de 1936.
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