No nos referimos, claro está, a las exportaciones de nuestros principales productos, a nuestro patrimonio histórico, artístico y cultural, a nuestras ferias y mercados, a nuestras fiestas de interés turístico, y a todo aquello que pudiéremos izar como bandera en el resto de España. Nos referimos, más bien, a la imagen de Extremadura en España, a la información que el resto de España tiene de Extremadura, a la que le llega, le interesa o le vendemos.Hace años, apenas existía Extremadura en el mapa informativo de España. Los esfuerzos de la Junta de Extremadura, y de su personaje más influyente, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, por airear a los cuatro vientos que no éramos ya el culo del mundo, chocaba con la triste realidad de cada día.
De poco sirvieron los sacrificios por tener una delegación de la televisión pública o unas agencias informativas que, si daban noticias de la Comunidad, eran, en la mayoría de los casos, para consumo interno de los extremeños, a pesar de sus esfuerzos por vender a sus centrales en Madrid otra realidad bien distinta. Pocas veces trascendía Extremadura a los telediarios, para muchos españoles asumidos como el único medio informativo; los diarios nacionales apenas contaban con corresponsales y, si los hubieren, las informaciones eran escasas y a cuentagotas. De poco han servido los esfuerzos realizados por el Gobierno regional, primero con Canal Sur Extremadura y posteriormente con Canal Extremadura Radio y Televisión; y de otros medios digitales por ofrecer informativos propios a la sombra de los nacionales. Extremadura solo vende lo que interesa en España: la Extremadura profunda de Puerto Hurraco, la de la riada de Badajoz, los incendios que arrasan nuestra naturaleza; lo negro, lo negativo, la España profunda que muchos españoles consideran que seguimos siendo, y no la Extremadura vendida, en su otra realidad bien distinta, por la última campaña de Marca Extremadura.
Ya en 1988, Ibarra advertía contra esta especie de animadversión de los medios informativos nacionales contra la región, tras fallecer en accidente de circulación una de sus consejeras, la malograda María de los Ángeles Bujanda. Ni un telediario, casi ningún medio nacional, dio noticia de esa muerte. ¡Ay si hubiera sido de Cataluña, del País Vasco o de Madrid!, se lamentaba Ibarra.
Tuvo que llegar la matanza de Puerto Hurraco, el 26 de agosto de 1990, para que Extremadura fuera noticia nacional de portada durante semanas a partir de la fecha; o la riada de Badajoz, en la noche y madrugada del 5 al 6 de noviembre de 1997, para que volviera a ocurrir lo mismo... O ahora, los incendios en Las Hurdes, como si quisieran echarle más leña al fuego que ya padecimos.
Cabría preguntarse por qué Extremadura no es noticia nacional, ni en portada ni en un telediario, más que cuando ocurren cosas que, por lo demás, y tristemente, suceden en otros lugares de España. Por qué una noticia, como el incendio de Las Hurdes, "mata" a otras de las que se venía hablando, como los seis muertos del incendio de Cataluña y las 12.000 hectáreas quemadas en Aragón, frente a las 3.000 en la comarca extremeña; por no hablar de las razones de la CEOE para frustrar el pacto social... Todo se viene abajo cuando en Extremadura ocurre algo negativo, no cuando ocurren cosas positivas que congregan a centenares de personas de toda España, como el Festival de Teatro Clásico de Mérida, por poner un ejemplo cercano.
Lo mismo que dijo Ibarra en el 88, lo acaba de lamentar ahora el presidente Fernández Vara: "Parece como si solo hubiera habido un incendio", para añadir, según la agencia Efe, que no le gustaría pensar "las cosas que se dirían si hubiera ocurrido algo parecido a lo de Cataluña" y justifica su lamento con estas palabras: "Es algo que llevamos sobre nuestras espaldas y no lo podemos cambiar más que con el paso del tiempo."
No le falta razón al Presidente: Extremadura es lo que se ve y los misterios que se ignoran. Y nadie puede señalar a nadie porque, además de ser una culpa heredada, hoy lo es de todos, no de los periodistas que informan por obligación, pero cuyas "ventas" positivas tienen escaso o nulo eco en Madrid, sino porque es una devoción que a todos nos compete. Nadie ama lo que se ignora o lo que se desconoce; pero es deber de quienes lo conocemos y amamos difundir a todo el mundo que las desgracias que nadie desea pueden ocurrir en todos los sitios, pero que los buenos productos, la vida tranquila, los paisajes, la paz, el patrimonio de Extremadura, solo puede encontrarse aquí, descubriéndola para después amarla. Como cada día hacen más españoles, aunque los medios y los telediarios solamente informen de lo macabro.
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