miércoles, 26 de enero de 2011

LA OTRA SED DE ESPAÑA

La sed de España no es la de las urnas, como proclama el presidente de los populares. La otra sed de España no es, tampoco, afortunadamente y ahora, la del agua, ni la inmensa sed de poder de quienes lo afirman. En tiempos de vacas flacas, la sed de España es ahora la del empleo, la de la recuperación económica, la de la estabilidad en los mercados; la sed del compromiso de todos los políticos y fuerzas sociales responsables que luchen contra la crisis y que no naden a favor de la corriente en busca de un rédito electoral, que aún no les fuere otorgado.

No se apaga esta sed en las urnas porque de ellas salen proyectos, reformas e ideologías que alumbren el presente y el futuro, pero no la de aquellos que predican en el desierto, porque de las urnas no saldrá la luz que hoy no alumbra, escondida bajo el celemín, sin que puedan conocerse sus mágicas recetas para ver la luz al final del túnel.

La sed de España es la de quienes tienen hambre y sed de justicia y no serán saciados en la tierra, sino en el cielo, por quienes predican que su sed será saciada en las urnas si de ellas saliera su solo nombre. Tienen hambre y sed de justicia los sufridores de las injusticias de otros, quienes pagan a las arcas públicas lo que otros, con más poder, no hicieren; los que roban lo que a otros les pertenece; quienes son maltratadas por el hecho de ser mujeres; aquellos engañados por falsas promesas de los que solo piensan en su botín y no en las urnas.

Las urnas de España se fabrican día a día con el trabajo, con el pacto, con la protección a los más débiles, con la creación de empleo, arrimando el hombro contra la crisis y no poniendo palos en las ruedas del carro que nos conducirá a todos al futuro.

La sed de España no es la que predican los falsos profetas que no descubren sus cartas para no ser descubiertos; la de quienes acusan a quienes ostentan el poder de hacer lo que hubieren de hacer mientras ellos se oponen a las reformas que critican y hacen en sus predios lo contrario de lo que predican.

La sed de España no saldrá de las urnas tan ansiadas por aquellos que, siendo judíos, le pidieren agua a los samaritanos, como recoge el Evangelio de San Juan, “porque todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed”; porque no sacia la sed el agua de la hipocresía, de la mentira, ni de la falta de lealtad de quienes se proclaman patriotas y devienen, en sus actos, en simples patrioteros. Esa es la sed de España: la de la lealtad con la patria y su futuro, y no la de la insolidaridad, la falta de respeto, y de tolerancia en la convivencia.

domingo, 9 de enero de 2011

NO MATEN, AL MENOS, SU ESPERANZA VERDE

El año nuevo abriga ilusiones y esperanzas. El estado del ánimo humano nos invita a confiar en que ocurrirá lo que deseamos. La mayor preocupación se convierte en el deseo más solícito: tener un trabajo, salud, amor. Damos por sentado que es difícil tenerlo todo, pero abrigamos la esperanza de lograr lo que deseamos, porque “la esperanza es el sueño del hombre despierto”, según Aristóteles. Por ello, abrazamos la esperanza, nos asimos a ella, como en su día recordamos a personas en las que confiamos para obtener lo que deseábamos.

Sin esperanza, no hay razón para vivir, y la esperanza es lo último que se pierde. Elevamos la esperanza a categoría de virtud teologal, por la que esperamos con firmeza los bienes prometidos. Arriba y abajo, confiamos nuestras esperanzas a hombres y mujeres que no nos dan la respuesta ansiada, y perdemos la esperanza.

Los hijos eran nuestra esperanza, y ellos han perdido la esperanza; los líderes del mundo eran nuestra esperanza, pero ya no quedan Luther King que proclamaren e hicieren realidad el sueño y la esperanza: “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”, dijo un día.

De tanto esperar, nos desesperamos y perdemos la razón y el buen juicio. Ya advertía Benjamín Franklin que “el que vive de esperanza, corre el riesgo de morirse de hambre”. Esperamos del cielo las gracias que no hubiéremos en la tierra, y no las recibiéramos de él ni de los profetas que nos prometen el paraíso en la tierra.

La esperanza se representa desde la antigüedad como una dama con atuendo verde, una mujer melancólica e ilusionada con el porvenir. Nuestros campesinos ven en el verde de los campos, llegada la primavera, la pronta sazón del trigo y el verde de los frutos que promete abundancia de alimentos en verano. Esa es su esperanza. En la Edad Media, los autores de novelas caballerescas señalaban que los galanes solteros o enamorados debían portar una cinta verde. La esperanza es verde, como las imágenes de la Esperanza llevan un manto verde. El color verde de la bandera de Extremadura representa la esperanza en el futuro que no hubieren nuestros ascendientes, pero que merecen nuestros descendientes. No matemos, al menos, la esperanza verde de los jóvenes porque, sin ella, terminarán por no creer ni en el cielo ni en la tierra. Y si no creyeren en nada ni esperanza les asistiere, cómo esperar a leer el dintel de las puertas del infierno: “Perded toda esperanza quienes aquí entráis”, cuando fuere el cielo el sueño prometido: “No me tienes que dar porque te quiera/pues aunque lo que espero no esperara/lo mismo que te quiero te quisiera”, en la expresión anónima del amor desinteresado y de la esperanza no satisfecha ni por el cielo ni por la tierra.

domingo, 2 de enero de 2011

EL DESPERTAR DEL SUEÑO

Ha nacido el nuevo día en el instante preciso, marcado, señalado por la hora de los meridianos. Amanece que no es poco y vemos desde el balcón a los últimos rezagados de la fiesta. Después, las calles permanecen vacías, silenciosas, como si todo el mundo durmiera, la ciudad paralizada, el despertar del sueño deseado sobrevenido, como siempre. No reconocen los animales el año nuevo más que en su tiempo, que lo hubieren por nacimiento, y aspiran a su paseo natural por su propio ciclo vital.

Ha muerto un año, ha nacido otro nuevo año. Tiramos a la basura viejos calendarios y agendas. Anotamos las primeras citas y quehaceres. La vida sigue: Estonia es el país número 17 de la Eurozona; los precios suben; nacen nuevos niños sin pan bajo el brazo; siguen los atentados por razones de credo; continúa la violencia de género en el primer día del año; los corredores de la San Silvestre descansan; zozobra Europa todavía en la incertidumbre de su moneda única; el fumar se va a acabar; surge Avante; mañana vuelve el fútbol; vienen de camino los Reyes Magos –“Ya vienen los Reyes Magos/ya vienen los Reyes Magos/al nidito de Belén/Olé, olé Holanda, y olé/Holanda ya se ve, ya se ve, ya se ve…” Prometemos cambiar y al final todo seguirá igual. “No pidas agua, mi vida/ no pidas agua, mi bien…/ que los ríos vienen turbios/ y no se puede beber.” Fuéremos dueños de nuestra agua, que hemos de dejar correr, como si no la hubiéremos de beber, sin administrador aún electo por el egoísmo político que nos impide ver la luz que se nos ha dado, “bailándonos a todos el agua” En mayo, ajustaremos cuentas con el fisco y con quienes pretenden gobernarnos en base a las mentiras y el engaño.

Despertamos del sueño tras recibir los parabienes y buenos deseos de todo el mundo; la cohetería anunciadora del año nuevo nos dejó conciliar lo único que podemos hacer por nosotros mismos, sin permiso de la autoridad: dormir, descansar por última vez el último día del año viejo.

Un año más para mejorar lo recibido, un año menos para recordar lo malo que nos dejó y los bienes que recibimos; para llenarlo de buenas obras y aprovecharlo para nuestro bien y los que nos rodean, sin “cargarle el muerto a otro”.