Los candidatos socialistas están poniendo el acento durante los actos de esta campaña en las prioridades que la política ha de asumir en momentos como los actuales, entre los cuales la primera es el empleo. Vara y Ferreira así lo vienen afirmando en sus intervenciones, apuntando a la vez que las cotas de modernidad y el estado del bienestar logrados y la apuesta de futuro por un modelo de desarrollo sostenible, como el extremeño, deben ser prioritarios.
Mientras Vara ha proclamado la cláusula social para incentivar el empleo en los proyectos, que debe ser apoyada por todos los sectores sociales y empresariales, Ferreira ha advertido que mientras otros, que frisan el empleo también en sus programas, ni han arrimado el hombro ante la crisis ni han dado respuesta al desempleo y, además, se han opuesto a cualquier medida, emanada del Gobierno, que diera respuesta al desempleo para aminorar sus consecuencias.
Una cosa es predicar y otra, dar trigo. Resulta sorprendente que quienes han dicho “no” a todas las políticas reformistas del Gobierno de España, sean los primeros que, en las comunidades en las que gobiernan, alcancen unas elevadas tasas de desempleo y digan ahora que tienen la fórmula mágica para generar empleo.
Quienes se creen depositarios exclusivos del patriotismo, pretenden tirar a una diana en campo abierto, en la que nunca podrán dar, porque sus objetivos son inasumibles, por inalcanzables y desconocidos.
Los españoles no deben permitir que el estado del bienestar promovido por los gobiernos socialistas, con los que España ha logrado alcanzar las más elevadas cotas de modernidad, con la inestimable ayuda de la Unión, dé un paso atrás, porque nada podemos dar por definitivo ni por sentado. Quien predica que cerrará las mancomunidades, está diciendo que puede acabar con un modelo de desarrollo sostenible que terminará con la vida de nuestros pueblos; quienes hablan del copago, aluden a una sanidad y pensiones privadas, porque ellos no las necesitaren; de una regresión, en fin, y de unas conquistas sociales que, como la igualdad de todos ante la ley, en derechos y libertades, no pueden ser reversibles.
Hay que reconquistar el empleo perdido, sí; pero sin perder ni un ápice las conquistas sociales que nos han acercado a unos estándares de vida jamás alcanzados, pese a la crisis de la que no fuimos culpables.
Mientras Vara ha proclamado la cláusula social para incentivar el empleo en los proyectos, que debe ser apoyada por todos los sectores sociales y empresariales, Ferreira ha advertido que mientras otros, que frisan el empleo también en sus programas, ni han arrimado el hombro ante la crisis ni han dado respuesta al desempleo y, además, se han opuesto a cualquier medida, emanada del Gobierno, que diera respuesta al desempleo para aminorar sus consecuencias.
Una cosa es predicar y otra, dar trigo. Resulta sorprendente que quienes han dicho “no” a todas las políticas reformistas del Gobierno de España, sean los primeros que, en las comunidades en las que gobiernan, alcancen unas elevadas tasas de desempleo y digan ahora que tienen la fórmula mágica para generar empleo.
Quienes se creen depositarios exclusivos del patriotismo, pretenden tirar a una diana en campo abierto, en la que nunca podrán dar, porque sus objetivos son inasumibles, por inalcanzables y desconocidos.
Los españoles no deben permitir que el estado del bienestar promovido por los gobiernos socialistas, con los que España ha logrado alcanzar las más elevadas cotas de modernidad, con la inestimable ayuda de la Unión, dé un paso atrás, porque nada podemos dar por definitivo ni por sentado. Quien predica que cerrará las mancomunidades, está diciendo que puede acabar con un modelo de desarrollo sostenible que terminará con la vida de nuestros pueblos; quienes hablan del copago, aluden a una sanidad y pensiones privadas, porque ellos no las necesitaren; de una regresión, en fin, y de unas conquistas sociales que, como la igualdad de todos ante la ley, en derechos y libertades, no pueden ser reversibles.
Hay que reconquistar el empleo perdido, sí; pero sin perder ni un ápice las conquistas sociales que nos han acercado a unos estándares de vida jamás alcanzados, pese a la crisis de la que no fuimos culpables.
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