sábado, 28 de enero de 2012

EL POLICÍA QUE BUSCABA A MARTA

           De pronto, la emoción le ha podido y se ha acercado a los padres de Marta para mostrarles su apoyo y cariño. Se ha abrazado a los dos, mientras otros policías, familiares y amigos, les contemplan. Es el policía encargado de la búsqueda de Marta, un  funcionario público que tiene por misión encontrar su cuerpo. Ha dedicado este hombre horas de trabajo y de oficio a estudiar el caso, las declaraciones, las contradicciones, los escenarios del crimen, con tal de hallar su cuerpo. Nadie como él hiciere suyo el “Todos somos Marta” porque con ella ha soñado día y noche, como su familia, como si fuere parte de ella, porque hallarla fuere su única misión.

            No debiere un funcionario público colaborador de la Justicia mostrar sus sentimientos en público. Se limita a cumplir la ley, a realizar su trabajo conforme a ella y a hallar pruebas que presentar ante aquella para que actúe. Nada de ello parece haber logrado. Tres años después, desde aquel 24 de enero de 2009, las búsquedas efectuadas en el río, en el basurero y otros lugares, han resultado infructuosas. El cuerpo de Marta del Castillo no ha aparecido. La sentencia se ha hecho pública. Solo un condenado por su muerte. No hay pruebas, no existe el cuerpo del delito. Un miembro del tribunal se ha atrevido a pedir clemencia a uno de los juzgados para suplicarle, si hubiere conciencia, que dijere al menos dónde se encontraba, y recibió por toda respuesta: “Si lo supiere, ya se lo habría dicho”; pero nadie parece saberlo.

            Más de cincuenta ciudades españolas se echan a la calle para recordar a Marta. Velas blancas y carteles con su foto la recuerdan. No hay conformidad con la sentencia; piden la revisión del juicio y cadena perpetua revisable. “Todos somos Marta”, “Justicia para Marta”… En algunas ciudades participan en las manifestaciones padres que también perdieron a sus hijos, y que quizá ignoran aún dónde estuvieren. Tantas fotos de ella que parece que aún está con nosotros; pero ni Antonio ni Eva, sus padres, la han vuelto a ver desde hace tres años. No hubieren lágrimas para derramar, ni palabras con que agradecer el consuelo que les producen tantas manifestaciones de apoyo.

            Y entonces, sale entre la multitud, arropado, por sus compañeros, el policía uniformado que ha velado día y noche por encontrarla, por reunir pruebas que presentar ante la Justicia y que se le negaron. Padre también quizás, el funcionario público no puede contener su emoción y se acerca a abrazar a los padres de Marta. Quizás Antonio le conoce; pero no Eva. Un murmullo recorre los aledaños de la escena: “Es el policía encargado de su búsqueda…”, se repiten unos a otros. Y abraza a sus padres tierna, larga, humanamente, como si quisiere transmitirles que Marta también es suya, consciente de su dolor que fue el propio de quien no ha logrado dar con su paradero ni hubiere podido reunir las pruebas que la Justicia demandare para condenar a quienes nada dijeren ni humanidad alguna revelaren. Y Antonio y Eva le abrazan como al eslabón que les uniere a la hija perdida y todavía no hallada…

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