En efecto, ni la victoria que supone las mieles para
unos y la alegría desbordada para otros lleva a nadie, ni al país entero, a
solucionar sus problemas. El fútbol, como antes el circo y después los toros,
pueden ser una fiesta de diversión para muchos y una pasión que, fenecida, nos
devuelve a una realidad que hemos de afrontar por nosotros mismos.
La pasión es un sentimiento intenso que puede perturbar
la razón, como el amor, el odio, los celos o la ira; el entusiasmo que se pone
en algo que se hace o se defiende…, según algunas de las acepciones de la RAE, nos
induce a ser protagonistas, o coprotagonistas, pero en la mayoría de los casos
no nos devuelven los réditos que otros percibieren, sino fueren virtuales para
nuestro espíritu. La pasión y pasiones por otros, no por nosotros mismos o lo
que hacemos. Nada nos da el fútbol sino la evasión de quien lo ve pasivamente o
el entusiasmo por la victoria si se practica activamente, además de una buena
forma física.
El fútbol como pasión nos lleva a las pasiones
desatadas del hombre: a desear la derrota del adversario, aunque su victoria
fuere en buena lid, porque favoreciere indirectamente a los colores de nuestra
pasión; a discusiones estériles que a nada conducen; a no saber aceptar los
errores propios ni las virtudes ajenas; a la pérdida del respeto humano; a
sobrellevar la derrota con humildad como aceptamos la victoria con generosidad
frente al adversario. Casillas dio un buen ejemplo de esta actitud como capitán
al llamar la atención del árbitro que pusiere fin al partido de la final de la
Copa de Europa de Selecciones de Kiev, diciéndole: “¡Cuatro a cero ya! ¡Un
respeto para el adversario….!”, reproducido con satisfacción por la televisión
italiana.
Los espectadores pasivos solo obtienen una pasión que no pasa del día. Los jugadores, en cambio, logran un premio a su trabajo que va
más allá de nuestros amores, celos, odios y envidias. La FIFA dio a la
Federación Española de Fútbol 25 millones de euros por ganar el Mundial, de los
cuales se había comprometido a pagar 600.000 euros de prima a cada uno de los
jugadores. El premio se considera una retribución por un trabajo realizado
fuera del territorio español y se permite tributar en el país en el que se
llevó a cabo la actividad. Si hubieran pagado en el país de la bandera que
defendieron, hubiesen tributado por un 43 por ciento; en cambio, en Sudáfrica
fue del 21 por ciento: 5.676.000 euros en España y 2.272.000 euros en
Sudáfrica. Con la primera cantidad se podría haber pagado la pensión durante un
mes a 7.000 pensionistas. Todo legal por el convenio de doble imposición entre
los dos países. ¡Unos patriotas…! Ellos, unos héroes y nosotros, unos villanos,
a quienes solo les resta sobrevivir y esperar la segunda fase de la Champions a
ver qué nos depara y la Liga, por si hubiere algún tropiezo en la cabeza. Quizá
los mismos que cada día tenemos nosotros con el fútbol…, una pasión apasionada
que desata aún más las pasiones del hombre.
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