Viernes
de Dolores, último de la Cuaresma. Principia la Pasión, la pasión de Cristo, la
pasión de María, la pasión de España. María es una pasión por su Hijo; España,
una pasión de pasiones: pasión por la Pasión, pasión de sí misma; pasión por
Cristo, pasión por su Madre; pasión por los hijos de España.
Hubiere siete dolores María: la pérdida de su Hijo en el
templo, profecía de Simeón (Lc., 2, 23.35): "Este Niño está puesto para
ruina y resurrección de muchos de Israel, y una espada traspasará tu
alma." Gozo y recuerdo profético. La persecución de Herodes y la huida a
Egipto (Mt., 2, 13-15) para poner a salvo la vida del Niño Dios, o el segundo
dolor. Pierde María a su Hijo en el templo durante tres días (Lc., 2, 41-50),
el Hijo perdido y hallado en el templo, el tercer dolor. Ya en la Pasión, y María encuentra a su hijo
cargado con la Cruz (cuarta estación del Vía Crucis), la Cruz de los pecados de
todos los hombres, por la Vía Dolorosa, cuesta arriba, sintiéndola sin verla,
viéndola sin sentir su manto protector. La crucifixión y muerte del Señor (Jn.,
19, 17-30), quinto dolor, contemplándole a sus pies, sin poder hacer nada para
mitigar su dolor. María recibe a su Hijo bajado de la Cruz (Mc, 15, 42-46), o
el sexto dolor. Por fin, muerto se lo entregan; lo recoge en sus brazos,
exangüe ya. Piedad traspasada de dolor, que lo recibe en su última hora, cuando
el Sol y la tierra hubieren oscurecido, mediodía en Jerusalén. Y el último
dolor: la sepultura de Jesús (Jn., 19, 38-42). Le acompaña a su última morada
en la Tierra y regresa con el hijo que le ha dado desde la Cruz, y los hombres
por quienes muere. No los judíos, su pueblo, de quien se ha proclamado su rey (Iesus
Nazarenus rex judaeorum (Jesús Nazareno, rey de los judíos): por todos los que
le mataron y por sus pecados, aunque días antes le aclamasen a su entrada en la
Ciudad Santa: "Pueri hebraeorum, portantes ramos olivarum, obviaverunt
Domino, cantantes et dicentes: hosanna in excelsis" (los niños de los
judíos, tomando en sus manos ramos de olivos, salieron al encuentro del Señor,
cantando y diciendo: alegría en el cielo...).
Los siete dolores de María..., pero cuáles fueren los
siete de España. Traspasado su corazón por mil y una espadas, que nunca
faltaren en nuestra historia: la espada y la cruz de España, los siete que hoy
traspasan su corazón...
El barómetro de febrero del Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS), señala como los que más nos afectan: el paro, la corrupción
y el fraude, la economía, la clase política, la sanidad, la inseguridad
ciudadana... España es hoy un desahucio por el que muchos murieron sin
batallar. España es un país de "guante blanco", en el que los más
ricos seguirán siendo más ricos y los más pobres, más pobres. España es un país
corrupto para quienes debieren dar ejemplo de limpieza. España es un país
dormido, parado, sin otra expectativa de futuro que no fuere la muerte o el exilio
obligado en busca de pan. Ha perdido España lo que nunca debiere de perder,
ganado antes con el sacrificio de toda una generación para que la siguiente
hubiere más gloria que la propia: los derechos logrados, pero perdidos; el
valor del trabajo como medio de vida; la educación como motor del cambio; la
igualdad como seres iguales ante Dios y la ley; la atención a los ancianos, que
ya no hubieren Simeones para cargar con su Cruz, bajo un cielo de inseguridad
cada día más creciente. Cada día más alejada la fe en sus políticos. Crecen la
impotencia e indignación. No bastan la
familia y las organizaciones de la Iglesia para subvenir tantas necesidades. La
felicidad que nos transmitió Jesús en el Sermón de la Montaña (Lc., 6, 20-23)
habrá de esperar otros dos mil años. La Pasión que comienza hoy no terminará
por Pascua. Los siete dolores de María, los siete dolores de España...
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