A cada santo le llega su día; a cada mes le sucede otro; a cada estación, una nueva. Por san Ramón Nonato termina agosto, concluyen las vacaciones, se inicia el nuevo curso político y escolar. Va terminando la estación más cálida, de días largos y noches cortas. En el hemisferio norte, damos por hecho que el verano incluye junio, julio y agosto, aunque el otoño no llegue hasta el 21 de septiembre; sin embargo, en el hemisferio sur, abarca los meses de diciembre, enero y febrero. Finaliza agosto y damos por terminado el verano. Hasta la gota fría pone fin al verano. Atrás quedan las vacaciones, los baños en el mar y en la piscina, los paseos matinales, los sueños quebrados, la desconexión de la rutina y del trabajo, los amores soñados, los libros por leer, los periódicos ojeados, la nostalgia por lo vivido...
Lo bueno se acaba pronto. Nos colocamos de nuevo el reloj
en la muñeca: encendemos el móvil; nos conectamos al mundo que nos espera;
volvemos a la realidad. El verano es un paréntesis para soñar, para soñar
despiertos y durmiendo; para recrearnos con lo que no vemos el resto del año:
la inmensidad del mar, la belleza de las montañas y los valles; para jugar con
los niños hasta dormirlos; para fantasear historias imposibles; para recrear
nuestro pasado.
El verano es nostalgia, amor, partida, olvido, tristeza,
besos, inocencia, despertar... Como todas las estaciones, motiva literatura y
canciones para recordar, algunas prendidas en el recuerdo para siempre. Se pasa
tan rápido que Green Day se lamentaba en 2005 de la rapidez con que se acaba, y
cantaba "Despiértame cuando llegue septiembre": "El verano ha
llegado y pasó/La inocencia nunca puede perderse/ Despiértame cuando septiembre
termine...", en un intento de alargar lo inevitable.
El verano subsume, como ninguna otra estación, los
despertares del amor nacidos en primavera. En 1969, Los Gritos cantaban
"Adiós, verano; adiós, amor": "Vuelan al viento sus hojas/los
álamos dicen adiós/a este verano marchito/que nuestro amor contempló..."
El verano es el temor a la partida: "Hoy es la
última noche/mañana tú partirás/ hacia destinos extraños/quién sabe si
volverás, volverás." (Los Gritos, 1969). Amaral, en "Días de
verano", canta: "No quedan días de verano,/el viento se los llevó/y
un cielo de nubes negras/cubría el último adiós." Y Green Day canta lo que
está por venir: "Aquí viene la lluvia nuevamente/cayendo desde las
estrellas/empapado en mi pena nuevamente/volviéndonos quienes somos."
El fin del verano nos evoca la tristeza y el temor al
olvido. "Puede que un día regreses/o puede que no vuelvas más/aunque cien
años pasaran/ no te podría olvidar, olvidar." (Los Gritos, 1969). Para
"Danza Invisible", "el fin del verano es triste, querámoslo o
no/ aunque entre las mantas pueda hablar de amor." Amaral ve en la
ausencia un eclipse: "Y fue sentir de repente tu ausencia,/como un eclipse
de sol,/ porque no vas a mi vera..."Green Day pontifica: "Mientras
los restos de mi memoria/pero nunca olvidaré lo que perdí/ despiértame cuando
septiembre termine."
No hay verano sin besos robados, perdidos, fundidos en la
memoria: "Sin besos de despedida/ y sin palabras bonitas,/porque te miro a
los ojos/ y no me sale la voz", canta Amaral en "Días de
verano".
El verano es la inocencia perdida o por perderse:
"El verano ha llegado y pasó/La inocencia nunca puede
perderse./Despiértame cuando septiembre termine", dice Gren Day. Y también
en la misma canción, el despertar: "Como mi padre vino y se fue/veinte
años se han ido tan rápido/ Despiértame cuando septiembre termine."
No hubiere quizás otra canción que más uniere, en letra y
ritmo, "El final del verano" que la del mismo título del Dúo
Dinámico, en 1963, y que subsumiere todos los conceptos expresados por otros
autores: partida, amor, recuerdo, olvido...: "El
final/del verano/llegó/y tú partirás./Yo no sé/hasta cuándo/este
amor/recordarás..."
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