La concesión de las Medallas de Extremadura 2013, otorgadas hoy por el Consejo de Gobierno de la Junta de Extremadura, en vísperas de la
fiesta de la Comunidad, el próximo día 8, no ha producido sorpresa alguna, no
por esperadas algunas, justificadas otras por la proximidad ideológica de los
miembros que las otorgan, que no siempre han obrado con la equidad y justicia
que unos se merecieren, a otros se otorgare en vida y algunos post mortem, como si en vida no hubieren
méritos para recibirla tras su muerte. Nos referimos a las de este año y a las
de anteriores.
Eran esperadas,
por lo demás, las concedidas a Tomás Calvo Buezas, antropólogo, investigador y
científico, que se ha distinguido por una vida dedicada a la convivencia
pacífica entre culturas, con especial atención a la lucha contra el racismo, la
solidaridad con los emigrantes y hacia los más desfavorecidos de la sociedad;
al pintor y académico de la Extremeña Francisco Pedraja Muñoz, cuya pintura
trasciende a la tierra que le acogió y adoptó como hijo de Badajoz en 2007; a
Enrique Floriano Millán, otro extremeño, también hijo adoptivo de Badajoz, que
ha situado a la región en lo más alto del escalafón deportivo. Hay otras dos
Medallas que, no por muy merecidas, se habían hecho esperar: las otorgadas al
Colegio-Seminario de San Atón de Badajoz, que cumple 350 años de historia y que
ha sabido transmitir los valores humanísticos, y que atesora una de las mejores
bibliotecas extremeñas, con 40.000 volúmenes. un centenar de ellos del siglo XVI, únicos en el
mundo; y, finalmente, a la III Zona de la Guardia Civil de Extremadura, por su
espíritu de servicio y lealtad a España y Extremadura, en la protección de los
derechos y libertades ciudadanas que, por su tardanza en la concesión, más bien
parecen de compromiso ideológico de la institución que las otorga que de los méritos que hubieren y se les
supusieren hace años.
Hay, sin
embargo, un aspecto que deseamos hacer notar: la concesión de la Medalla de Extremadura a Francisco
Pedraja Muñoz, un académico de número de la Real Academia de Extremadura de las
Letras y las Artes, que realza aún más los méritos de la Medalla. Y no siempre
ha sido así. La Academia debe tener 25 académicos numerarios con residencia en
la región (artículo 5, capítulo I, Título II de sus Estatutos). Ha habido
medallistas antes que académicos y viceversa. Y es aquí, quizá, donde la
ideología del gobierno de turno se ha hecho notar más. Cabría suponer que los
académicos son los sabios electos de Extremadura, una especie de los Siete
Sabios de Grecia, renombrados por su sabiduría práctica, que consistía en una
serie de aforismos memorables. Y de ahí podría deducirse que los académicos
fueren todos Medallas de Extremadura, y los distinguidos con la Medalla de
Extremadura, del mundo de las letras y las artes, merecieren el honor de la
Academia.
De los 21 numerarios hasta el
momento, tan solo han sido distinguidos con la Medalla de Extremadura los
siguientes: Antonio Hernández Gil y Manuel Pacheco Conejo, en 1986; Eduardo
Naranjo en 1991; Esteban Sánchez Herrero, en 1997 (a título póstumo); Antonio
Montero Moreno, en 2001; José Miguel Santiago Castelo, en 2006; Manuel Pecellín
Lancharro en 2011; Joaquín Araujo en 1999; Miguel del Barco Gallego, en 2012; y
Francisco Pedraja, en 2013. Diez en total, uno a título póstumo y dos ya
fallecidos. ¿Están todos los que son?
Veamos:
hay más medallistas de Extremadura que
no han sido académicos por los méritos por los que se les concediere la Medalla
de Extremadura, o por otros que mejor fuere no citar. Ricardo Senabre (1986),
director del Colegio Universitario, decano-comisario de la Facultad de
Filología, decano de la Facultad de Letras, Medalla de Extremadura, sí, pero no
académico de Extremadura, ni siquiera doctor honoris causa, aunque por lo fuere por la Universidad de Las Palmas;
Eduardo Naranjo es Medalla en 1991 y académico desde 1995, no así Barjola y
Narbón, pintores ambos, también Medalla el mismo año; ni Jesús Usón Gargallo,
Medalla en el 95 y cuyo Centro de Cirugía ha sido candidato al Príncipe de
Asturias; ni Wolf Vostell, Medalla en el 98, ni Jesús Delgado Valhondo; ni
Manuel Martínez Mediero, Medalla en el 99 y candidato al Príncipe de Asturias;
y Eladio Viñuela lo fue el mismo año a título póstumo; pero tampoco ha recibido
la Medalla su mujer, que la recogiera en su nombre, presidenta del Instituto de
España, y reputada científica: Margarita
Salas. En 2000 fue Medalla el doctor Enrique Moreno González, premio Príncipe
de Asturias de Investigación Científica y Técnica, pero no está en la Academia;
ni Reyes Abades, con varios premios Goya, ni Pablo Guerrero, galardonados el
mismo año; ni Ángel Duarte, fallecido en 2007, ni Dionisio Hernández Gil, en 2001; ni Luis
Pastor, en 2003; ni Dulce Chacón (a título póstumo); ni a los galardonados en
2005: Javier Cercas, Luis Landero, Luis Canelo; ni Miguel Sansón, en 2006; ni a
Juan Margallo, en 2007; ni los premiados en 2008 Pureza Canelo y Francisco
Rubio Llorente... A qué seguir... Es decir, sólo diez académicos fueron -o reúnen- la doble condición de ser
numerarios y Medallas de Extremadura. Otros muchos, como los citados,
merecieron el honor de la Medalla, pero no son dignos del sillón académico
otros académicos, como Pedro Rubio Merino, que organizó el archivo de San Atón
de Badajoz, el de la catedral de Sevilla, y
trabajó en el de Indias, Audiencia Territorial de Sevilla, Hacienda de la
misma ciudad y en el Archivo Histórico de Cáceres... No están todos los que
son, ni son todos los que están.
Muchos extremeños., desconocidos e ignorados, fueren tan dignos de más honores que muchos de la ya larga lista de los honorables.
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