No es que fueres el último, Juan; pero sí el último a la
antigua usanza: siempre con la cámara al hombro, retratando Cáceres, día a día,
personaje a personaje --casi 50.000 fotografías de personajes cacereños, actos,
visitantes, inmuebles idos, pero perennes todos en tu cámara--, menos tú, hasta
el año pasado, en que tus compañeros se unieron en el Palacio de la Isla para
fotografiarte ellos a ti, tú con ellos, en la simbiosis perfecta que os une
quienes fotografiáis la instantaneidad de los momentos pasados, menos los
vuestros, como si todos los demás fueran personajes menos vosotros,
inadvertidos detrás del objetivo. Ya no fuiste desde entonces "uno de los
ignorados de esta ciudad", porque todos reconocieron tu labor.
Historia
viva de Cáceres tras tu "Nikon" siempre al hombro, desde que el
colega José María Parra, otro enamorado de la fotografía, te enseñara sus
misterios en 1958. Lo proclamabas en tu twitter, como homenaje al compañero que
te enseñó un oficio que, en ti, fue vocación y pasión.
Tu legado,
Juan, trasciende tu muerte, no solo porque tú lo creaste, sino por la estela
que has dejado. Si Juan Ramón Marchena dejó la historia por él recopilada, tú
nos dejas la imagen viva de una ciudad cambiante, con sus personajes y sus
visitantes, ya no vivos en la memoria, sino en vivísima colección que extrapola
el devenir del tiempo convirtiéndolo en instantaneidad de presente jamás ida.
Te has
ido, Juan Guerrero, dejando colgada tu cámara para siempre; pero tu obra
permanece entre nosotros. Te conocí en la misa de San Juan del P. Cotallo --los
domingos, a las 11.00, en San Juan, en los años 60-- donde tú y yo principiamos
a ser monaguillos del orador sagrado que encendía las almas. Conviví con tu
hermano Francisco, el capitán de tropa de Cruz Roja, que nos enseñó a admirar
la luz del fotógrafo Caldera ("El
pintor Juan Caldera", Institución Cultural El Brocense y Caja de
Ahorros de Cáceres, 1980). ¿A quién no
conocías de mi familia? ¿Cuándo me retrataste a mí? Hace unos años descubriste
a una tía mía mi presencia en una foto, en muestra de la Sagrada Cena. No me
reconocía. Me llamó. Fui presto a comprarla, porque no la tenía: era del 21 de
julio del 71, la despedida de Dionisio Acedo, la toma de posesión de Germán Sellers,
en el viejo caserón de la Generala, compañeros de Parrita, tu maestro;
compañeros también míos.. ¿A quién o quiénes no has retratado tú en este
Cáceres de tu alma, Juan? Tú nos uniste a todos y has unido a toda una ciudad
bajo tu cámara. Un colega de cámara nos decía, alguna vez, estar aburrido de
hacerle fotos a un alcalde de la ciudad: las tenía desde todos los ángulos,
perspectivas y miradas..., ¡tantos años de alcalde que ya no sabía qué fotos hacer
con él!; pero no se cansó tu cámara que, quizás ahora, en su descanso, haya
disparado sobre tu faz por última vez: para aprehender tu limpia mirada para
siempre.
Que no se
pierda tu legado; que no se lleven tu cámara y sus objetivos, cincuenta años de
historia viva de Cáceres, alma latente de una ciudad despierta hoy en el sueño
eterno que te cobija, Juan; cristalino de Cáceres que aprehendiste para siempre
en la memoria no escrita por nadie; viva y vivida por tu cámara, acunada hoy en
el sueño pasajero que sobrevive a tu muerte: la vida de Cáceres de medio siglo,
pasión de tu vida, eterno clic de tu alma...
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