miércoles, 25 de diciembre de 2013

ÉTICA Y UNIDAD EN EL DISCURSO DEL REY

 
           Han errado quienes pronosticaban que el de ayer de Nochebuena sería el discurso más difícil del Rey, no tanto por lo que dijere, sino por lo que dejare de decir. El Monarca ha dicho todo lo que hubiere de decir, no se ha olvidado de nadie; ha vuelto a poner el acento más en lo que nos une que en lo que nos separa y, sobre todo, ha contrapuesto, frente a los casos de falta de ejemplaridad en la vida pública, "el comportamiento ético de cada uno de los ciudadanos, empezando por sus dirigentes, ya que todos somos corresponsables del devenir colectivo". Y junto a la ética, la unidad de España, "un país unido dentro de su diversidad", "una gran nación por la que merece la pena luchar", recordando las palabras del Príncipe de Asturias.
 
            Más sereno que nunca, con el aplomo que le dan sus próximos 76 años --que cumplirá el 5 de enero, víspera de la Pascua Militar, y de quien ha vivido "las múltiples vicisitudes por las que ha atravesado España, a la que he dedicado mi vida"--, el Rey de todos los españoles comenzó su discurso recordando a los más golpeados por la crisis: a los que no han podido encontrar trabajo o lo han perdido; a los que no disponen de vivienda; "a los jóvenes que no habéis podido encauzar todavía vuestra vida profesional", a quienes han soportado con coraje duros sacrificios y a quienes luchan por hacer realidad sus legítimas aspiraciones. No ha olvidado el Monarca a quienes aportan lo mejor de su talento y creatividad para superar las dificultades; a las pymes, que sostienen el tejido productivo de la nación; a los autónomos y a los inmigrantes, a los servidores públicos, y a quienes trabajan fueran de España; a los mayores y pensionistas, "soporte de muchas economías familiares";  a la familia, por su gran papel "en esta grave crisis", y a los ciudadanos, por su ejemplo de responsabilidad y civismo en tiempos de crisis.
 
            Junto a estos reconocimientos, el Rey ha expresado, en su papel constitucional, sus reflexiones y convicciones "sobre nuestro futuro en común".
 
            En pleno desafío soberanista de Cataluña, el Rey ha reconocido que "la sociedad española reclama hoy un profundo cambio de actitud y un compromiso ético en todos los ámbitos de la vida política, económica y social, que satisfaga las exigencias imprescindibles en una democracia" y, a la vez, "las voces que quieren una actualización de los acuerdos de convivencia", en referencia a la reforma de la Constitución, que considera que pueden resolverse "con realismo, con esfuerzo y con un correcto funcionamiento del Estado de Derecho y con la generosidad de las fuerzas políticas y sociales representativas". Una llamada a Mas, sin citarlo, y a todos los nacionalistas para que "las controversias se resuelvan con arreglo a las reglas de juego democráticas aprobadas por todos", porque "el respeto de esas reglas es la garantía de nuestra convivencia y la fortaleza de nuestra democracia".
           
            El Monarca ha apelado al sistema político nacido con la Constitución del 78, que "nos ha proporcionado el periodo más dilatado de libertad, convivencia y prosperidad de toda nuestra historia" y ha subrayado que "reivindicar ese logro histórico no es incompatible con la necesidad de mejorar la calidad de nuestra democracia..., crucial tarea de modernización y regeneración, que no es competencia exclusiva de los responsables políticos".
 
            Y ante el futuro que se nos avecina, ha apelado, una vez más, a la unidad, "porque nos unen y deben seguir uniéndonos muchísimas cosas": el porvenir justo y lleno de oportunidades; la intensidad de los afectos y lazos históricos; las culturas que compartimos, la convivencia de nuestras lenguas, la aceptación del diferente; un país diverso de culturas y sensibilidades distintas; la solidaridad ante las adversidades y el sentimiento de comunidad recientemente expresado por el Príncipe de Asturias --el único citado en el discurso del Rey-- en sus recientes palabras en Oviedo: "España es una gran nación que vale la pena vivir y querer, y por la que merece la pena luchar."
 
            Se ha decantado el Monarca por "ese modelo de país, libre, justo y unido dentro de su diversidad", porque cree en una España "abierta en la que cabemos todos". Y ha apelado al "realismo" para "reconocer que la salud moral de una sociedad se define por el nivel del comportamiento ético de cada uno de sus ciudadanos".
 
            Y para ello, ha invitado a las fuerzas políticas a que "sin renunciar a sus ideas, superen sus diferencias para llegar a acuerdos que a todos beneficien y que hagan posibles las reformas necesarias para afrontar un futuro marcado por la prosperidad, la justicia y la igualdad de oportunidades para todos", porque un país tan grande como el nuestro "no puede aceptar como normal la angustia de los millones de españoles que no pueden trabajar". Por ello, afirma contundente que "la crisis empezará a resolverse cuando los parados tengan oportunidad de trabajar", un derecho fundamental sin el cual otros no son posibles.
 
            El Rey estuvo austero, comedido, modesto, y con una foto al fondo cuyo significado no debemos olvidar: el recuerdo a las víctimas del terrorismo, "con las que la sociedad sigue teniendo una permanente deuda de gratitud" porque, al dar su vida por España, la ofrendaron por la defensa de las libertades y derechos de todos los españoles sin distinción.
 
            La crisis ha provocado desaliento; los casos de ejemplaridad en la vida pública --ha recordado-- han afectado al prestigio de la política y de las instituciones. Por ello, el Rey apuesta por lo que pide la calle: la actualización de los acuerdos de convivencia, pero dentro de las reglas de juego.
 
            Un discurso para todos, que no excluye a nadie, y que a todos integra en el llamamiento a la ética y a la unidad que solicitamos, pero que debe empezar por nosotros mismos, según el primer servidor del Estado.
 

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