La
Última Cena, la Sagrada Cena, la Santa Cena..., donde los misterios todos
principian en vísperas de la Pasión. La profecía ya escrita, a punto la
despedida, oficia Jesús de Nazaret la Última Cena, el Jueves Santo, antes de su
crucifixión el viernes. Solo los elegidos compartirán con El el pan y el vino,
antes de su sacrificio y de la Pascua, no el viernes, preparatorio para el
descanso del shabat, día sagrado de
la semana judía.
No solo soporte todo para el arte
cristiano, la Última Cena encierra estos misterios: la institución de la
Eucaristía, como alimento espiritual de sus seguidores; el Orden Sacerdotal,
para su renovación hasta el fin de los tiempos; y el mandamiento del amor, que
nos convertirá en servidores del prójimo.
"Y mientras estaban cenando,
tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: Tomad, este es mi cuerpo. Tomó
luego una copa y, dadas las gracias, se la dio y bebieron todos de ella. Y les
dijo: Esta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos y por
todos los hombres para el perdón de los pecados." (Mc. 26: 26-28). Jesús
habrá de morir y ascenderá a la diestra del Padre, pero estará siempre con sus
discípulos y con cuantos con ellos participen en la celebración a lo largo de
los siglos...; pero, ¿quién hubiere, Señor, poder bastante para convertir el
pan y el vino en tu cuerpo y sangre? "Haced esto en conmemoración
mía." (Lc, 22: 29). Instituye el orden sacerdotal, no solo a los
apóstoles, sus elegidos, sino a sus sucesores en el sacerdocio... La
eucaristía, sacrificio; en su nombre y memoria por quienes les sucedieren,
investidos del Orden Sacerdotal; con todos. Por ello: "Orad, hermanos,
para que este sacrificio mío y vuestro....", en conmemoración de la Última
Cena en el Cenáculo... Aún más: Jueves Santo, día del amor fraterno. Jesús
otorga a sus discípulos un mandamiento nuevo: "Que os améis los unos a los
otros como yo os he amado. En eso conocerán que sois mis discípulos, si tuviéreis
amor unos con los otros." (Jn. 15-12-17). Los creyentes son servidores de
sus semejantes; siervos y no amos; pues, ¿qué sería de ellos si, viviendo
unidos, estuvieren separados?
No hubiere terminado la Última Cena,
y Jesús se dispone a lavar los pies a sus discípulos. "Si no te lavo, no
tendrás parte conmigo" (Jn. 13-8), reproche a Pedro que se negare a ser
lavado por el Maestro. "El que está lavado, no necesita lavarse los pies,
pues está todo limpio." (Jn, 13:10). El lavatorio es una invitación del
Señor a sus seguidores para seguir su ejemplo.
Tras el lavatorio de pies, Jesús
anuncia las profecías que se cumplirán horas después: la traición de Judas y la
negación de Pedro. Judas fue el apóstol que guió a los guardias que arrestaron
a Jesús hasta el lugar donde le encontraron, besando su mejilla por treinta
monedas de plata que intentó devolver y terminó arrojando en el templo.
"Mientras El aún hablaba, se presentó una turba, y el que se llamaba
Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos. Entonces, Jesús le dijo: Judas,
¿y con un beso entregas al Hijo del Hombre?" (Lc., 22-48)... "Pedro
estaba sentado fuera en el patio, y una sirvienta se le acercó y dijo: Tú
también estabas con Jesús el galileo. Pero el lo negó delante de todos ellos
diciendo: No sé de qué hablas. Cuando salió al portal, lo vio otra sirvienta y
dijo a los que estaban allí: Este estaba con Jesús el nazareno. Y otra vez el
lo negó con juramento: Yo no conozco a este hombre. Y al instante, un gallo
cantó. Y Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: Antes que el gallo cante,
me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente... "(Mt. 26:
69.75).
En una urna de plata de la catedral
de Coria (Cáceres) se conserva, según la tradición cristiana, el mantel de la Última Cena.
Científicos de la NASA sostienen que la Sábana Santa de Turín y el
mantel de Coria se hicieron a la vez y que ambos habrían cubierto, uno sobre
otro, la mesa de la Última Cena del Señor...