Cuando el pasado día 1 cesaba a petición propia, "por motivos personales y familiares", Sergio Velázquez, director general de Empleo, Actividad Empresarial e Innovación, de la Junta de Extremadura y ex concejal cacereño por el PP, nos preguntamos, no sin preocupación, por las razones que hubiere para ello. El motivo lo hemos tenido esta mañana al conocer la muerte de su padre, Jaime Velázquez García (Fresno el Viejo, Valladolid, 1939; Cáceres, 19-4-2014), que fuera presidente de la Diputación Provincial de Cáceres en la primera legislatura democrática por UCD (1979-1983) y concejal del Ayuntamiento de la ciudad, prestigioso abogado, técnico de la Administración Civil del Estado y padre de familia numerosa.
Al ser elegido concejal y presidente de la Diputación, Jaime Velázquez tenía 40 años de juventud y madurez, que aprovechó al máximo para dinamizar y poner al día los cimientos de una institución necesaria para una provincia más rural que urbanita.
Velázquez centró y destacó en vida por cuatro roles que
le marcaron y a los que se dedicó en cuerpo y alma: técnico de la Administración
Civil del Estado, político, abogado y padre de familia. Con todos pudo y en
todos ellos se elevó por encima de una mediocridad ambiente que, al advenimiento
de la democracia, tuviere más ilusiones y afán de poder que realismo para
cambiar la realidad de un régimen centralista en otro descentralizado.
Jaime Velázquez era técnico de la Administración Civil
del Estado y, en calidad de tal, fue delegado provincial de Educación en Murcia
y llegó a Cáceres para ser secretario general de la Delegación Provincial de
Sanidad. Su preparación como técnico de la Administración le sirvió para su
desarrollar una vocación política de paréntesis, en la que multiplicó sus
talentos para hacer en cuatro años lo que no se hubiere hecho en cien.
Como presidente de la Diputación, Jaime Velázquez dio la
vuelta y puso al día todos los organismos dependientes de la institución,
modernizándolos y adaptándolos a las nuevas necesidades de una sociedad
cambiante. Todo a la vez, comenzando por la puesta al día de un Palacio Provincial,
ya vetusto; un Hospital Provincial decimonónico, que convirtió en un espléndido
centro sanitario, sin dejar por ello de prestar servicio; la remodelación del
antiguo Convento de San Francisco en Complejo Cultural, que acogiere en su
antigua capilla --convertida en magnífico auditorio-- congresos de todo tipo,
conferencias, actos culturales... y, en sus instalaciones, los conservatorios
de Música "Hermanos Berzosa" y la escuela de Bellas Artes
"Eulogio Blasco", posteriormente trasladada a la nueva sede la calle
Ancha, junto a San Mateo; la reordenación de los antiguos hospicios de chicos
en San Francisco, que pasó a las nuevas instalaciones del "Julián
Murillo", al lado; y de chicas, que convirtió en el colegio mayor
universitario "Francisco de Sande"; el Museo de Pintura "Casa de
los Caballos", por debajo del Provincial de Bellas Artes, que enriqueció
con una buena colección de pintura moderna; la sala de arte "El
Brocense", en la calle Doctor Marañón, por la que pasaron todos los
grandes pintores extremeños y nacionales del momento; la potenciación de la
finca "Haza de la Concepción", que fundara Daniel Serrano, para
mejora y reproducción de la cabaña ganadera provincial y, sobre todo, un vuelco
a una política cultural, casi inexistente hasta entonces, que, con los premios
"Cáceres" de pintura y escultura, alternados durante los cuatro años
de su mandato, logró atraer a Cáceres a la flor y nata de la pintura y
escultura nacional. Recientemente, hemos recordado en estas páginas, cómo el
primer premio de pintura de 1979 recayó en Xavier Valls, barcelonés y padre del
anterior ministro del Interior y actual primer ministro francés, Manuel Valls,
por su bodegón "Naturaleza muerta".
Velázquez no se paró ahí: instituyó el premio de periodismo
"Dionisio Acedo", abrió el abanico cultural a otras convocatorias y
premios... Quiso que la cultura fuere un aldabonazo de Cáceres en España, y a
fe que lo consiguiere.
Tentado por la política, pero no apresado por sus fauces,
en su despedida, decía a los periodistas que sólo tenía un vehículo y seis
hijos y medio. Se fue como llegó, con los bolsillos vacíos. Posteriormente, se
volcó en la abogacía, en la que destacó en Cáceres, sin olvidar su rol de
esposo y padre de familia numerosa, y las necesidades de su ciudad de acogida,
Cáceres, que le llevaron a formar parte como vicepresidente de la primera junta
directiva del Rotary Club de Cáceres, en junio de 1978.
A los 75 años ha puesto fin a una vida fecunda y
sobresaliente en los cuatro roles principales de su vida, la mayoría en
Cáceres, dignificando la acción política, la Administración Pública, la abogacía
y la paternidad. Esta mañana, a las 10.30, la Concatedral de Santa María --a cuya plaza llegara tantas mañanas a las
7.30 de la mañana para su trabajo en la Diputación--, acogerá su oficio
fúnebre, en el Domingo de Resurrección, cuando su vida ha expirado llamado
también por el Padre. Descanse en paz.
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