Si "la concordia
fue posible" fue el epitafio elegido para la tumba que acoge en la
catedral de Ávila los restos del primer presidente democrático español, Adolfo Suárez, y su esposa --alusiva al
periodo histórico que vivió el primero al frente del ejecutivo--, otro tanto
podría decirse de quien fuere concejal (1979-1983) primero y alcalde de la ciudad de
Cáceres entre 1983-1987, Juan Iglesias
Marcelo.
En su intervención al recibir el título de Hijo
Predilecto de la Ciudad, Iglesias Marcelo (Cáceres, 1931) ha resaltado tres
valores en política: la lealtad, el respeto y la consideración, para que
aquella no se convierta en una guerra sin cuartel, "ya que nadie tiene la
verdad completa".
Iglesias Marcelo fue auxiliar administrativo en el
Ayuntamiento de su ciudad, que le ha elegido Hijo Predilecto. Un Pleno
celebrado en 1954 bajo la presidencia del entonces alcalde Casto Díaz Clemente, le concedía la excedencia como funcionario. Como
becario de la institución, estudió Magisterio, sacó cátedra de Instituto (fue
director del "Claudio Moyano" de Zamora) y las de inspector de
Educación, que ejerció en su ciudad entre 1976 y 1982, y fue elegido senador por
la circunscripción de Cáceres entre 1982 y 2000.
Su mandato pasará a la historia por la elección de
Cáceres como Ciudad Patrimonio de la Humanidad en 1986, que para su ciudad
supuso "un antes y un después", según expresare la alcaldesa, Elena Nevado; pero, además, sus valores
políticos de lealtad, respeto y consideración, fueron una constante en su
actuación política, traducidos a la concordia por encima de las ideas, que
hacen a las personas más dignas y a las ciudades, más nobles.
Iglesias Marcelo pasará a la historia por esas virtudes
encarnadas también por otros alcaldes que le precedieron, como Antonio Canales, y que le sucedieron,
como José María Saponi, que hicieron
de la lealtad, virtud; del respeto, tolerancia y de la consideración,
concordia, anteponiendo muchas veces los intereses de la ciudad por encima de
los legítimos políticos por los que fueren elegidos.
Varios ejemplos dan fe de ese espíritu que presidió el
quehacer de Juan Iglesias Marcelo. Si en 1970, otro gran alcalde de Cáceres,
que pusiere la primera piedra para que la ciudad antigua fuese elegida
Patrimonio de la Humanidad, Alfonso Díaz
de Bustamante, tuvo que hacer frente a la remodelación de la plaza de América
y a la oposición a que la Cruz, que también le da nombre, fuera retirada al cementerio
y en su lugar se hiciere una fuente --algo entonces impensable y, desde
entonces sub iudice--, el alcalde
Iglesias Marcelo hizo frente, con la elegancia que le caracterizaba y sin
discusión alguna, al cambio de los símbolos franquistas de la Cruz. En la
primera votación se produjo un empate entre el PSOE y AP, que no quiso resolver
con su voto de calidad. Pospuesto para el siguiente pleno, se produjo el mismo
resultado, y él votó en conciencia: los símbolos franquistas no pintaban ya
nada en la cruz. Era preciso sustituirlos por el nuevo escudo constitucional y
por una leyenda que acogiera a todos y a nadie hiriera: "La ciudad de
Cáceres en memoria de sus hijos muertos por la Patria". En memoria de
todos, y por la patria; unos por lo que simboliza la cruz, pero todos por la
patria.
En otra ocasión dio la palabra a un concejal de su grupo
que reprochaba políticas propias del mismo hasta que se hubo desahogado. Y le
agradeció su valentía. En otro pleno, acogió con gratitud y con fina ironía las
críticas de un concejal realizadas en un poema. Nada le inmutaba sino tan solo
el progreso de su ciudad. En su despedida como presidente del Consejo Escolar
de Extremadura, la presidenta nacional, Carmen
Maestro, destacó "la labor fundamental" de Juan Iglesias durante
los ocho años al frente del mismo y su pasión por la educación como fuente de
transformación de la sociedad. Cáceres y la educación, las pasiones de su vida;
el respeto y la tolerancia, fuente para la concordia y semilla de la
convivencia, lemas para un hijo predilecto de su ciudad.
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