"En Extremadura,
avanzar ilusiona", era el lema de este año del Día de Extremadura. Hubo un
tiempo no lejano --desde la entrada en
vigor del Estatuto quizá, cuando la región comenzó a ser una Comunidad-- en el
que el avance fue sinónimo de progreso, desarrollo, de mejorar y ascender...;
pero no parece que este sea el más adecuado lema para los tiempos que vivimos,
en que muy pocos extremeños se muestran ilusionados con sus avances, sino
decepcionados y desengañados con su retroceso. Mejor hubiera sido decir
"En Extremadura, retroceder decepciona". Ese, y no otro, es el
espíritu dominante en una sociedad que siente el fracaso de la política como
propio, que ha inclinado la cerviz, empobrecida, postergada, resignada ante un
futuro solo hecho a la medida de los políticos, banqueros, corruptos, ladrones
de guante blanco y demás especies que han aniquilado la clase media y han
enviado al extranjero a la juventud más preparada de su historia, lo mismo que
les ocurrió a sus padres y abuelos. ¿A qué presumir de lo que no hubiéremos?
Avanzaba días antes el coordinador general de Presidencia
de la Junta de Extremadura, Juan Parejo, que "el discurso del presidente
no iba a dejar indiferente
a nadie". Y en verdad que ha dejado indiferente a casi todo el mundo,
porque casi todo lo dicho estaba anunciado y lo dicho, como novedoso, no es que
sea de justicia histórica, sino que llega tarde y mal. Que el titular elegido por la mayoría de los
medios sea el anuncio de una ayuda
anual de 300 euros para las mujeres mayores de 75 años
--por quienes Extremadura es hoy más Extremadura--, o apuntarse a la reforma
electoral preconizada por su partido, no deja de ser un brindis al sol, al que
Monago es tan proclive, con una seriedad en el rostro que denota que no se cree
ni él mismo lo que dijere. Pagar un silencio y trabajos mil de una guerra y
posguerra a las madres y abuelas extremeñas con 300 euros, aparte de ser una
limosna, no es sinónimo de justicia, dignidad ni de memoria histórica para un
partido renuente a cumplir la propia Ley de Memoria Histórica, sino que tendría
que ir más allá: medicinas gratuitas, cumplimiento de la Ley de Dependencia,
hogares abiertos, como recuerda el portavoz socialista.
El segundo gran tema abordado por el presidente en su
discurso no es nada nuevo tampoco: la reforma de la ley electoral planteada por
su partido, para que en los municipios gobierne el partido más votado, que sea
extensible a las comunidades autónomas, como limitar los mandatos de los
presidentes a dos legislaturas (ya lo hizo Aznar el primero, aunque la promesa
tiene una lectura de doble vuelta). No es el primero en decirlo y apuntarse a
un tanto que podría serle favorable, según él. Y lo de la reducción del umbral
de representatividad del 5 por ciento al 3 por ciento, para
que los partidos pequeños tengan más posibilidades de entrar en la Asamblea,
fue uno de los doce mandamientos exigidos por IU para su investidura, como la
financiación autonómica por concretar; el paro juvenil y femenino, en situación
creciente; el crédito a las pymes y autónomos, por llegar; la ley de renta
básica, en fase de nuevo anteproyecto; la enseñanza pública y transparencia,
cada vez para atrás... No sin razón, otra Extremadura inconformista con la
situación pedía en las calles de Mérida y en los aledaños del Teatro Romano
"Otra
Extremadura: pan, trabajo y techo" y la modificación de
la Ley de la Renta Básica. Otra Extremadura, indiferente al discurso, es
posible y necesaria. Y, sobre todo, algo que sobraba y, por lo demás, bien
sabido: el guiño a IU, porque con ellos ha podido gobernar: "Vosotros pudisteis
antes que otros. No
dijimos podemos, dijimos hacemos." Veremos a ver quién puede
y hace en las próximas. Y no repita usted más la muletilla franquista de
"autoridades civiles, militares y eclesiásticas", porque, aquí, la
única autoridad es la civil, la que emana del pueblo. Los militares son un
estamento de la sociedad en el que la "autoridad" la tienen los
mandos, desde el capitán general hasta el cabo, pero no son autoridades; ni los
eclesiásticos, tampoco: son jerarquías, desde el Papa hasta el cura párroco,
más aún en un estado laico. ¿Quién le ha dicho a usted que son autoridades,
cuando usted mismo la reclama sólo para los electos, por muy pequeños que
fueren...? Y búsquese un mejor redactor entre sus muchos asesores para no
referirse a los receptores de las medallas de Extremadura como "los
medallas", en lugar de "los medallistas", que es lo correcto...
Como la presentadora que entrelazaba las presentaciones del acto con un
"Bueno...", pues aquí estamos... O como a su compañero, a quien se le
fue el santo al cielo, muy a su pesar, cuando dijo que las medallas tenían en
su reverso la leyenda "Junta de Extremadura" --y así debería
ser"-- y las cámaras nos lo presentan y leemos: "Gobierno de
Extremadura", la principal obsesión de su mandato: cambiar de nombres
porque sí, cuando no figuraren en ley alguna, y metérselos en el coco y en la
pluma a todos los periodistas vendidos o comprados..., y habla usted de
regeneración democrática. Usted que echó periodistas a la calle y pidió a un
director la cabeza de Juan el Bautista, como Salomé a Herodes Antipas. ¿A qué
recordar lo que me pasare un día en Plasencia, cuando una auxiliar
administrativa, hoy diputada en la Asamblea por la gracia de Dios, de su
padrino político y de los generosos electores extremeños, me invitó a cambiarme
de sitio "porque ahí se ponen las autoridades" (no estaba reservado).
¿Y quiénes eran para ella las autoridades?: los altos funcionarios del
ayuntamiento..., que en modo alguno lo fueren, sino tan solo funcionarios... Esos
son los políticos que tuviéremos: censores, trepas, torquemadas, ignorantes...
¿Cómo no van a desear todos continuar en el sillón que más calienta?
Un discurso, en fin "sensiblero
y de corto alcance", como de despedida, según el
portavoz del PSOE, Valentín García; de una Extremadura cuyo presidente no
reivindica su "soledad
histórica" y "olvido
sistemático", en palabras del portavoz del
PREX-CREX, Damián Beneyto; "una
gala de la casta y para la casta", según Podemos
Mérida. Y los jóvenes, "mirando una estrella", que para nada les
iluminare... ¡Váyase. señor Monago...!
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